Epílogo; un brindis por el amor.

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—Charlie, por Dios. Es navidad. No puedes ir a la cena de navidad así...—demandó Danna contemplando el traje de ninja que estaba portando en ese momento. Christopher rio en silencio con Leyre en brazos. Sabía cómo terminaría aquello pero por el momento prefería mantenerse al margen. Danna era completamente capaz de manejarlo.

—¿Por qué no, mamá...?—cuestionó la niña cruzándose de brazos.—A mí me gusta. Además, quiero que mi abuelito Renato vea el traje de ninja que me regaló mi papá Erick...

—Puedes mostrárselo después.—decidió.—Para eso te compramos un vestido bonito...

—¿Leyre va a usar un vestido...?—preguntó enarcando una de sus finas cejas.

Danna suspiró.—Es demasiado pequeña para usar un vestido pero va a usar ropa bonita igual que la tuya.—anunció. Charlie frunció sus labios y soltó un pequeño suspiro cargado de frustración.—mi amor, por favor...

—Está bien.—rio.—La última princesa en llegar...—musitó echándose a correr en dirección a su habitación.

Danna se echó a reír.—¡Se convierte en una rana!—completó ella.

Christopher se echó a reír cuando ambas se marcharon. Llevó sus ojos hasta el bebé entre sus brazos completamente dormida y dejó un pequeño beso sobre su frente.—Esas son tu mamá y tu hermana, mi amor...

Soltó un largo suspiro y rio en voz baja recordándose a sí mismo un tiempo atrás. Ni en sus más locos sueños –o tal vez en realidad millones de veces- habían pensado tener una vida como esa. Una vida donde estaba completamente seguro que era muy feliz.

Y entonces la pregunta que millones de veces se había hecho llegó hasta su cabeza una vez más.

Pero en sí ¿Qué era la felicidad? Si tecleabas esa pregunta en la barra de navegación de tu buscador en internet obtendrás como respuesta inmediata que la felicidad es el estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno. Él mismo lo habían buscado millones de veces en sus momentos de reflexión cuando no era capaz de concentrarse en los miles de pendientes que tenía.

¿Pero realmente quien definía la felicidad? ¿Quién realmente era feliz en el mismo –y era completamente seguro de ello- como para atreverse a compartir ese punto de vista tan genuino con el mundo entero? Él realmente nunca lo había comprendido. Y estaba seguro que nunca lo haría. Hasta que volvió a la vida de Danna Francis y se dio cuenta que Charlotte existía.

Christopher había sido feliz en ese momento sin importar que tantas cosas buenas o malas esperaran por él. Pero viendo a su familia –Danna y sus dos hijas- se daba cuenta que él era completamente feliz.

No necesitaba absolutamente nada más para saber que su vida era perfecta y mientras estuviese al lado de esas tres mujeres que le robaban el sueño y no salían de su cabeza un solo momento del día; entonces iba a serlo siempre.

Para él la definición de felicidad era cuando sentía esa adrenalina recorriendo cada una de las fibras de su cuerpo mientras estaba con la persona o las personas que amaba compartiendo momentos dignos de ser recordados. Sus momentos en familia.

Felicidad le llamaba al momento en el que esa sensación explotaba dentro de su pecho provocando tanto éxtasis y haciéndolo sentir completamente satisfecho consigo mismo que quería echarse a llorar y no dejar de sentirlo nunca más. ¡Eso era la felicidad! Porque al final de cuentas eso era la vida.

Era como estar en un éxtasis eterno. Y todos los momentos de éxtasis para Christopher Vélez eran felicidad pura.

Leyre se removió entre sus brazos y soltó un pequeño bostezo que la hizo parecer la niña más adorable sobre el planeta Tierra atrayendo la atención de su padre que de inmediato le ofreció una pequeña sonrisa aun sabiendo que ella no podía devolvérsela. Porque él tenía una nueva adicción; ver a Charlie y Leyre dormir.

ÉXTASIS(Éxtasis #3)|C.V.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora