Capítulo 38.

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- Michael: Bueno...

- Lisa: ¡Ay cuando lo vean mis amigas! – dijo sacándolo del estuche – justamente ayer decíamos que toda mujer que se precie de tener status social, debe tener un collar de perlas, ¡y lo has adivinado! te quiero mucho – lo abrazó – Anda, ayúdame a ponermelo  – él de mala gana lo hizo – Bien, ¿cómo me queda?

- Michael: Digno de una mujer con clase, como tú – dijo mirándola dolido, se sentía miserable y no quería estar allí.

- Lisa: Gracias Mike - lo besó, metiéndole la lengua en la boca, gesto que asqueó a Michael – Ahora mi regalo. Vamos, ¿has alquilado una habitación? – dijo con una voz empalagosa.

- Michael: No – mintió – disculpa Lisa, pero no me dieron el permiso para llegar mañana a la uni – ella se molestó.

- Lisa: ¡Pero podrías haberte escapado!

- Michael: Lo siento, cuando me di cuenta me había olvidado de todo lo que necesitaba en mi habitación así que no podré quedarme.

- Lisa: Bueno, otra vez será - miró su reloj– diablos, ¡mira la hora que es! – suspiró – ¡Tengo que irme!

- Michael: Vale – empezaron a caminar rumbo al pueblo – Lisa -ella lo miró – espero que entiendas lo importante que eres para mi – dijo poco convencido – Y que si todo sigue así…

- Lisa: ¿Me estas diciendo que nos casaremos? – dijo ella con el signo plata en los ojos, digo, con cara de ilusión.

- Michael: No, bueno, puede que exista una posibilidad -la abrazó. Quería aferrarse a la idea. Pero era a la que quería, no podía ser otra, no podía ser esa muchacha loca que desde que vio a Lisa, le rondaba en la cabeza.

- Lisa: Pues, ¿de cuánto tiempo hablamos?

- Michael: No te prometo nada – dijo seco – tengo que hacer ese viaje y no sé cuanto tiempo me va a llevar, pueden ser meses o años.

- Lisa: Yo te esperaré - dijo ella – así tenga que esperar diez años, me caso con Michael Clifford, “el elegido” – Él no contestó. Ya habían quedado en seguir la relación, y él estaba empeñado en hacerlo. Sin darse cuenta llegaron al lugar donde la esperaba su chofer– Adiós Mike, nos veremos al finalizar el año de uni –lo besó-.

- Michael: Te veré allí amor - la besó fugazmente – te quiero – ella subió al coche. Michael se quedo ahí para despedirla, pero ella no lo miraba, estaba tratando de mirarse en un espejo, la apariencia que tenía con su collar de perlas. Él dejó la mano en el vidrio, el coche arrancó. Ella ni se dio cuenta que él se despedía. El coche se alejó, dejándolo solo y sintiéndose el tio más miserable del mundo.

Esquivó todo el centro del pueblo y se quedó, sentado en un tronco, se estaba haciendo tarde. Por el camino, vio los coches rumbo a la uni **Bien, ya no hay nadie que pueda verme**. Y sin más se dirigió al hotel. Cuando entró, la señora Marta se acercó a saludarlo. Él le sonrió amablemente.

- Marta: ¡Hola Mike! – dijo alegre – Llegas tarde, Luke y Ashley ya se han ido - él la miro.

- Michael: No vengo a buscarlos.

- Marta: ¿Tienes algún problema? – dijo ella acariciándole el rostro.

- Michael: He cogido una habitación para esta noche y quisiera pasar ahí…

- Marta: ¿Saben en la universidad que te quedarás aquí? – dijo ella con voz maternal. Él lo negó - ¿deberían saberlo? – volvió a negar – bien, sube, me imagino que sabes el número de cuarto.

- Michael: Si y gracias.

- Marta: De nada, ve, enseguida te llevo algo de comer.

- Michael: No tengo hambre, sólo quiero dormir –ella asintió y lo dejó subir por las escaleras.

El pasillo estaba iluminado por farolitos de colores. Rápidamente llegó a la habitación y entró. Cuando cerró la puerta, el cuarto mágicamente se iluminó con los adornos de “Fantasía romántica”. Michael se quiso morir. Había planeado todo para hacerla feliz, pero ella no era Rachel. Cogió el móvil y llamó para que subieran a quitarlo todo. Cuando terminaron y salieron, cogió la botella de Champagne y bebió un sorbo, dos, quería emborracharse, pero ya fastidiado la dejó y se tiró en la cama. Y recordando lo sucedido en el día, no pudo aguantar y lloró. Nunca había tenido ganas de llorar tanto, salvo la vez que murieron sus padres. Aun así, ese dolor era mas hondo. Había elegido como su novia a una completa desconocida para él, dejando de lado a la que quería, a Rachel. Recordó cada una de las vivencias con Rachel, mientras lloraba y se lamentaba de no haberse dado cuenta antes. Rachel estaba cuando la necesitaba, lo ayudaba, sin pedir nada a cambio, fue su mujer sin condiciones. **A ella la echo de menos** **A ella la quiero** **Pero ya le prometí de todo a Lisa, no puedo prometerle el mundo y no dárselo, sería poco caballero** y así, dándose cuenta de la tremenda estupidez que había cometido, se durmió pensando, o más bien obligándose a soñar con el amor de su vida... Lisa.

Aprendiendo a ser romántico (Michael Clifford y tú) *adaptación*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora