Extra 16: Un día normal. Parte 2.

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Stephen:

-Aaron, vamos a hacerlo -pido al mismo tiempo que lo sacudo suavemente para hacer que se despierte- Desde la semana pasada se supone que debimos hacerlo.

Él suelta un quejido. Se cubre la cabeza con la almohada en un intento por hacer que lo deje dormir un poco más, pero son un poco más de las once de la mañana y si no hago que se levante de una vez, sé que no lo hará. 

-Aaron, levántate ya -insisto con más fuerza, luchando con él para quitar la almohada de su rostro- ¿Por qué odias tanto los días de limpieza?

-Porque se supone que deberíamos de pasar el fin de semana teniendo citas o no quitándonos las manos de encima -dice con voz apagada contra la almohada- No limpiando una casa que es enorme para nosotros.

-¿Quién fue el que eligió una casa enorme para nosotros en primer lugar? -le pregunto con ironía.

Aaron guarda silencio. No me responde porque sabe que tengo razón, así que en vez de eso me agarra de la muñeca y me empuja hacia abajo, hacia él. Me hace caer encima suyo y es sólo ahí cuando me permite quitarle la almohada del rostro. La levanto hasta que puedo ver la línea de su cabello comenzando al final de su frente. Él abre sus ojos con lentitud, buscando acostumbrarse a la luz y yo me derrito ante el bello negro azabache que brilla adormilado frente a mí.

-Que ojos -suelto fascinado.

Aaron parpadea un par de veces más y cuando logra abrir bien sus ojos sin que la luz lo moleste, me mira directamente, chocando nuestras miradas en un verde contra negro. Su rostro pasa de uno irritado por el sol a uno apacible y sonriente.

-¿No se supone que esa es mi línea? -pregunta, acariciando mi mejilla con su mano derecha en un gesto tan suyo que no sé por qué sigo sintiendo que mi rostro arde cada vez que lo hace.

-Vamos a limpiar -vuelvo a decir, decidido a no dejar que pase otra semana en la que no hagamos la limpieza.

Él hace una mueca. 

-¿Realmente tenemos que limpiar hoy? -pregunta, sin ganas.

-Sí -respondo- levántate. 

Dejo la cama y la habitación para ir hacia el cuarto de lavado a por las cosas de limpieza. Queen -nuestra ya nombrada cachorrita de samoyedo- me persigue corriendo con sus pequeñas patitas por todo el camino. A penas y llevamos un día con ella pero ya se ha enviciado con que es divertido seguirme por toda la casa mientras muerde la parte trasera de mis calcetines. 

La cargo en mis brazos junto con las cosas de limpieza en un intento por hacer que mi ya estirado calcetín sobreviva un poco más y subo hacia nuestra habitación cuando no veo a Aaron en el piso de abajo. 

-Levántate -gruño al mismo tiempo que le lanzo una almohada porque no se ha movido ni un sólo centímetro de como lo dejé antes de bajar.

Aaron pega un brinco. Me mira con la boca abierta como si no pudiera creer lo que acabo de hacer y yo resisto las ganas de reír porque sé que va a quitarme autoridad.

-Ah, eso me lo vas a pagar -anuncia tomando varias de nuestras almohadas para lanzármelas.

-Aaron -le advierto, pero ante la primera señal de que su brazo se levanta para tirarme una almohada salgo disparado con Queen fuera de la habitación.

Él corre detrás de mí. Me persigue escaleras abajo mientras yo me río e intento huir. Se abalanza sobre mí en cuanto tiene la oportunidad, haciéndonos caer en el suelo pero amortiguando el golpe con una almohada grande que se ha traído. Queen se revuelve en mis brazos y ladra, molesta por la brusquedad de Aaron. 

Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora