39- Las palabras correctas.

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Stephen:

Después de que Aaron se fue, los días siguieron su curso como si nada hubiera ocurrido y yo usé ese tiempo para enfriar mi cabeza y deshacerme de mis malos pensamientos. Busqué una manera de reducir la frustración que sentía hacia mi mismo y Aaron por la situación que nos había metido en todo esto y cuando logré hacerlo comencé a sentirme solo. A penas habían pasado un par de días desde que decidimos tomarnos un tiempo y yo ya me sentía en mi límite.

La casa era la misma, nada había cambiado, pero ahora se sentía como si se hubiera vuelto más grande, como si se hubiera hecho un gran espacio vacío que no era capaz de llenar por mi mismo y era más que obvio que la razón era porque Aaron no estaba ahí. 

Normalmente, cuando me despertaba, lo primero que olía era el desayuno recién preparado en la isla de la cocina y lo primero que veía era una sonrisa suya por debajo de esos preciosos ojos azabaches que insistían en mostrarse frente a mí todos los días por su costumbre de hacerme despertar con besos. Luego de besarlo -porque no me permitiría levantarme antes de hacerlo- desayunaba junto con él y sólo después de asegurarse de que llevara un suéter abrigado, me llevaría a la universidad en su auto, me daría un largo beso de despedida y me iría a clases sólo para ser recogido por él unas horas más tarde. Dependiendo de su estado de ánimo, comeríamos algo hecho o comprado por él como almuerzo y pasaríamos el resto del día juntos -probablemente yo estudiando y él abrazándome por detrás porque quiere estar conmigo pero no distraerme- luego tomaríamos un baño, le secaría su cabello porque él nunca lo hace y sólo después de terminar de estudiar, me permitiría derretirme en sus brazos hasta el momento en el que cayera dormido.

Así es como eran normalmente nuestros días, pero ahora que sólo estaba yo -y Queen- en la casa, todo había cambiado súbitamente. 

En vez de despertarme con sus labios atacando mi rostro lo hacía con el sonido de mi alarma y una cama demasiado grande para Queen y yo. No desayunaba en casa porque no tenía suficiente tiempo para cocinar algo -que de todas formas podría acabar siendo incomible por mi gran habilidad de arruinar hasta los platos a cocinar más simples- así que compraba algo en la tienda de conveniencia y lo comía en mi camino a pie hacia la universidad. Después de un día entero de clases y actividades, me regresaba a casa sólo para encontrarme con Queen, que parecía tan desanimada como yo por pasar todo el día sola en casa cuando antes Aaron le hacía compañía. Pedía algo de comer y después de estudiar, me bañaba y regresaba a nuestra cama o mejor dicho la cama que me hacía sentir incomodo por estarla usando solo.

Siempre supe que Aaron tenía un gran lugar en mi vida diaria y tenerlo alrededor se había vuelto algo común para mí pero no fue hasta ese momento que me di cuenta de lo realmente importante que era. Él, su amor y sus acciones lo eran todo y ahora que no estaba, tenía ese sentimiento de perdida que siente alguien cuando algo le falta. 

Y con mi frustración y enojo completamente olvidados, fui a verlo. Fui a la casa de sus padres porque quería verlo y asegurarme de que estaba bien y a pesar de que tenía dudas sobre el tipo de reacción que podría tener al verme -pues era la primera vez que nos tomábamos un tiempo de nuestra relación- me armé de valor y tomé el primer autobús que me dejaría a penas unas cuantas calles antes de la casa del señor y la señora Valeska. Cuando me bajé del autobús, caminé con cuidado de no resbalarme con la nieve y arruinar el ramo de flores que había comprado para sus padres. 

Sabía que Aaron no sería la primera persona que vería al llegar pero cuando Ja'la apareció en la entrada de su casa, dándole sus maletas a un chico que se parecía un poco a ella para que las subiera a la parte de atrás de su auto, realmente me sorprendí. Sus ojos castaños no me vieron al principio, estaba demasiado ocupada moviendo su centenar de maletas como para notarme pero cuando lo hizo la expresión de alegría que normalmente hacía cada vez que me veía pasó a ser una de desdén.

Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora