42- Nuestro futuro.

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Aaron:

-¿Ya estás listo? -pregunto, asomando mi cabeza dentro de nuestra habitación para buscarlo con mi mirada. 

Stephen está sentado en la cama, atando las agujetas de sus zapatillas negras y por alguna razón la vista me hace sonreír. Me siento algo tonto por ello. Ni si quiera está haciendo nada especial, sólo está atando sus agujetas, pero eso es más que suficiente para hacerme pensar que es increíblemente lindo y que me encanta vivir con a él.

Intento recuperar mi compostura y no dejar que la sonrisa de enamorado sin remedio se haga aún más evidente en mi cara, pero todo intento se hace inútil cuando él levanta la mirada hacia mí.

-Ya estoy -responde, sus ojos verdes encontrándose con los míos- Termino con esto y ya... ¿por qué sonríes? -me pregunta, soltando una sonrisa divertida y algo penosa.

-¿Tú por qué sonríes? -repongo, negándome a responderle que me encanta verlo amarrándose sus agujetas.

-Yo pregunté primero -se ríe.

Stephen devuelve su mirada hacia sus pies. Lo veo jalar las agujetas para que su zapatilla le quede menos holgada, y espero pacientemente a que las amarre para que pase a su otro pie pero -quizá porque lo estoy mirando demasiado- sus manos se mueven torpemente.

-Te tardas demasiado -suelto, acercándome para arrodillarme frente a él y tomar las agujetas de sus dedos- Dijiste que tenías clase a las 4, si no te das prisa llegarás tarde.

Un leve rubor colorea sus mejillas mientras yo amarro sus agujetas. Puedo sentir su mirada fija en mí a todo momento, pero pretendo no hacerlo hasta el momento en el que termino y puedo mirarlo de nuevo.

-Listo -digo, dejándome perder en sus ojos por un momento porque de repente se me olvida que está por llegar tarde.

-Gracias, mi amor -murmura, inclinándose hacia mí para darme un tierno beso en los labios- ¿Nos vamos?

Asiento, tomando su mano y recurriendo a todo mi autocontrol y racionalidad para no tirarlo de nuevo en la cama y hacerlo quedarse conmigo. Stephen se da cuenta aunque no digo nada y se echa a reír. Últimamente su habilidad de leerme el pensamiento cuando me quedo callado ha mejorado demasiado y no sé si tenga algo que ver con el hecho de que -al fin- me dijo que me ama, pero me gusta pensar que es por eso.

-¿No olvidas nada? -pregunto, quitando el seguro de las puertas de mi auto para que ambos subamos.

Stephen hurga en su mochila, haciendo una especie de chequeo antes de responderme y -una vez que se asegura de que tiene todo lo que necesita, me responde y se sienta en el asiento del copiloto.

Manejo hacia la universidad con algo de prisa y hablo con él durante el camino sobre lo que vamos a hacer esta noche. 

No es ninguna fecha especial ni un día que deberíamos de celebrar a lo grande haciendo una fiesta o algo así, pero los dos tenemos ganas de salir y de hacer algo. Y con mucha razón. Nos habíamos pasado las últimas semanas -por no decir meses- escondidos de todos en nuestra casa porque queríamos estar solos, lo que estuvo completamente bien porque nos reconciliamos, recuperamos el tiempo perdido, hablas e hicimos otras cosas que no hubiéramos podido hacer si alguien más hubiera estado con nosotros, pero ya es momento de salir y tener una cita o algo.

Nuestro plan de esta noche está entre dos opciones: ir al cine y luego a cenar a un restaurante no muy lejos de nuestra casa o ir a dar un paseo por el Central Park junto con Queen para luego cenar algo ligero en una de esas cafeterías al aire libre que tanto nos gustaban.

-¿Cuál prefieres? -me pregunta al mismo tiempo que se quita el cinturón de seguridad para ponerse apresuradamente su bata.

-Sinceramente prefiero ir a dar un paseo -respondo- nos vendría bien el ejercicio, hemos subido un poco de peso... ya estás cachetón.

Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora