30- Metamorfosis.

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Stephen:

El día siguiente del que Aaron y yo hablamos de las cosas que no nos parecían del otro -el sexo extremista y mi estancia en la casa de Elijah- me di cuenta de que nuestra relación iba a cambiar cuando Aaron tomó la caja donde guarda sus juguetes -como el vibrador anal, sus esposas y otras cosas de las que no tenía ni idea de cómo llamar- para llevársela a algún lado lo suficientemente lejos como para hacerlo vestirse con ropa de calle y llevar sus llaves del auto en una mano.

Él se acerca a mi antes de irse. Se inclina sobre la cama y me planta un corto beso en los labios seguido por una sonrisa apacible que no me da ninguna idea de lo que va a hacer con la caja.

-Ahora vuelvo -me dice antes volver a darme otro beso, pero esta vez uno un poco más largo que el anterior.

-¿A dónde vas? -pregunto a penas se separan nuestros labios.

-Dijiste que no te gusta nada de esto -responde al mismo tiempo que hace un gesto hacia lo que hay en la caja- Están en buen estado así que voy a ir a la tienda donde los compré a ver si la dueña tiene idea de que hacer con ellos -explica- y con lo que no se pueda hacer nada, simplemente los tiraré a la basura.

Lo miro intentando ocultar mi sorpresa. Nunca pensé que con sólo decirle a Aaron que no me gusta nada de eso sería capaz de llegar al punto de tirarlo todo a la basura, es decir, de alguna manera -desde el inicio de nuestra relación- Aaron y sus juguetes sexuales parecían un paquete.
Un paquete de experiencias acumuladas gracias al sexo que había tenido con muchas personas antes que yo y que me veía obligado a aceptar si quería continuar estando a su lado... y si él está renunciando a todo eso por lo que dije, ¿eso quiere decir que ahora es mío por completo? ¿quiere decir que ya no tengo que preocuparme por todas esas cosas?

Me ruborizo, sintiendo un no sé que en mi pecho y no puedo evitar soltar una sonrisa de oreja a oreja cuando la idea de que sus exs dejaran de ser una molestia -al menos durante el sexo- se cruza por mi cabeza.

-¿Por qué sonríes? -pregunta Aaron curiosamente al mismo tiempo que me muerdo el labio inferior en un inútil intento de ocultar mi creciente felicidad.

-Nada -sonrío- pensé en algo.

-¿En qué?

Niego con la cabeza, soltando una risa inevitable al momento en que comienzo a avergonzarme y siento mis mejillas arder. Él alza una ceja y se sienta a mi lado en la cama, acercándose tanto que me siento intimidado, pero no de la misma manera que siempre, si no de una que me hace querer reír como un tonto lleno de nervios y cubrirme el rostro con mis manos en un intento por parar la mirada de esos intensos ojos negros que podían desarmarme en cualquier momento.

-¿En qué? -insiste.

Vuelvo a negar con la cabeza con una sonrisa aún más grande, pero esta vez tomo su rostro entre mis manos.

El corazón me late como loco en el pecho. Está perdido y cautivado por el hombre que tengo frente a mi y no lo culpo. ¿Cómo podría no estarlo de una persona tan maravillosa como Aaron?

-Te quiero -le digo.

Lo beso. Toco sus labios en un beso suave y lento que me hace sentirlo y disfrutarlo. Él me besa de vuelta. Mueve sus labios sobre los míos después de tomar un respiración que me hace darme cuenta de que se quedó sin aliento cuando le dije que lo quería y es ahí cuando ya no puedo más.

-Siempre estás diciendo que te tengo hechizado -murmuro contra sus labios- pero creo que soy yo el que ha sido hechizado por ti.

Entonces un rubor y una sonrisa aparecen en el rostro de Aaron. Abro mi boca tanto como puedo en un acto de sorpresa por su reacción y suelto una carcajada cuando se cubre una parte de su rostro con su mano, claramente avergonzado por el rubor en sus mejillas.

Nuestro AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora