Descendientes - Mantener al margen

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-MI CAMINO XI-





— Entren a las casa están mejor allí —

Después de haber aterrizado en la aldea y de que Sofía sacara de entre escombros a una familia con mi ayuda, revisamos que todos los aldeanos no estuvieran necesitando ayuda o algo parecido.

Por lo que corroborando lo que queríamos, Sofía junto a Minimus y su ceño fruncido dijo lo siguiente:

— Esto no es nada igual a antes, nunca antes había luchado contra algo de la naturaleza —

Masculló.

— ¿luchar? ¿Naturaleza?, Sofía date cuenta que esto no es algo de la naturaleza y esto no es una lucha —

Exclamé a su lado. Ella solo bajo su mirada y suspiro tomando su collar y musitando algo.

— solo espero esto sea suficiente —

— ¿Sofía me estás escuchando? —exclamé, pero una vez que hizo que Minimus se elevará y se dirigiera hacia el enorme hoyo en el cielo, entendí que no le importaba lo que decía— esto es una maldita broma —

Ahora tenía que ser la protectora de una niña de quince años.

La enorme montaña se alzaba frente a nuestros ojos y a medida que intentaba acercarme a ella me veía atinada por un rayo, eso sin contar el hecho de que a Sofía se le daba perfecto hacerlo, es decir, era como si esto fuera algo de todos los días, esquivaba los rayos con tanta facilidad, solo escuche a mi Pegaso relinchar, fruncí mi ceño y supuse que me estaba juzgando, rodee los ojos y trate de alcanzar a Sofía, quien ya había descendido. Pero en cuanto lo hice un enorme rayo golpeo frente a el Pegaso negro, lo que hizo que cayera en picada.

Gruñí para mis adentros con toda la ira que tenía y de un jalón hice que el Pegaso se elevará y volviera a la carrera, llegando con desequilibrio total y un aterrizaje espantoso, donde resulte en el suelo y el tonto Pegaso sentado, Sofia socorrió a mí e intento levantarme, pero alce la mano con fastidio sin mirarla.

— Puedo hacerlo sola, gracias —

Masculle con fastidio, sacudiendo mi ropa y levantándome con la ayuda de mi cetro, que había accionado sin querer al aterrizar, algo que agradecía, pero percibí algo más, percibí el miedo emerger, fruncí aún más mi ceño y mire a mi alrededor, dándome cuenta que se trataba del caballo de Sofía e inclusive de ella misma, quien me miraba con angustia.

— ¿Qué te pasa? —

Cuestione.

— El...el cetro, creo que deberías calmarte, Meido —

Entonces entendí, del centro del cetro de la piedra morada con verde, empezaban a salir líneas negras que enredaban el cetro, quise argumentar algo, quise intentar calmarlos, pero era imposible si yo no lo estaba, si yo no podía calmarme a mí misma.

Gruñí por lo bajo y me aleje de ellos.

— Tu revisa la derecha de la montaña y yo iré por la izquierda, si no encuentro nada te buscaré —

Mire de reojo hacia atrás donde Sofía se encontraba. No quería tener que hacer que Sofía temiera más de lo que estaba, aunque debía admitirlo era complaciente, pero simplemente no estaba bien. Debía aprender a controlar eso y Sofía no sería de mucha ayuda.

— Meido, espera, no deberíamos —

Cerré mis ojos con fuerza y con un simple toque en el suelo de mi bastón una rocas descendieron de la montaña cortando nuestra comunicación, nuestros caminos, no quería tener que lidiar con esto, no ahora, debía averiguar qué era esto y acabar con la amenaza, aunque sí era Sofía la que lo encontraba primero... No me lo perdonaría jamás.

Entonces, en mi lado de la montaña, pronto cuando deje de escuchar a Sofía, solo veía montones de rocas y hierba seca, con una subida, en la cual me encontraba, en forma de espiral, aunque solo se tratara de eso y que la montaña era un simple cono, mire hacia abajo y entendí lo que los rayos hacían, no quemaban los árboles o los cortaba, causaba el deterioro de ellos, los hacía secarse por completo y así todo lo que se encontraba a su alrededor. Gemí con angustia al pensar que esto podría llegar a pasarle a alguien y que no habría forma de cambiarlo, puesto que esa persona podría desaparecer de la tierra, mire hacia el suelo en el que me encontraba y cerré mis ojos aferrando mi agarre a mi cetro.

— quiero ser buena, quiero poder sentir, quiero ayudar a la personas, por qué quiero cambiar el mundo para bien —

Recite las mismas palabras que una vez dije frente casi podía escucharlo a él decirme: escucha a tu corazón

Apoye aún más a mi bastón, queriendo con todas mis fuerzas que Mal y los demás estuvieran aquí, aquí a mi lado, que me ayudaran a hacer algo, pero lo cierto era que... No había nadie, absolutamente nadie.

Ni Sofía. Ni...

Fue entonces cuando sentí como una luz emergía detrás de mí y como mis sentidos se alertaron de inmediato, pero ya era demasiado tarde, cuando estaba cayendo por culpa de un rayo, pero cuando menos lo pensé sentí como alguien tomaba mi mano y jalaba de mí para terminar tirados ambos en el suelo, respire hondamente, tapando mis ojos y sintiendo mi corazón en mi garganta y cuando me dediqué a levantarme y decirle a Sofía que debía seguir el plan me di cuenta que no se trataba de Sofía, no se trataba de nadie que conociera, no era...no tenía idea de quién era.

— Por poco caes —

Masculló mirando hacia abajo.

— ¿quién eres tú? —

Cuestione con una ceja alzada a la chica de cabello blanco y trenzado, que llevaba un singular atuendo de una chica que practicaba equitación completamente celeste.

— No importa quién soy, lo importante es que supongo que se lo que hago aquí —

— Perfecto —masculle— porque yo no sé qué hago aquí —

Desvíe mi mirada y bufé— supongo que...gracias por la ayuda —y seguí mi camino sin esperar respuesta, pero aún así ella dijo:

— no puedo irme aún, tú me necesitas, no te he dado mi consejo —

Alcé una ceja y me giré hacia ella.

— ¿Tú consejo? —cuestione incrédula.

— sí, como toda princesa que el collar llama, se le debe una ayuda, el collar me llamó y me trajo a ti, así que necesitas ayuda y un consejo —

— ¿Princesa? ¿Eres una princesa? —

Cuestione con una ceja alzada.

Ella sonrió de lado y con sus ojos azules los cerró y se inclinó levemente.

— Soy reina de hecho, Reina Elsa de Arendelle —

Y se volvió a erguir para sonreír de lado y debía admitirlo, pues a diferencia de las demás princesas, ella parecía más seria, más centrada y con menos carisma.

— Nunca he escuchado un nombre así —

— Si, lo sé —comentó— me lo dicen mucho —suspiro rendida e hizo un alardeó— no importa —

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora