Descendientes - Sin control

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-MI CAMINO XXI-




MEIDO

Al final, logré parar esa destrucción total, me aliviaba al menos haberlo hecho antes de que destruyera todo Encantia, pero gracias a eso también mis energías se vieron afectadas.

Mis poderes también, ahora sabía que no los controlaba del todo y eso realmente me asustaba.

— toma este té, Sofía lo preparó para ti —después de todo era cierto. Tristán estaba aquí y no era una visión de mis minutos antes de la transformación.

Aún así no podía evitar sentirme incómoda estando con él, aunque también sentía como mi corazón brincaba mirándome de esa forma.

— ¿aún te sientes mal? —Estaba demasiado atento, tal y como recordaba al Tristán de antes.

¿Por qué estaba aquí? Es decir, se supone que estaba con Ryan en el palacio blanco junto con su gran alianza blanca y todo eso.

¿Qué hacía aquí? Suspire pesadamente, no podía dejar de sentirme intimidada con su mirada, ¿por qué lo hacía tanto?

Hice un amago con mi labios y me removí, incómoda por el momento, soltando el té y levantándome de inmediato de la cama, aún me sentía extraña, mi cuerpo aún sentía la adrenalina del poder de Maléfica en mi. ¿Qué hubiera pasado sino me hubiera detenido? Simplemente todo sería mucho peor.

— Meido... —

— ¿como regrese a mi forma natural? —cuestione sin mirarle. Seguro me miraba así porque tenía miedo de cómo me había visto, aunque a decir verdad, no podía sentir ninguna pizca de eso en él.

Un silencio de promulgó, entonces presentía que estaba pensando en lo que me diría, cuando finalmente lo hizo— Te desmayaste —murmuró.

Me desmayé eh... ahora entiendo, no pude con tanto poder. A este paso todo acabaría.

Ligero y preciso no busco improviso

El cetro de Maléfica volvió al estado que le había estipulado, el anillo en mi mano ardía, lo sabía, la energía maligna aún estaba fuerte, no se controlaba. A este paso no podría seguir en Auradon así, debía encontrar cuanto antes al genio, solamente el me ayudaría a mantener la magia interior.

— ¿estas bien? —por un momento había olvidado que él estaba aquí, mi mano aferrada a la otra, seguramente parecía una loca.

Pero una tercera presencia sentí y fue cuando la puerta fue abierta y Sofía apareció tras de ella.

Que alivio, estaba bien. Solté el aire, creo que es lo bueno que veía en esto, todos estaban bien.

— Meido, has despertado — sonrió aún más que de costumbre y caminó hacia mí para mantenerme en sus brazos— que alegría, no podía dejar de pensar en cómo estarías — musitó en mi oído.

Hizo un amago con los labios y tome su cintura para tratar de separarla de mi, lo real es que no se me daban bien los abrazos. Ella entendió, pues se separó de inmediato y rió nerviosa.

— perdona, es que es la costumbre —

Suspire y me senté en el sofá que estaba cerca de la ventana, parecía que tenía una herida en la cabeza porque tenía una venda blanca puesta.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora