Descendientes - Noche Mágica III

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CUANDO SE LE INDIQUE










-MI CAMINO LXXI-









Una vez más, la segunda persona que descendía se posicionó en la parte final de los escalones, La reina Mirana y el príncipe Tristán saludaban alegremente.

— Aún recuerdo cuando mi pequeño estaba totalmente indefenso jugando a los soldaditos —y aquí va, el clásico discurso de una mujer orgullosa de su hijo.

Oculté una sonrisa y retrocedí un poco, pero fue cuando Ryan tocó mi cintura— es hora de ver al príncipe de cerca ¿no te parece? —y allí iba, Ryan me empujaba hacia adelante.

Pero yo trataba de retroceder— oye, espera —masculle.

— ¿esperar a que? —me estaba alejando de los demás y estábamos entrando en la multitud.

— pero ahora, el príncipe está dispuesto a tomar su tiempo en el reino, un fuerte aplauso por favor —la reina Mirana alzó su mano tan delicadamente y los aplausos se oyeron— es hora del vals —masculló complacida.

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Su mirada de inmediato paró en mí, me había reconocido ¿como? Entre tanta gente ella me miraba sonriendo.

— Tu turno preciosa —gruñí hacia Ryan, pero él solo me dio un leve empujón dejándome sola.

— por favor, den espacio para el primer baile del príncipe de Marmóreo —y se dispersaron como aguas de ambos lados.

Pero fue entonces, solo entonces en cuanto la mirada de Tristán también fue a parar en mi, sonreía, sonreía en mi dirección, su madre susurró algo en su oído y él solo asintió, se acercó a mi, cada paso era un gran peso en mi corazón, mi respiración se estaba entrecortando ¿cómo era posible? No había experimentado esto nunca jamás.

Y de alguna manera, esto me gustaba mucho.

Ya frente a mí hizo una leve reverencia, la cual correspondí— princesa Meido —masculló en lo bajo.

— Príncipe Tristan White De Marmóreo —bromee con una sonrisa de lado.

Entonces se levantó— ¿me permites este baile? —

No era que no quería, ni tampoco era por los nervios, la única razón por la que tenía, era por el hecho de que no sabía bailar, jamás lo hice.

— tal vez, solo debería ver —masculle indispuesta.

— ¿ver? —cuestionó divertido, pronto se acercó mucho más de lo que había previsto— déjame enseñarte el vals de La Amore —masculló y sin previo aviso tomó mi mano y me llevó al centro de la pista, quizás unos pasos más allá de donde estábamos.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora