Descendientes - Estéfano y Tristán

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-MI CAMINO XVIII-




— Esto es algo alucinante, ver a la hija de una de las hechiceras más poderosas —

— Hada, Maléfica era un hada —

— Como sea, tenía un poder inigualable, pero si tú estás afuera ¿ella también? —

Bufé ante su pregunta y me senté sobre una roca, sabía que no tenía tanta fuerza como antes, estaba cansada, la energía que emana del cetro antes aún estaba dentro mío y no me daba tanto chance de tomar un respiro.

— Esa es otra historia, que desconozco, Cedric, pero si tanto te interesa creo que deberías ir a Auradon un día de estos y preguntarle a él Rey Ben en persona —

— Juraría que si me dices que eres la hija de Maléfica y no tienes el cetro — río y se cruzó de brazos — No te creería —

— ¿Bien tienes algún problema con eso? Creo que es suficiente de mi vida — me levanté al instante y un fuerte estruendo se escuchó, el inservible hechizo que Cedric había hecho se había roto y ahora se había liberado más desastre que antes.

— Oh no, no, no —

— No es tiempo de lamentarse hechicero — con un fuerte toque de mi bastón en el suelo y un respiro profundo me posicione bajo la gran tormenta y lancé un campo de protección improvisado.

— Tienes razón, además tengo algo en mente y tiene que ver con tu increíble poder— los ojos de Cedric deslumbraban de un verde brillante mientras petrificado era atraído por el poder del cetro.

Era lo que decía el hada madrina, Cedric era un humano mago, tenía debilidades como todo humano con respecto a la magia.

— Bien, si tienes una idea será mejor que la ejecutes ya — exclamé para despertarlo de su ensueño.

Parpadeo unas cuantas veces para luego mirarme y fruncir el ceño mientras se alejaba corriendo con su enorme bata de hechicero.

Volví mi mirada al gran estruendo, lo mantenía hasta ahora... bien, sé que puedo.

Solo... un poco... más.



SOFIA

— Los calabozos están bajando las escaleras del jardín real —

— Wao, que elegancia la de ustedes —

Reí nerviosa y miré de reojo a Tristán.

— Bueno, no del todo, es decir está cerca del mar y es más rápido para que... —

Tristán paró en seco y me miró con miedo. Aunque últimamente no ha habido mucha marea. Pero su ceño se frunció levemente y luego bufó mientras corría más rápido.

— No puede ser posible Sofia —

Masculló delante de mí.

Hace un año conocí a Tristán, en un baile que la reina blanca había realizado para conmemorar que Tristán estaba en la edad de asumir las responsabilidades de ser el Rey, lo cual admiraba de él, aunque no me tocaba parte en el reinado de Encantia, aún así seguiría siendo una "lady", pero aquel día en que Ámbar me tocó el tema de Tristán de que podría entablar una buena amistad con él y así finalmente poder... obtener el puesto más importante en su corazón, porque Tristán no entablaba amistad con nadie, era de pocas palabras y según Ámbar podría obtener algo más que solo amistad con él, ya que con mi carisma y buena voluntad... lo cual si, me ayudo a acercarme a Tristán, pero solo como amigos, estoy enamorada de Tristán, pero él no se enamoraba de mí, solo... se limitaba a ser cortés y compartir ideas conmigo, pensé que si seguía podría llegar a tener un puesto en su corazón, pero solo me aprecia como una amiga, no obstante me contó después de su ida a Auradon ... sobre una chica, estaba feliz por él, pero no emocionada. ¿Como una chica que estuvo con él solo tres semanas pudo conquistarlo? Y yo.... dure un año con él... y nunca se dio cuenta de lo que sentía.

Bajando las escaleras del calabozo, después de pasar a: Steven y Michael, guardias del calabozo, también estaba León, quien fue el que nos condujo a través del gran túnel, entramos en las escaleras que nos conducía a la puerta de la habitación más grande.

— ¿desde cuándo no limpian este lugar? —

— Los guardias no pierden el tiempo con eso, la marea va constantemente subiendo y bajando, el olor no puede quitarse fácilmente, por lo que nos limitamos a dejarlo así —

Fue León quien contestó a Tristán, mientras este iba liderando.

— Bueno, si, tienen razón —

Era de esperarse que las puertas estuvieran fortalecidas con demasiada seguridad. Leon abrió las tres cerraduras y suspiró pesadamente.

— Pocas veces hacemos esto, pero surgió el momento— seguidamente respiró hondo y al abrir las puertas exclamó: LAS PUERTAS ESTÁN SIENDO ABIERTAS.

Entre las penumbras que se alzaban en ese pequeño cuarto, la luz del sol daba un rayo de esperanza y allí diluido en un pequeño rincón, se hallaba un joven peculiarmente desaliñado y con pinta de no haber dormido por días, su mirada mostraba odio en cuanto nos vio a mi y a Tristan, más que nada a mi, puesto que yo fui la que lo traje hasta aquí junto con unos guardias.

— Hola, mi nombre es Tristán y he venido a sacarte de aquí —

Sonaba amigable, como si intentara lo posible para ser bueno con él, pero Tristan siempre era bueno, no era necesario que hiciera eso.

— No suenes como retrasado, sé muy bien lo que quieres hacer, no te guardo rencor, solo estoy frustrado —

Tristan reprimió una frase y suspiró pesadamente:

— Supongo que debes tener sed y hambre —

— Solo quiero salir de aquí, quiero terminar lo que mi padre empezó —

— ¿Hablas del enorme agujero en el cielo? —

Cuestioné tras de Tristan, el no planeaba moverse y yo no haría lo que él no me pidiera.

— Princesa Sofia, ¿cómo le va? ¿Hace cuánto que no la veo? Tal vez... dos horas —

Dijo lo último con sequedad, recorriendo mi espalda con un escalofrío terrible.

— Perdona, pero eran las reglas —

— Claro y como toda princesa primorosa debía seguir las reglas —

— No soy una princesa primorosa — mascullé desviando mi mirada.

— ¿cómo te llamas? — cuestionó Tristán para desviarlo de mi.

— Estéfano... — suspiro pesadamente y se dedicó a levantarse y sacudirse, pero tambaleó y fue Tristán el que lo sostuvo.

Cuando me di cuenta llevaba una varita en su mano, aferrada a ella, mientras las cadenas estaban destruidas en el suelo y él estaba totalmente libre...

— Tú...—

— Pensaba irme con un hechizo pero ya que abrieron las puertas es mejor, pienso acabar con esto o sino más gente resultara herida... —alejándose de Tristán y sacudiendo la varita, los guardias a disposición para disparar, fue León quien me resguardaba tras el.

— ¡Tristán cuidado! —

Exclamé. El chico blanco simplemente sonrió de lado y se cruzó de brazos.

— No podrás hacerlo solo, déjanos ayudarte, Estéfano —

— No, simples príncipes como ustedes no podrían ayudarme —

— No soy un simple príncipe — y cuando menos lo pensé, una fuerte ventisca de frío apareció, envolviendo nuestro alrededor.

¿De dónde provenía eso?

— Im.imposible —

— Soy el hijo de la reina Blanca, nada es imposible en el país de las maravillas — finalmente Tristán desenvainó sus manos y sonrió triunfante, en un momento en el que Estéfano trató de caminar lejos de Tristán, pero cayó al suelo, fue entonces cuando me di cuenta que sus pies se habían adherido al suelo... con hielo.

— Entonces qué dices Estéfano, ¿recibirás nuestra ayuda? — 

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora