Descendientes - Diamante en bruto

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-MI CAMINO XXXVII-




Y, la verdad, no se me ocurría ninguna, ninguna excusa que pudiera explicarme el por qué debía ir en una mañana así, con tremendo sol sobre nosotros y con ellos, a un paseo que Alía había determinado a tan temprana hora. De por sí tenía sueño, de por si estaba cansada porque anoche no dormí casi nada, la fiesta había terminado a eso de las tres de la mañana, luego de ella, Tristán y yo no volvimos a cruzar miradas, ni palabras y Ryan solo se limitaba a comer todo lo que veía.

Pero, creo que fue lo que dijo el Genio, por lo cual estaba aquí.

— a veces el desierto te puede mostrar cosas alucinantes —

Si, si iríamos al desierto abierto, por una ruta en la cual Nadim y Alía amaban pasear.

— esto será maravilloso —y ella parecía no poder contener sus ansias.

Cada uno iba en un camello. A decir verdad, jamás había montado uno, era alucinante estar sobre uno. Con sus enormes jorobas. Ryan parecía controlarlo muy bien.

— ME VOY A CAER —se cayó.

Como dije, podía controlarlo muy bien.

Abrieron las puertas del palacio y la ciudad se abrió ante nosotros, las miradas de aquellos no demoraron en estar sobre nosotros. Y este velo en el rostro realmente me estaba sofocando.

— repíteme ¿por qué debo tener esto? —cuestione con fastidio.

— Es parte de la elegancia de una vestimenta Arabe —comentó Alía con honor. Seguía expectante a su respuesta, esa que me hiciera entender el por qué. Pero ella no se molestó en mirarme y acercó su camello al de Tristán— será maravilloso, como la vez pasada —estaba encantada con lo que estaba diciendo y a él si lo miraba.

Bufé y baje mi mirada, al menos este velo podría ocultar mis expresiones.

— creo que no llegare vivo a este palacio —masculló Ryan a mi lado tratando de maniobrar al pobre camello.

— ¿puedes controlar un caballo, pero no un camello? —cuestione sin mirarle.

— Es más difícil y más tercos, para tu información —

— Si, si —masculle con desdén.

— verás que te divertirás mucho con nosotros Meido —Nadim vestía hoy más casual que de costumbre, pero siempre con su sonrisa.

— sí —a él si fui capaz de mirarle, no quería que pensara nada raro de mi.

Las personas se apartaban de nuestro camino, a medida que pasábamos, podía ver miles y miles de cosas, casas de lado en lado, portando muchos de ellos montones de baratijas y el olor a incienso en cada esquina. Alía era la que lideraba la marcha, junto con Tristán. Creo que al final serían así siempre. Las personas mostraron reverencia a medida que pasábamos.

Yo iba junto con Nadim, Ryan trataba de equilibrarse en el camello tras de mi.

Y el sol, en su punto me agobiaba, aún así, cuando nos encontrábamos en el desierto pleno, Alía miró a Nadim y gritó— UNA CARRERA —Nadim no dudo en acercarse a ella y poner en marcha a sus camellos.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora