Descendientes - La magia que se puede controlar

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-MI CAMINO LIII-














MEIDO

Y cuando por fin pudimos atravesar el portal, una luz nos cegó al principio, pero terminamos abriendo los ojos y nos dimos cuenta de que habíamos vuelto al palacio de Arabia.

La alfombra descendió.

Y para cuando me había vuelto a levantar me di cuenta que mis alas ya no estaban y mis cuernos mucho menos, creo que la magia de Maléfica se había calmado dentro de mi. Mi cetro estaba en el anillo y la sensación de que aún tenía las cadenas era detestable, pero aferrando mis manos, supe que aunque todo eso fuera cierto, mi destino podía ser capaz de cambiarlo, sin estar siguiendo órdenes de nadie.

— Meido —entonces sin darme cuenta la voz de Ryan llegó a mi, estaba justo frente a mi, parecía que no podía creer lo que estaba viendo, pero también se veía aliviado— ¿estas bien? —

Fruncí mi ceño y asentí— estoy bien, Ryan, no es necesario que lo preguntes —masculle algo confundida por su actitud. Aún así sonrió de lado y asintió, pero suavizó la mirada.

— es un gran alivio —masculló, pero luego miró a Tristán y frunció su ceño— ¿por qué demoraron tanto? —exigió.

Abrí mis ojos en par y desvié mi mirada. Creo que ahora mismo era difícil explicar eso.

— princesa Meido —pero entonces apareció Alía a mi lado, envainando una espada y mirándome con cierta altivez— veo que ya no desprende esa aura demoniaca —

Asentí con el ceño fruncido. Era una mentirosa, me hizo creer que había algo entre ella y Tristán.

— aun así, no puedo dejar de ver que insistió en usar magia —la miré sorprendida.

— no estaba en sus cabales, Alía —pero Tristán habló tras de mí.

— Tristán se lo que vi, sí, estaba bajo el hechizo de ese tipo, pero aún así eso nos demuestra realmente que es una amenaza en este castillo —

Esta chica no sabía cuándo parar eh.

— Alía... —alce una mano para detener las palabras de Tristán y sonreí de lado con una ceja alzada, expectante a lo que había dicho— así que ¿una amenaza? —cuestione con regocijo.

Mis ojos ardían profundamente, era tiempo de detener a esta princesa.

— usas tus poderes cuando te da la gana y eso no está permitido, Princesa Meido —aun así ella resistía a mis encantos malévolos y permanecía firme.

Me crucé de brazos— ¿en que momento llegue a herir a alguien? —cuestione expectante.

Ella parpadeó y desvió su mirada, reprimiendo sus labios y pensando en algo.

— haya o no dañado a alguien, las reglas estaban hechas —pero entonces la voz de la sultana apareció en mis oídos.

Gruñí y aferré mis puños, mirando por milésima vez a una Jazmín enojada y altiva.

— ¿cómo pudo no hacerlo si estaba bajo un hechizo? —fue entonces cuando Ryan se lanzó a la defensiva.

— así es, sultana, era imposible no hacerlo —fue entonces cuando Tristán alzó su voz.

— ¿no es aquella la única que puede sostener el poder de Maléfica? Si es así, entonces ¿que le impedía salir del trance? O ¿Acaso no puede hacer nada con esos poderes y controlarlos? —me sacaba de mis casillas.

— pues lo crea o no, por eso vine, sultana —fruncí mi ceño y camine hacia ella— la única razón por la que estaba aquí era para poder que él Genio me ayudará a controlar mis poderes —

— en eso la apoyo —el Genio reía detrás de Jazmín nervioso.

— sea como sea, pone en riesgo Arabia —ella seguía contradiciendome.

Esto era el colmo, fuera o no mi culpa, el único hecho que ella veía era que tenía un poder maligno y que era descendiente de una mujer que causó mucho daño.

— usted solo busca una excusa para largarme de este lugar, Sultana, ¿es eso lo que quiere? ¿Por qué no simplemente lo acepta? ¿Por qué no le pide a sus guardias que me escolte lejos de Arabia? ¿Teme que su reputación de bondadosa con los demás se tache en Auradon? Estoy tratando de hacer todo lo posible y buscar "ayuda" como lo pidió la hada madrina, para proteger mis poderes y aún nadie ha podido ayudarme, ahora Auradon está bajo ataque de no se que y no puedo ir porque el hada madrina cree que es muy peligroso para mi, estoy en este viaje para controlar estos poderes y así poder seguir protegiendo a Auradon, solo pido ayuda y usted simplemente me trata como bastarda, estoy dando mi mayor esfuerzo y no quiere siquiera ayudarme —mis ojos ardían.

Estaba furiosa, pero de alguna manera lograba sentir la magia dentro de mí, aún así mis sentimientos relucían, estaba segura que en cualquier momento desprendía mi energía maligna.

Y entonces la sultana Jazmín, calló por instantes y miró al genio— encárgate tú de ella —y se fue sin más.

El genio solo la vio irse— creo que deberías ir a tranquilizarla —masculló al sultán, a lo que este asintió y se despidió con una reverencia. Entonces el genio me miró y sonrió de manera tierna— lo lograste —masculló finalmente.

Alcé mi ceja— ¿lograr que? ¿Enfadarla aún más? Pues si —suspire rendida.

— no, no, tu magia, lograste contenerla —

No entendía.

— pero, ¿de qué hablas? —

— ¿Sabes que es más fuerte que la magia de Maléfica? —

Lo pensé— ¿la de un genio? —dude en responder.

Él rodeo sus ojos y asintió— ósea sí —bufó— pero más grande que la magia de Maléfica, también es el amor —dijo con simpleza pero con una sonrisa.

Parpadeé unas cuantas veces sin entender. Entonces se separó de mí y se dirigió a Tristán— lo lograste muchacho, gracias a ti, ella ahora podrá controlar sus impulsos mágicos —y seguidamente le dio unas palmadas en el hombro.

Tristán estaba igual que yo y solo era capaz de analizar lo que decía.

— perdona, Genio, pero ¿puedes explicarlo? —río Tristán .

— yo puedo hacerlo mejor —fue entonces cuando Diaval apareció en mi vista, me sonreía, como siempre.

— me alegra que esté bien, mi ama, jamás dude de usted —una leve reverencia— en cuanto a usted príncipe Tristán, el amor que sentía por mi señora, fue insertado de alguna manera en su alma, como una especie de medicina y obstruye todas las heridas (en su caso inseguridades) que la abordaban, esto le permitió recuperar sus fuerzas y al mismo tiempo, recuperar poco de su control, así también controlar la magia con éxito —

¿Medicina?

— ¿Y qué importa lo que el mundo quiera? —en ese momento Tristan...— ese fue el mundo que otros te enseñaron, Meido, un mundo donde estás obligada a no ser tú —sentí como el alma de Tristán me invadía, sentía como su magia fría recorría la mía, que parecía estar descontrolada y como enfriaba todo dentro de mi— yo no quiero enseñarte esa parte del mundo, princesa —y su sonrisa fue como un viento helado que ahuyentó todo enojo y toda tristeza, parecía que finalmente me sentía en paz.

El remedio a mi tortura, fue... Tristán.

Descendientes: Un viaje hacia el mañana... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora