Capítulo cuarenta y cinco.

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SIDNEY RODRIGUEZ.

Siete y cuarenta.

Siete y cuarenta y uno.

Siete y cuarenta y dos.

¡Por el amor de Jesucristo, ¿Donde malayacion deje el otro par?!

Ah, estaba detrás de mí.

—¿Apuradita? —preguntó Theo apoyándose en el marco de la puerta con las dos muletillas.

—Se supone que sí —respondí restándole importancia a su comentario y sin levantar la mirada procedí a colocarme la goma.

Al terminar me levanté de mi cama, pero la voz de Theo hizo que me detuviera ahí y que no siguiera caminando.

—Te quiero pedir una disculpa por lo de esta tarde —luego de eso resoplo porque aún no lo miraba.

Miren, les explico; Mami le comento a los demás de que saldré en la noche con Nelson, tía me dijo lo mismo que Mami pero de una forma no muy bonita «Sin gorrito no hay diversión» y abuela estaba feliz por ello, ¿y cómo no? Iba a salir con mi amor platonico, algo que sinceramente nadie esperaba que pasará, pero ajá a el único que le cae mal sin razón alguna es a Theo.

En fin, a eso de las cuatro empezamos a discutir y el muy hijo de su madre me llamo regalada, puta y zorra, sin mencionar que la discusión fue grande.

Y todo eso por salir con Nelson.

Ni que me estuviera casando, aunque ganas no faltaban.

Total, lloré por un buen rato y ahora estoy levantada y me siento la más perra de todas.

Okeeey, mucha junta con Elena me esta afectando.

—Ajá —musité sin darle importancia y camine hacia la peinadora para arreglarme mejor el cabello.

—Es en serio Sid, yo no te quise llamar así, me salió por—

—impulso —completé apretando mi cola —. Me vale mierda Theo, ahora por favor ¿puedes irte de mi habitación?

Lo miré por el espejo y su expresión era de pura tristeza.

—No eres mi prima, eres una hermana para mí, y sé que estuvo mal hecho decirte que eras una regalada y lo demás, pero Nelson no me da buena espina, él es... idiota y no me gusta como trata y habla de sus cuadres —baje la mirada, trague saliva y la volví a subir pero esta vez mirandome a mí —. Yo te amo Sidney, desde que naciste quise cuidarte y protejerte de todo mal, me prometí a mi mismo a los cinco años que nunca te dejaría caer, que siempre estaría contigo, y sé que lo primero lastimosamente lo rompí pero ahora estoy aquí, cuidándote y no queriendo que—

—Vete ya, Theodore —lo interrumpí —. No quiero escucharte.

Miré por el rabillo del ojo como asintió y empezó a caminar con las muletillas. Al no verlo por la puerta choque mi cabeza con la madera de la peinadora y solté una maldicion.

¿Cómo puede esto pasarme a mi?

Él ha sido un buen primo, me ha querido de todas las maneras posible, siempre ha estado ahí, ¿y yo que hago? Tratarlo mal.

Carta » Nelson FariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora