Carta » Nelson Farias

Capítulo veintisiete.

SIDNEY RODRIGUEZ

Estaba en el auto del tío de Nerea. Le había dado la dirección de mi casa y hacia allá nos estábamos dirigiendo.

Desde que salimos del hotel ella no paraba de hablar sobre sus viajes y contando anecdotas, yo me unia muchas veces a la conversación, porque también he viajado pero no tanto como ella.

—Nerea —hablé haciendo que ella me mirará y luego volviera la mirada al frente —, ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro, ¿qué sucede?

—¿Quién es la admiradora tres mil? —le pregunté algo dudosa, quería saber que me iba a responder pero a la vez no.

Dios, que confusión tengo con mis sentimientos y pensamientos.

—¿Por qué la pregunta? —hundió sus cejas.

—Cuando discutiste el día de la fiesta con Nelson la nombraste, ¿en serio lo llamo poco hombre?

Nerea suspiró y suavizo su ceño.

—Sí, recuerdo que estuvo molesto por dos semanas solo por lo que ella había escrito eso.

Guao, era cierto.

Y guao, Nelson se molestó conmigo por preguntarle si era poco hombre.

Y dije dos veces guapo como una propia pajua.

Quería saber más, debia de saber más.

—Pero, ¿quién es ella?

—No lo sé, Nelson no lo sabe, nadie lo sabe, solo Elena.

—¿Elena? —dije fingiendo estar sorprendida — ¿En serio?

—Sí, la admiradora esa siempre le escribía cartas a Nelson cada vez que venia para acá y yo tenia tanto miedo de que me lo quitara. Él cuando hablaba de ella sonreía como si le gustara.

«... como si le gustara»

—Pero no la conoce —susurré.

—Exacto, pero aun así él (aunque siempre lo niegue) gustaba de ella.

Mi corazón empezó a latir más rápido y mis manos empezaron a sudar. Dios mio, esto debe ser una broma, ¿Gustar de Nelson? ¿Esto es un sueño?

Aunque en realidad él no gusta de mi, a él le gusta como yo escribo.

¡¡NADA, LE GUSTO A NELSON!!

—¿Cuando te diste cuenta de ello? —trate de sonar curiosa y lo logré.

—En el dos mil diecisiete, a finales de octubre.

Cuando me escribió la carta...

—Pero tal vez te estás equivicando —traté de animarla y yo de cegarme.

—Le brillaban los ojitos cuando hablaba de sus cartas, y cuando hablaba de mi nunca le brillo los ojos —tragó saliva y podría jurar que esto le hacia daño —. En fin, ya terminamos, esto no me debe de doler.

Ella inhaló aire y luego lo exhaló.

—Dios, él es tan...

—No encuentras la palabra adecuada, ¿cierto? —me miró de reojo.

—Sí —confesé.

—Durante un tiempo le tuve algo de rencor a la tal admiradora, y todo porque ella solo con cartas logró algo que yo con palabras no lo hice —dio la vuelta al carro y entramos a la calle por donde vivía —. Ganarse el cariño de Nelson.

—Dios... estoy sorprendida.

—Supongo... ¿Ahora voy derecho o cruzo? —preguntó y mi vista fue hacia el frente.

—Derecho —le indiqué —, yo te aviso cuando lleguemos a mi casa.

Asintió y el silencio se hizo presente en el auto, pero luego de algunos minutos Nerea lo decidió romper.

—¿Te confieso algo?

—Sí.

—Eres una grandiosa persona, desde el día que te vi en el ascensor supe que me caerías bien.

¿Les confieso algo a ustedes? Tengo miedo a que Nerea descubra que yo soy la tal admiradora, pero en fin, aun no lo sabe y eso es importante.

Le sonreí porque era increíble escuchar eso, hace bastante tiempo que casi nadie me lo decía. Hablo en serio.

—Y debo confesar que yo tuve una mala impresión de ti, pero ahora me doy cuenta que eres amable.

—E increíble —añadió ella y reí.

—Y eso también —admití —. Es aquí —le avisé y ella aparcó el auto en frente de mi casa.

—¿Tienes teléfono?

—Claro.

—Dame tu número para estar comunicadas, si quieres, claro.

—Por mi está bien, ¿tienes donde anotarlo?

Ella asintió sacando su celular del bolsillo de su chaqueta y agitándolo, le dicte el número y me despedí de ella. Al bajarme del auto ella habló.

—Nunca dejes que un hombre te haga daño Ney, eso es horrible.

—Nunca dejaré que eso pase, gracias Nere.

Ella sonrió sin mostrar los dientes y cerré la puerta del auto, este arrancó, y cuando lo vi alejarse y desaparecer de mi vista empecé a saltar de la emoción.

Le gusto a Nelson.

REPITO, LE GUSTO A NELSON.