Capítulo treinta y dos.

593 33 6
                                    

SIDNEY RODRIGUEZ

Mi abuela siempre me había dicho que no todo dura para siempre, y este abrazo no será la excepción.

Los golpes que provenían de la puerta nos hizo separarnos, Nelson tenia una cara de obstinación más grande que mis ganas de volver abrazarlo y quedarme ahí hasta que se hicieran las tres de la madrugada.

—¿Quien? —preguntó Nelson con su vista en la puerta.

Nerio —respondió la otra persona —. Bañate y vestite, en veinte salimos del hotel hacia la vereda del lago.

¿Eso no era a las cuatro, pues?

Van a hacer las cuatro, Nelson.

—Bueno —coloco los ojos en blanco —, en diez salgo para el loby y luego de eso se escucharon pasos alejarse.

¿Nerio no era el chico que me saco del hotel hace meses?

¿Acaso Elena ya no estaba ahí?

Oh, voy a matar a esa mamagueva...

—Creo que debo irme para que tú te puedas bañar tranquilo —me levante de la cama acomodando la falda que traía puesta.

—¿Por qué no te bañas conmigo? Así me bañaría más tranquilo como tu dices y además te recreas la vista —propusó Nelson con una sonrisa malévola en sus labios.

Idiota.

Qué idiota tan hermoso.

—Deja de chancear Nelson, eso conmigo no sirve —le informe, aunque realmente estaba mintiendo, eso conmigo servía y caía rápidamente a sus pies, pero tengo que hacerme la fuerte, tampoco quería que me viera como la fácil.

Y sí señoras y señores, se me paso la obstinación guión arrechera con Nelson gracias a su hermoso y cálido abrazo.

Dios, amaba a este ser.

Farias alzó sus manos con una sonrisa inocente en sus labios.

¿Ya había dicho que me encanta cuando Nelson sonríe porque sus hoyuelos son simplemente hermoso? ¿No? Bueno, ya lo saben.

—Yo no intento chancear contigo, solo te hice una propuesta —me guiñó el ojo.

—Muy atrevida —añadí.

—Solo será un bañito admiradora, ni que nos fueramos a morir —dijo inocente y con un aire de perversión.

Reí tapando mis labios (una costumbre que tengo desde hace tiempo) negando, y camine hacia la puerta para poder irme y salir de este lugar que se había convertido en puro aire de perversión y cosas indebidas.

Ay, no me paren.

—No me dijiste como te llamas —habló Nelson haciendo que girara sobre mi eje para verlo.

CIERTO.

—Ehm... sé me olvido —sonreí con los labios pegados —. Me llamó Sidney.

Carta » Nelson FariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora