Capítulo cincuenta y uno.

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NELSON FARÍAS.

Puedo explicarlo.

Puedo explicar la maldita razón por la que estoy arrecho y no he llegado a los quince años de Sidney.

Maldiciooooon.

Mi celular se ha caido en la piscina de la llanada gracias al hermoso del Brayan Carrillo que se le ocurrió la maravillosa idea de empujarme.

Yo sabia que a él se le había caído a su madre cuando era carajito y por ello era tan pajuo pero, ¿esto?

Se paso de pendejo.

Lo iba a matar ese día. De paso de que andaba obstinado viene el mamaguevo ese y me daña el celular.

Aún sigo arrecho con él.

Y aún tengo ganas de matarlo.

Pero lo que me da más arrechera fue lo que me dijo: «no te preocupéis, eso se arregla con ver a Sidney»

Muchacho marico.

Eso fue hace una semana y no tengo los benditos cobres para comprarme uno nuevo, porque sin decirte mentira lo gaste todo en cosas personales y en el regalo de Sidney.

Pero no señoras y señores, ahí no queda la cosa. Gabo y Víctor (otros seres hermosos y bien mamaguevos) se les ocurrieron la brillante idea de ir a Ciudad Ojeda para comprarle un regalo de ÚLTIMO MOMENTO a Sidney, pero como son unos gafos y no saben hacer nada bien me dejaron botado en una tienda.

Pero más gafo fui yo en querer acompañarlos.

Vergacion, tengo la arrechera a mil.

Son las ocho.

Y ya empezó los quince años de Sidney.

Y yo sigo arrecho.

Y sigo en esta mierda.

Quería llamar a Gabo o Víctor para que me vinieran a buscar pero adivinen, NO TENGO CELULAR.

Tampoco podía prestar uno porque no me sabia el numero de ninguno de los dos, y menos el de Elena. Y sí llamaba a mi padre diciéndole de que me botaron en Ciudad Ojeda me viene a buscar para llevarme directico a la muerte.

Ahora sí que Sidney me va a odiar.

Es que empecé el malayo mes con el pies izquierdo, torció, desfigurao', con todo pero nada bueno.

Me levante furioso de aquella banca en la que llevaba sentado como media hora y agarre una impotencia tan grande que robe un auto. Sí, como leyeron robe un maldito auto.

Ojalá dios me perdone.

No pienso las cosas antes de hacerlas, lo único que tengo en la mente es que voy a matar a coñazo limpio a los tres mamaguevos que se empeñaron en cagar mi bendita semana.

Ahora sí, voy manejando a una velocidad grandisima hacia Maracaibo. Sabia que el club quedaba cerca de la casa de Elena y se llamaba qué molleja, así que llegaría a la casa de Ele, me echaria un baño policía y saldría de nuevo pero directo al club.

Aveces me sorprende la seguridad que hay en esta ciudad, yo me robo un carro y nadie me persigue, nadie me amenaza, nadie hace nada. Llego a hacer algo así en Chile o Colombia y ya estoy en la cárcel.

Carta » Nelson FariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora