Capítulo cincuenta y dos.

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SIDNEY RODRIGUEZ.

—¡¡Nelson viniste!!

NO TE CREO.

¿SERÁ NELSITO, NELSITO?

Rompí mi abrazo con Eduardo regalándole una sonrisa sin mostrar mis dientes y voltee mi cabeza para ver si era verdad.

Adiós sonrisa, hola confusión.

Per-fec-to

Nelson Farías le tenia la mano agarrada a Sara, una amiga de confianza. Ella miraba a los lados como si fuera algo de que hablar y Nelson solo tenia la mirada puesta en mí.

Coño, su mirada no era nada bonita.

Estaban parados a unos metros de nosotros y quería matar a la mamagueva de Sara.

—Lindo vestido Sid —me halago en un murmuró el hijo de su madre que no se digna a felicitarme.

Lo detallé mejor y te juro que sentí que me derretía ahí mismo.

Su cabello estaba mojado, desordenado y caía en su frente, tenia una camisa azul oscuro arremangada a los codos, un Jean negro y zapatos de vestir.

Dios daddy, sí a todo.

Ya va, ¿no se supone que estaba enojada con él?

—Linda camisa Farias —le devolví el halago.

No te voy a mentir, quería salir corriendo hacia él y abrazarlo como nunca antes lo he hecho, pero no, mi orgullo puede llegar a ser más grande que eso.

—Bonita pareja —dijo regalándole una mirada para nada bonita a Eduardo —, muy bonita.

—Igual la tuya —le respondí viendo a Sara quien negaba con su cabeza —, pegan bastante.

Traicionera.

—Nelson... —la voz de Elena se fue apagando a medida que iba viendo mejor lo que sucedía —, vamos.

Nelson le soltó la mano a Sara y le dijo algo en el oído haciendo de que ella sonriera y asintiera con su cabeza. Yo sentí mi cuerpo arder en fuego, y le quise soltar todas las groserias del mundo en ese momento y agarrar a palazos a Sara.

¡Desgraciado!

Una mano se colocó en mi hombro y gire la cabeza para ver a la persona, era Eduardo pronunciando un "estoy aquí, no lo olvides" no audible.

El fuego que estaba empezando a crecer dentro de mí se apago al verle la sonrisa. ¿Por qué te tuviste que ir tanto tiempo para España niño hermoso?

Regresé mi vista al frente y Nelson me regalo una mirada sin expresión alguna, rodó los ojos y caminó hacia Elena.

—Tú estás pero él no —susurré para mí.

Quería correr, en serio, abrazarlo, decirle que deje la estupidez, que me explique por qué razón no me ha felicitado, que me bese, diooos, lo necesito a él.

¿Tan difícil es pa' él dejar el orgullo?

Bueno, para mí también es difícil pero NO ES EL CASO.

—Ahorita hablamos Sid —me dijo Elena antes de empezar a caminar con Nelson.

Maldito orgullo y maldita biporalidad.

—¿Ese era tu crush? —me preguntó Eduardo detrás de mí.

Siempre lo ha sido.

—Sí —dije viéndole la espalda a Nelson.

Carta » Nelson FariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora