Disco Dieciséis: Premonición

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Tuve que hacer un gran esfuerzo para no caerme al suelo en ese momento.

Mi habitación estaba destrozada.

El suelo estaba lleno de cristales que provenían de los espejos y de una de las ventanas. Esta tenía un gran agujero. Las almohadas estaban rotas y todo lo que tenía sobre el escritorio y los muebles estaba tirado en el suelo.

Cuando fui consciente de lo que había pasado busqué con la mirada mi libreta y mi joyero. No es que pensaba que me había robado las joyas, es que en él guardaba las fotos que tenía de mi padre y de mi familia.

Encontré la libreta al lado de la cama y me costó la propia vida llegar a por ella. Se me cayó el alma a los pies cuando la vi la cubierta separada del lomo. Había hojas sueltas, otras rotas y algunas arrugadas. Agarré todas las que pude y me senté en la cama.

No sé cuánto tiempo pasé allí. Mirando todo mi trabajo. Todas aquellas páginas en las que había plasmado todos mis sentimientos. Alcé la vista para observar mejor el dormitorio.

Los cajones de mi cómoda habían sido quitados y vaciados por la habitación. Mi armario estaba abierto, pero a simple vista la ropa seguía allí. El ordenador estaba en su sitio pero los libros, los bolígrafos e incluso las plantas, estaban tiradas por el suelo.

Era un desastre.

Y no sabía cómo lo iba a solucionar.

¿Por dónde empezar? Lo primero que tenía que hacer era quitar todos los cristales y arreglar la ventana. Intenté sacar fuerza para moverme pero no pude. Estaba agotada. No sólo físicamente, sino mentalmente también. Notaba que mi cuerpo pesaba y que una nube de tristeza se había instalado sobre mi cabeza y mi garganta.

Me repetía a mí misma que sólo eran objetos, que eran cosas reemplazables. Entonces otra aterradora idea se me pasó por la mente: ¿qué hubiese pasado si no hubiésemos ido a cenar?

Ahora sí me había hundido. Los gritos, los golpes, el miedo, todo estaba saliendo de mi sistema. Todo en forma de lágrimas. Yo que jamás había visto una pelea, que jamás había tenido problemas, ahora los tenía. Y era lo que había decidido.

—Chicos tenemos que explicarle todo esto a Dani. —Dijo Liam al otro lado del pasillo.

Sólo se escucharon pasos y algunos que otros suspiros. La puerta de la habitación se abrió ligeramente. El castaño entró en ella, pero estaba tan concentrado mirando los daños que no se dio cuenta de que estaba ahí.

—Dani...—Dijo al verme.

Daba pena. Estaba hecha un ovillo con la manta y alrededor tenía numerosas hojas rotas. Así que para evitar que me viera así, bajé aún más la cabeza y recé porque se fuera.

—Yo...No sé lo que decir. —En su voz se notaba el cansancio. —No te mereces esto, de verdad que no. Lo siento Dani, lo siento mucho.

Negué con la cabeza para hacerle entender que no había sido culpa suya, que no tenía de qué disculparse.

El sonido de unos cristales me sobresaltó y me giré en su dirección. Harry estaba viniendo hacia la cama con mucho cuidado. Como pudo se sentó a mi lado sin pisar ninguna hoja.

—Dentro de unos días nos reuniremos con Rob, pero entendemos si quieres irte. —Su voz se notaba triste y cansada.

¿Pensaban que me quería ir? Es cierto que esto era un motivo suficiente, pero no sería capaz de hacerlo. De dejarlos a medias con el disco, de dejar el proyecto más importante de mi vida a medio camino.

Me recompuse como pude y dije con un hilo de voz:

—No me voy a ir.

Aquellas palabras parecieron pillar por sorpresa a Harry.

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora