Disco Cuarenta y Dos: Bittersweet

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El peso del cuerpo de Harry sobre el mío encendía más terminaciones nerviosas de las que pensaba que tenía. Le había dicho que sí, que lo quería todo de él. Sus ojos verdes estaban tan oscuros, sus labios tan rojos y la tinta de su piel hacía que los volúmenes de sus músculos destacasen más. 

Estaba perdiendo el control y no me daba miedo. Estaba muy segura de mi decisión. Lo que me preocupaba era el después. Era poder mantener esto en secreto una vez que su cuerpo y el mío se conociesen. 

Todos mis pensamientos se disiparon en el momento en el que Harry desató hábilmente mi sujetador. Una sonrisa iluminó su rostro. Instintivamente, llevé mis brazos al pecho para taparme. Aquello había despertado algo en el castaño, porque mordió su labio inferior con fuerza. 

—Danielle, desnúdate. Por favor, no te tapes. 

Su voz sonaba profunda y calmada. Hablaba más lento de lo que ya hablaba de por sí el castaño. Pero oír su voz pidiendo que le enseñara mi cuerpo, me llenó de una sensación de calor que no quería que se fuese jamás. 

Lentamente, deslicé mis brazos, llevándome conmigo el sujetador. Me concentré en la mirada de Harry y en cómo recorría mi cuerpo. Intenté dejar a un lado todo el miedo, toda la inseguridad y todas las dudas que tenía sobre mi cuerpo. Porque estaba pasando. Iba a pasar. 

Así que decidí dejarme llevar. 

—Harry, bésame. 

Escuchar mi voz sacó un poco de balance al castaño quien me miró extrañado. 

—Por favor, Harry, bésame —le supliqué. 

Antes de que pudiese terminar la frase, Harry acortó el espacio que había entre nosotros y sus labios enredaron a los míos con firmeza. Llevé mis manos a sus hombros para acariciar, tocar y besar todo lo que durante este tiempo no había podido. 

Por otro lado, una de las manos del castaño se instaló en mi mejilla y entre beso y beso, deslizó su pulgar por mis labios. Entre todo el caos que reinaba entre nosotros, paró. Y sólo se dedicó a acariciar mis labios como si fuese la primera vez que los tocaba. Ante su contacto, abrí mi boca lentamente y él aprovechó para introducir su pulgar un poco más.

No sé por qué ni qué se me pasó por la cabeza, pero acaricié su dedo con la punta de mi lengua. Aquello hizo que el castaño perdiese el autocontrol que le quedaba porque pegó su cuerpo al mío y con un ligero movimiento me dejó claro qué efecto estaba teniendo en él. 

Fui yo en aquel momento la que agarró su cuello y mordió su labio inferior para después volverlo a besar. En algún punto, Harry descendió su mano y comenzó a acariciar mis pechos haciendo énfasis en la parte sensible de estos. Perdí su contacto en mi boca cuando comenzó a descender. Repartía ligeros besos por mi cuello, mi clavícula, hasta llegar a mi pecho. 

Su lengua acariciaba la parte sensible de mi pechos mientras sus manos descendía hacia mi zona íntima. Allí, una de sus manos apretó el interior de uno de mis muslos haciendo que una bocanada de aire saliese de mi sistema. 

Sus mechones de pelo me hacían cosquillas conforme baja por mi abdomen. Lentamente, agarró el elástico de encaje de la última prenda que quedaba en mi cuerpo y la deslizó por mis piernas. Tuve que cerrar los ojos porque la vergüenza no me permitía abrirlos. Cuando la prenda desapareció de mi contacto, cerré las piernas de una forma instintiva.  Harry, quien supongo que estaba entretenido deshaciéndose de la ropa que le quedaba, se dio cuenta del movimiento. 

Se tumbó a mi lado en la cama y me susurró en el oído: 

—¿Estás segura, amor? No tengo ninguna prisa. 

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora