Disco Treinta y Tres: Vuelta

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Intenté cambiarme de lado, pero no pude. Había algo que me impedía seguir avanzando en esa dirección. Fruncí el ceño y la incomodidad comenzaba a hacerse paso entre el letargo.

Poco a poco comencé a abrir los ojos. La luz que solía entrar por mi ventana me cegó en cuanto lo intenté. Froté mis ojos con mis manos cuando los recuerdos de la noche anterior comenzaron a llegar a mi mente.

La playa. El cielo estrellado. Los brazos de Harry. Sus besos. Su declaración. La paz.

En ese momento me sobresalté y miré en dirección a la parte de la cama que había estado empujando. Me moví lentamente para darme la vuelta cuando vi la sonrisa de Harry deslizarse por su rostro. Inmediatamente, una sonrisa invadió mi sistema mientras colocaba mi cara contra la almohada.

—¿Sabes? Me encanta dormir contigo, pero creo que esto se considera sadomasoquismo —comentó mientras intentaba salir del nudo que nuestras extremidades habían creado.

—¿Te he hecho daño? Lo siento, estaría soñando algo desagradable.

—¿Y tu despertar ha sido agradable? —me preguntó.

—Contigo aquí, siempre —levanté la cabeza de la almohada y me acerqué a su pecho mientras que el castaño me envolvía en una abrazo.

Con un movimiento que no entendí, consiguió colocarse encima mía. En ese momento comenzó a dar pequeños besos por mi mandíbula, bajando hasta el cuello.

Debido al aturdimiento del sueño y a que su cuerpo emanaba un calor agradable decidí no oponer resistencia e intenté no pensar en nada que no estuviese entre el pequeño espacio que había entre nosotros.

Sus manos comenzaron a trazar círculos en la piel que dejaba libre mi camiseta. Como un acto reflejo, mi cuerpo comenzó a moverse y una risa salió de mi garganta.

—¡Shh! —Harry se inclinó en mi dirección y con un suave y corto beso paró mi risa. —Están todos despiertos y anoche me dijiste que no querías que supieran de lo nuestro.

Nuestro.

Poco a poco, los recuerdos me invadieron. La noche en París, los premios, su lejanía, su rechazo, su disculpa y nuestra conversación. Anoche nos comportamos como unos verdaderos adultos y estaba más que feliz por eso. Llegamos a la conclusión de que nos estábamos conociendo y que no íbamos a contarle nada a nadie. No me preocupaba que Harry lo contaba, me preocupaba el hecho de que nuestras caras de felicidad eran difíciles de ocultar.

—¿Qué tienes que hacer hoy? —preguntó aún encima mía.

—¿Qué hora es?

—Las once menos cuarto, creo.

—Uf...

—¿Qué te pasa? —al ver mi cara de desagrado, depositó un par de besos en mi mejilla y acaricié su espalda.

—Que tengo muchas cosas que hacer, y me encantaría quedarme aquí contigo para siempre.

Ante mis palabras el castaño sonrió en mi piel y poco a poco se dejó caer, haciendo que nuestros cuerpos se unieran en toda su extensión.

—Eso ha sido muy bonito, señorita Danielle.

—¿A qué sí? Creo que me estoy volviendo romántica.

—Tú eres una romántica empedernida siempre, cielo —rodé mis ojos por su comentario. —O puede ser que mis encantos despierten algo dentro de ti.

—Despertar, despiertas cosas, Harry.

Mierda

En cuanto sus ojos miraron a los míos, mis mejillas se encendieron y la mirada del castaño se oscureció varios tonos. Tragué saliva y sentí mi pecho arder ante la atenta mirada de Harry recorriendo cada parte de mi cuerpo.

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora