Disco Cuarenta y Tres: Manual para curar una herida I

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Eran las tres de la mañana. Habíamos terminado la canción hacía casi una hora. Y hacía media hora que estaba metida en la bañera. Harry se había ido a la cama pero por el sonido de mi móvil, supuse que quería asegurarse que yo también lo había hecho.

Seguramente había escuchado el ruido de la bañera llenarse, pero no me importaba. Estaba tan agotada mentalmente que no podía preocuparme de nada en aquel momento. Todo el tema de mi padre me tenía fuera de mí misma. 

Desde hacía años tenía pendiente todo esto y había llegado el momento de afrontarme a ello e ir. Pero en el fondo, sabía que no estaba preparada. No estaba preparada para ver fotos de mi padre por toda la casa, ver a sus amigos, hablar sobre él y mucho menos, dedicarle una canción. Todo había pasado tan rápido que ni siquiera me había planteado si estaba haciendo lo correcto. Si estaba preparada. 

Según Harry, nunca iba a saber si estaba preparada, tenía que intentarlo. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué en el momento en el que están llegando más cambios a mi vida? 

En el fondo sabía que lo que hacía era engañarme a mí misma. Tratar de convencerme de que era lo mejor para mí me había servido unos años, pero era insostenible. 

Sumergí mi cabeza en el agua y comencé a expulsar el aire de mis pulmones por la boca. Las burbujas salían con fuerza y se golpeaban con mi rostro. Había perdido la noción del tiempo, pero sabía que llevaba aquí mucho tiempo. El agua ya estaba helada y mis dedos estaban muy arrugados.

Pero en mi pecho sentía la necesidad de quedarme ahí. De parar el tiempo. De no afrontarme a aquello que sabía que me iba a hacer daño. Deseaba cerrar los ojos y abrirlos cuando ya todo hubiese pasado. 

Un golpe en la puerta del baño, me sacó de mis pensamientos. Me sobresalté de tal forma que derramé agua de la bañera en el suelo del baño. 

—Mierda...—maldije. 

Los golpes volvieron a sonar en la puerta, pero esta vez, fueron acompañados de una voz. 

—¿Dani? ¿Estás ahí?

Mi cuerpo se congeló. Sabía que lo había estado evitando y una parte de mí deseaba con todas sus fuerzas que estuviese ya dormido, pero no.

—¿Puedo pasar, cariño? —volvió a preguntar. 

—Sí —dije con la voz rota del frío y de los nervios. 

Al segundo, el cuerpo de Harry ya había atravesado el umbral de la puerta y me miraba de pie desde la puerta. 

—¿Qué haces aquí, Dani?

—Dándome un baño...

—Son casi las cinco, D. Vas a estar reventada mañana. Tienes que descansar. 

En ese momento me abracé a mí misma en el agua. Ya sólo me quedaban unas cuantas de horas para ir. El tiempo no se había detenido, sino que parecía que pasaba a toda velocidad. 

Harry se acercó a la bañera y se sentó en el suelo del baño. Introdujo una de sus manos en el agua y cuando la tocó, hizo un gesto de negativa con la cabeza. Yo lo miraba angustiada porque sabía que aquello estaba mal. 

—Cielo, ¿puedes salir de aquí? No quiero que enfermes, por favor. Sólo asiente y te saco de aquí. 

—No quiero ir...Harry no...

—Danielle, ahora hablamos de eso, pero tienes que salir de la bañera. Hace mucha humedad, por favor. ¿Puedes hacer eso por mí?

Levanté la vista y miré directo a sus ojos. En su mirada sólo había cariño y preocupación. Sabía que sólo quería cuidarme y yo necesitaba que alguien me mantuviese en ese momento, porque yo no podía conmigo misma. Así que asentí para indicarle que iba a salir de la bañera. 

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora