Disco Veinticinco: El principio de un final

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Todo lo que habíamos vivido estos últimos días vino a mí como un golpe de agua fría. Sus caricias, sus abrazos, todo pasó ante mis ojos con suma rapidez. Caí en la cuenta de que cada vez teníamos más intimidad y que el hecho de que sus ojos verdes estuviesen clavados en mi cuerpo, no me hacía sentir incómoda. Despertaba un calor que me recorría toda la espina dorsal.

Aquel momento desapareció rápidamente cuando recordé dónde estábamos, por qué y quién era él. Aquello era imposible. Frené todos los impulsos que mi cuerpo me transmitía e intenté quitarle peso a la situación:

—¡Dios, Harry! ¡Que estoy cambiándome!

—Ya lo veo, Dani. No te preocupes. No voy a ver nada que no quieras que mire —dicho esto dio una vuelta sobre sí mismo y se puso de espaldas.

Agarré la ropa que tenía sobre la cama con gran rapidez y me metí en el cuarto de baño. Al cerrar la puerta mi reflejo en el espejo. Gracias al cielo que no llevaba mis bragas preferidas con dibujos de sandías. No pude evitar sonreír al notar mis mejillas encendidas. Volví a abrir la puerta sacando sólo mi cabeza.

—En cinco minutos estoy lista —Harry seguía en la misma posición en la que lo había dejado, mirando de espaldas hacia donde me encontraba. —Idiota, ya puedes mirar. Te juro que de verdad son cinco minutos.

El castaño se dio la vuelta y me regaló la mejor de sus sonrisas. Así que sin muchos preámbulos cerré la puerta y me arreglé lo más rápido que pude. Era París así que no quería ir echa un desastre, pero tampoco sabía qué íbamos a hacer bien. Al cabo de lo que seguramente habían sido más de cinco minutos salí y Harry levantó la vista de una forma muy disimulada para observar mis movimientos.

—¿Cuál es el plan Styles?

—Pues...Lo primero es ir al Louvre, que sé que te pasarías allí horas,pero no tenemos mucho tiempo, porque luego tenemos que ir al Pompidou y al Musée d'Orsay.

—¿Tenemos entradas para todos?

La emoción se filtró a través de mi tono de voz. Harry se levantó de la cama y se puso una mochila sobre sus hombros, mientras cogía las tarjetas de la habitación.

—Para cada uno de ellos, pero sólo tenemos hoy y tengo más lugares pensados.

—Eres una caja de sorpresas, Styles. ¿Cómo qué?

—Seguramente querrás llevarle algún regalo a tu madre, así que vamos a hacer una visita exprés en la Rue de Rivoli y como para esa hora, el monstruo comilón que llevas dentro querrá salir, iremos a merendar a la mejor pastelería de la ciudad: Pierre Hermé.

Abrí mi boca para decir algo, pero rápidamente levantó su dedo índice y prosiguió:

—Y por último veremos la Torre Eiffel y cenaremos en Le Wilson. No es el restaurante más prestigioso de París pero se come estupendamente.

—Wow. Me has dejado más que impresionada.

Y no era por impresionarlo, es que el hecho de que hubiese pensado en todos los detalles hacía que mi corazón latiese a un ritmo descomunal. Así que a mi mente no le quedó otra que aceptar que quizás el castaño estaba una mínima parte interesado en mí.

Tal como Harry lo narró, se desarrolló la tarde. Bajamos del hotel y subimos a un coche negro que nos dejó en la puerta del Louvre. El conductor le dio una copia de las llaves a Harry y le comentó algo, pero yo ya no era capaz de prestarle atención. Ver aquel edificio que tantas veces había estudiado, que tanto había soñado ver, me producía una sensación indescriptible. Con rapidez agarré la mano de Harry y lo arrastré casi corriendo hacia el edificio. Antes de entrar tomamos algunas fotos. Y es que no podía ir a París sin la vieja cámara analógica de mi padre que desde que murió me llevaba a todos lados. Harry insistió en hacerme fotos a mí y aunque al principio me negué, llegó un punto en el que no pude evitar que el castaño cogiese la cámara y disparase a escondidas.

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora