Disco Cuarenta: Ruinas

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A los chicos les había gustado la canción, eso era un hecho. Pero la opinión que más me preocupaba no la pude conseguir.

Harry se levantó de la silla que estaba a mi lado y no sé a dónde se fue por un rato largo.

Los chicos comenzaron a beber y el cansancio hizo mella en mí. Todos los nervios y la adrenalina se habían ido y tenía un dolor de cabeza horrible.

Harry volvió por el pasillo de la casa hasta el salón y vino directo a mí. Posó sus manos en mis hombros y me susurró:

—Vámonos, cielo.

No sé muy bien qué fuerza se apoderó de mí pero la súplica del castaño hizo tanto efecto en mí que comenté en voz alta:

—¿Harry me podrías llevar a casa? Estoy muy cansada.

—Claro, Danielle.

Una sonrisa se deslizó por su rostro pero rápidamente la escondió. Nos estábamos acostumbrando a crear un código de palabras, miradas y gestos que sólo nosotros conocíamos.

—¿Ya te vas, D? —preguntó Jesy.

—Sí, pero luego avisad si vais a salir.

Me despedí de las chicas y les di las gracias por toda la comida y por la oportunidad en general. Los chicos dijeron que iban a quedarse un rato más y si la cosa se alargaba ya avisarían.

Jade nos acompañó hasta el ascensor porque recordó que no le había dicho a los chicos lo del viaje a Londres. Harry se quedó un poco impactado pero le prometí que luego se lo contaría bien.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, una sensación pesada inundó el ascensor.

No sabía muy bien por qué, pero mi corazón comenzó a latir rápidamente.

—Dani...-Harry me llamó.

Giré mi vista buscando sus ojos y cuando hicimos contacto visual, el mundo se detuvo. Las manos de Harry se agarraron a mi espalda y tuve que retroceder hasta la pared del ascensor por la velocidad de su movimiento.

Sus labios llegaron a los míos con un corto beso que dio paso a otro más lento. Sin pensarlo, me abracé a su cuello y dejé que la necesidad se apoderase de la situación.

Una de sus manos subió hasta mi cuello en el momento que nuestros besos se hicieron más profundos. El cuerpo de Harry caía sobre el mío y notaba su respiración en mi pecho. Sus manos se movían y apretaban con necesidad. Noté que necesitaba esto. Que me necesitaba.

Sin embargo, un sonido pitó. El ascensor se estaba abriendo. Empujé al castaño como pude y salí la primera del ascensor hasta la calle. Me paré cuando recordé que no tenía ni idea de dónde estaba el coche.

—No puedes huir de mí, Danielle —dijo cerca de mi oído.

Al darme cuenta de que estábamos rodeados de personas me aleje de él y una sensación pesada se asentó en mi estómago.

Harry pareció entenderme cuando dijo:

—Venga, vamos.

Y así lo hicimos. Paramos en casa a coger mi cámara porque Harry dijo que si no la llevaba me iba a arrepentir. Mientras subía las escaleras de casa a toda prisa el castaño se dedicó a atracar la despensa que hacía apenas unas horas habíamos llenado.

—No sé cómo puedes tener hambre —dije cuando lo vi.

—No tengo, pero tendremos.

—Eres muy previsor, ¿no irás a secuestrarme?

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora