Disco Veinte: Que venga la lluvia

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—¿Qué haces?

La visión que tenía ahora mismo del castaño hacia que mi corazón saltase en su lugar. El estudio estaba iluminado con un par de lamparitas, por lo que la luz era muy tenue. Harry estaba sentado en medio del estudio en la gran alfombra con una guitarra entre sus brazos. Su pelo le caía en los hombros y parecía estar muy concretado su tarea. 

Me adentré en la habitación y dejé las dos tazas de té que había preparado en la mesa. No pude evitar contemplarlo un poco, como si él no supiese de mi presencia. En aquel momento deseaba poder parar el tiempo y memorizar cada parte de aquella escena: 

La forma en la que sus manos acariciaban la guitarra, aquellas partes de piel que dejaba ver su camisa, el silbido que salía de sus labios. 

—Vas a desgastarme si no dejas de mirarme. 

Rodé los ojos al cielo y me reí. No me atreví a decirle nada porque tenía toda la razón del mundo, me había quedado inmóvil en la entrada observándolo. 

Agarré con cuidado la mesa y la moví hacia donde el castaño se encontraba para que pudiese beber el té que le había preparado. Coloqué un par de almohadas en la alfombra y me senté a su lado. Pude ver por el rabillo del ojo cómo miraba cada movimiento que hacía. Cuando me tapé, le ofrecí la taza y este la aceptó con una sonrisa. 

—Mi abuela me manda recuerdos para ti —le comenté. —Le he dicho que irías a visitarla pronto. 

—Me encantaría ir, es una mujer maravillosa.

—Sí. Me ha reñido por descuidarla pero cuando le he dicho que hemos estado componiendo se le ha pasado el enfado. 

Harry mantenía la mirada fija en el contenido de la taza. No era una situación incómoda, pero tampoco sabía qué hacía yo allí. Quizás simplemente no le apetecía estar solo o necesitaba mi ayuda para alguna canción, pero aquella nota...Sólo recordarla me hacía sonreír. 

Miré al castaño y seguía en su especie de trance. Me impresionó ver la cantidad de piel que tenía expuesta y por la forma que agarraba su taza parecía que estaba muerto de frío. 

—¿Tienes frío? —le pregunté.

—¿Qué?

—Que si tienes frío Harry —insistí. 

—No mucho. 

Estaba colmando mi paciencia. Agarré la manta y me acerqué a él, tapándonos a los dos, aparté la taza de su mano y parece que reaccionó. Levantó la vista del suelo y me miró directamente a los ojos. Fui consciente de la cercanía a la que nos encontrábamos e intenté por todos los medios no ponerme colorada, pero aquello no funcionó. Harry esbozó una sonrisa tan fugaz que apenas fue visible. 

—Harry, ¿qué pasa? Me estás preocupando. ¿Te sientes mal?

Negó con la cabeza y su mirada volvió a dirigirse al suelo. Quizás no había sido buena idea venir al estudio pero él me dejó la nota, ¿o no fue él?

—Siento haberte molestado, ¿tú me dejaste una nota? 

Asintió y fue a decir algo pero sus labios se sellaron. Intentaba mirarlo y descubrir qué era lo que le pasaba, pero no tenía ni la más remota idea. Tampoco sabía qué hacer ni cómo actuar. 

—Harry...

—Si

—¿Puedo abrazarte?

Como si hubiese dicho alguna especie de palabra en clave, la mirada del castaño se posó rápidamente en la mía y en un movimiento ligero me rodeó con sus brazos. Mi cabeza estaba apoyada en su pecho y sus manos agarraban las mías. Una risa se me escapó cuando me di cuenta de la postura en la que estábamos. 

Our Song | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora