Capítulo 12 (*)

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LUCY

— ¿Te duele la mejilla?

Yo ruedo los ojos por sexta vez, antes de negar.

— ¿Es qué nunca dejaras de preguntar?— escupo y la castaña baja la cabeza, apenada.

— Lo siento... — susurró antes de quitarse los lentes y colocar su rostro entre sus manos.

Suelto un bufido mientras me llevo un pedazo de pan en la boca, acababa de explotar y cuando me sentí lo suficientemente lista; regresé aquí porque podía estar muy enojada aún pero seguía teniendo hambre y por ninguna razón permitiría pasarme una comida por algún drama.

¿Todas las chicas de aquí son así de dramáticas? ¿En serio creen que yo me enredo o enredé con Caebrán? ¡Oh, dios mío! No tengo tres días en este pueblo y ya he tenido problemas. Podría insultar a todos con palabras coloridas y quedaría corta; todos parecían superarse cada vez más.

Fruncí mi ceño, casi podría tener un calambre en mi rostro por la manera molesta en la que me sentía. Mi mejilla seguía ardiendo y golpear una banca con mi mano, no había sido una buena idea. Desde luego cuando me enojaba no era una buena idea; solía ser una persona impulsiva que explotaba por cualquier cosa.

Explotar generaba caos en mi sistema y me volvía una fiera. No lo llevemos al romanticismo pero es algo inevitable admitir que por algunas razones solía tener métodos extraños para descargar toda la frustración de algún momento y lo que sucedió en mi anterior intercambio, lo rectifico.

Menee mi cabeza evitando pensar en aquello, y me sobresalte cuando sentí una mano fría en mi hombro, de inmediato me pongo alerta y tomo el tenedor con fuerza dispuesta a clavarlo en cualquier persona.

Por un momento, pienso en Dove o Rose, pero cuando una voz masculina algo familiar viene acompañada del tacto. Bajo el tenedor y me tenso dándome cuenta de que efectivamente no sólo estoy acompañada de Marta; ahora el grupo de idiotas causantes de revueltas adolescentes con hormonas por doquier y manos voladoras impactantes contra mejillas inocentes, se encuentra frente a mí, mirándome todos con una gran preocupación falsa en el rostro, excepto Crono, él solo mira su celular cómo si no le interesara lo que pasará, como si nunca hubiera rozado nuestros labios y ahí viene la idea extraña en mi cabeza.

¿Sí mi habitación se estuviera incendiando él saldría en busca de ayuda o se quedaría allí sin hacer nada mientras mi cuerpo se incendia y fallezco en llamas? Bastante trágico y molesto tener una muerte tan dolorosa y salgo de mis pensamientos banales cuándo otra voz algo más ronca suena:

— ¿Es verdad lo qué dicen?— pregunta Caebrán mientras eleva una ceja, Caelus frunce el ceño, Cristian suelta un bufido, Crono mira su celular y Consus se cruzada de brazos esperando mi respuesta.

Bastante bipolares sus estados de ánimo pero decido abrir mi boca para responder de manera ingeniosa mientras alejo la mano de Caebrán de mi hombro. Marta se remueve sobre su asiento, coloco mi mano en su muslo, tranquilizándola de alguna forma antes de fijar mi mirada envenenada en el grupo de cinco idiotas frente a mí.

— ¿Es verdad que tú estúpida novia me abofeteo? Pues sí, Caebrán. Te aconsejo que debieras aprender a controlar a tus perras, ¿no crees? Eso de que le estén dando bofetadas a cualquier chica que se te acerque está algo jodido.... En fin, está vez pudo ser mi pobre mejilla la victima pero imagina si de pronto ahora ella golpea a una profesora o a la madre de Marta quién es la directora.

Caebrán soltó una carcajada, antes de fijar sus ojos cafés curiosos en mi acompañante al ver que nombre quién es su madre. Llegó a pensar sí se conocen aunque técnicamente lo descarto de manera rápida al ver lo rígida que ella se coloca bajo la atenta mirada del castaño.

— Dove no es mi novia ni tampoco es una de mis perras, Lucy — dice mientras rueda los ojos con la vista aún puesta en Marta y yo muevo mi cabeza algo aburrida por la situación consiguiendo que Crono levante la vista del celular.

— Espero que ustedes tampoco tengan novias celopatas con manos voladoras— digo y Cristian se muerde el labio— No me gustaría rociarle gas pimienta a una de sus perras.

— ¿Te dolió mucho?— la voz del de ojos azules me hace sonreír falsamente.

No respondo. Consus mueve una silla y se sienta frente a mí sin pedir permiso, profanando de esta manera nuestra mesa.

Sus ojos camuflados con ese par de lentes circulares de color café, haciéndolo ver como un estudiante bueno pero sus músculos prensados en esa camiseta blanca es algo contradictorio pero que de alguna manera le sienta bien.

— ¿Les molesta que almorcemos con ustedes?— pregunto Caebrán luego de sentar al lado de Consus y quisiera reírme de esa pregunta tan estúpida.

— No —respondo mientras miro sonriente a Marta a mi lado, quien está más que tensa que antes por alguna razón. Quisiera preguntarle sí está cumpliendo un sueño de hablar de quienes aparentemente sabe tanta información pero me ahorro el comentario y me obligo a volver a acariciar su muslo de forma amigable y ella sonríe luego de un rato. Alejo mi mano, arreglo los mechones de cabello negro que están sobre mi rostro para luego observar como cuatro de ellos se sienta frente a mí, ocupando todas las sillas de frente.

Crono me observa y lentamente la conversación extraña, corta de ayer empieza a rondar en mi cabeza al mismo tiempo que siento sus labios rozando los míos de manera inconsciente mientras lo veo caminar lentamente hasta llegar a mi lado y sentarse sobre la única silla libre.

LOS HIJOS DE LA ÉLITE® [Bloody#1] ✔️ DISPONIBLE EN FÍSICO. VERSIÓN DE WATTPADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora