LUCY
Nunca habían hecho un cuadro o un retrato de mí, inclusive, no soy de tener fotografías de mí misma ni tengo muchas de mi niñez.
Mis ojos evalúan el lienzo gigante que casi podría abarcar una de las paredes. Siento mis piernas algo entumecidas por el tiempo que estuve sentada, tratando de mantener la misma expresión para que el retrato quedara perfecto.
Tuvimos pequeños recesos, donde nos traían frutas, agua y dulces. Entre los chicos charlaban un poco, comentando cosas banales como quien ganaría el partido de juego que habría esta tarde —cosa que jamás pensé escuchar de ellos—. Parecían chicos completamente normales y comunes, eso dejando de lado el físico atractivo y maduro que les hacía parecer mucho más mayores de lo que en realidad eran. Me quede callada todas las horas que estuve ahí, escuchando como apostaban también por una carrera de autos que verían por televisión y me pregunte como podían estar tan tranquilos y hacer como si nada estuviera sucediendo cuando mi cabeza no dejaba de recriminarme que estaba perdiendo el tiempo, sentada con una sonrisa falsa y las manos entrelazadas con dos de mis cinco novios que ocultan tantas cosas como yo.
Esperé pacientemente que Ralph Borísovich y Elsa Whittemore hicieran su trabajo, descubriendo que mis sospechas eran acertadas cuando vi la forma torpe en la que ella algunas veces actuaba delante de él y como él a pesar de tener un semblante frío, dejaba de tenerlo cuando la veía a ella de forma distraída.
Supongo que esas son cosas que no puedes ocultar por más que lo desees.
Ángel en algún momento mientras le lanzaba piropos, le pregunto sobre cómo era su país natal, España. La pelirroja le contesto de forma cordial diciendo que le gustaban las calles y la cultura, los colores que representaba el país para ella haciendo que el primo de los cinco soltara que pronto iría a visitar España y que esperaba que ella le diera un paseo por Barcelona.
Ralph se mantuvo serio mientras Ángel atacaba sin ningún tipo de sutileza a la pelirroja, pero el castaño de quizá unos veintisiete o veintiséis años se concentró en su trabajo que hizo a la perfección lo que me hizo darme cuenta de que definitivamente, Caleth Fairchild tenía razón al decir que era el mejor en su trabajo.
Contengo las manos porque las ganas de tocar la textura que hay delante de mis ojos no me faltan. Caleth, que lleva en la esquina concentrado en su teléfono, atendiendo llamadas y de vez en cuando hablando con Ralph mientras el segundo hacia su trabajo, se acerca y le da una palmada en el hombro al pintor que lo mira sin ningún tipo de expresión en el rostro.
—Cada día más sorprendido de tu trabajo, —le dice y sus ojos del color del acero se fijan en ese pequeño detalle que no pensé que se vería. Las manos entrelazadas que tenía con sus hijos.
Sus labios se forman en una línea recta, ve a Cristian y luego pasa a ver a Ralph.
—¿Hay algo que no le gusta? —inquiere el pintor y Caleth simplemente menea la cabeza, colocando el rostro serio, pero se gira hacia mí.
—¿Te gustó, Lucy?
Se hace extraña la pregunta y todos me observan esperando mi respuesta.
Mis ojos se concentran en el retrato y realmente, parece una fotografía. Todos los detalles, los colores, las sombras y hasta el más mínimo detalle que hay en el lienzo me sorprende. La forma en la que supieron Ralph y Elsa en congelar todo en un lienzo es asombrosa y le doy una sonrisa ladeada concentrando mis ojos en el pintor.
—Me encantó. — Contesto y luego añado: — No pensé que quedaría tan idéntico.
Los ojos azules del pintor se colocan sobre mí y recuerdo la firma de la pintura en la casa de los Bush. Sé que seguramente él lo ha hecho y por la forma en la que me mira, siento que sabe algo.
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