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CRISTIAN FAIRCHILD KELLOGG

Escena de Cristian y Marta en la biblioteca
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No pienso, no proceso, sólo camino tambaleándome hacia la biblioteca preso de la rabia sin explicación que se adueñó de mi cuerpo. 

Me duele la cabeza y me tiró en el sofá, cerrando los ojos, dispuesto a dormir pero el sonido de la puerta hace que abra mis ojos y consiga a Marta Cox caminando hacía mí como si dudará de cada paso que da y eso me hace sonreír. 

Sigo enojado, sigo con las ganas de querer partir cada cosa que se me atraviese y no me guste pero ella se ve tan inocente cuando mueve mis pies para sentarse en el mismo sofá a pesar de que hay otros tres. 

—¿Qué quieres? — pregunté de inmediato porque no tenía ánimos para manejar situaciones absurdas y si ella buscaba algo de aquella vez; la iba a correr tan rápido cómo había llegado.
Se quito los lentes dejándome confundido y con manos temblorosas los colocó en la mesa que se encontraba a su lado. 

Ella se relamió los labios. 

—Puedo ayudarte — dijo de repente y me quedé callado detallando su rostro a la perfección.
Sus ojos eran marrones claros, su nariz perfilada, con pómulos algo levantados y un sonrojo cubriéndolos mientras que sus pestañas no eran tan grandes y sus cejas finas al igual que sus labios. 

Era linda, . Era linda pero no llegaba a ser tan linda como Lucy o como una de mis madres pero eso no significaba que fuera atractiva. 

Era frágil o al menos así aparentaba su cuerpo y era mayor

Era mayor que yo y eso me gustaba porque me encendían las mujeres mayores, y aunque su edad era mayor que la mía, sabia que no era madura y que posiblemente sin experiencia por cómo movía sus manos por su falda y cómo me miraba. 

«¿Había algo en lo que podía ayudarme?» La respuesta era no porque no había traído algo o alguien a quién golpear y dudo que ella se ofrezca como tributo. 

Mi silencio la pone nerviosa y me lo expresan sus movimientos; la forma en morderse el labio, cómo mueve sus hombros, su respiración y aquella chispa en sus ojos apagados. 

—¿Cómo puedes ayudarme? — inquirí y ella respondió de inmediato:

—Puedo ayudarte con toda esa ira que tienes — dijo y capté qué era lo que quería. 

Le regalé una sonrisa y me acomodé en el sofá, sentándome. Ella tragó saliva y me acerqué un poco disfrutando de jugar con sus nervios. 

—¿Vas a ayudarme, Marta? 

, quiero ayudarte Cristian. 

Quedamos tan cerca que podría rozar sus labios con los míos pero; no lo hice.
Me gustaba esperar y sí ella quería ayudarme, tenía que hacerlo a mi modo porque en mis dieciséis años había descubierto que me gustaba desesperar y impacientar porque así me esperaban e ansiaban más. 

Ella junto sus rodillas y me imaginé a su coño húmedo queriendo que mi lengua pasará por esté.
Me levanté, le di la mano y planee rápidamente lo que quería hacer.

LOS HIJOS DE LA ÉLITE® [Bloody#1] ✔️ DISPONIBLE EN FÍSICO. VERSIÓN DE WATTPADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora