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Al día siguiente Martina se despertó con un dolor de cabeza inigualable, se levantó para ir al baño y se dio una ducha, se vistió, últimamente había sentido el cuerpo malo, pero no quería prestarle atención a estos síntomas, prefería pensar que era producto del guayabo de la noche anterior, salió para prepararse algo, pero para su sorpresa, Lander se encontraba cocinando.

__ Buenos días, hermanita.

__ Hermanita tu abuela, Lander. –dijo acostándose en el sofá y este no tardo en reír-

__ ¿disfrutaste mucho anoche?

__ Lo suficiente para amanecer de esta manera –se quejó-

__ Sigue haciendo desarreglos.

__ No los hago.

__ Cuando te mueras para el coño, la bebida te va a revivir, tonta.

__ No me sigas tratando como una niña, que no lo soy, gracias a ti.

__ Buen punto.

No se dijeron nada más, Lander termino de preparar una sopa y busco las medicinas de Arti, la ayudo a sentarse y la puso a comer casi que obligada, al terminarla, le trajo un poco de agua y hasta que ella no ingiriera las pastillas no se movió de ahí.

__ ¿Por qué sigues aquí?

__ He hablado con mamá... Él ha empeorado.

__ No me importa.

__ Si te importa.

__ Claro que no.

__ Sufres de esa misma enfermedad, Martina, ¿Cuándo piensas hacerte el examen correspondiente?

__ Nunca.

__ Eres una idiota, verdaderamente lo eres.

__ ¿Qué haces aquí? –Volvió a preguntar- ¿no tienes una vida?

__ De bolas que la tengo, pero me preocupo por ti.

__ No lo hagas, puedo cuidarme sola.

__ Maldita cabezotas... -negó frustrado, tomo sus cosas y salió del departamento de Martina.

Esta simplemente se quedó observando la puerta y unas lágrimas salieron sin previo aviso, las limpio rápidamente, acomodo un poco y se fue a su habitación para estudiar, debía mantener su mente ocupada para no pensar en nada más... Mucho menos en su enfermedad. 

SEÑORITA [Double S #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora