Salgo al pasillo con total tranquilidad. Ya me he acostumbrado a que Esteban me saque con cualquier excusa del taller, cosa que agradezco aunque Mercedes cada vez me mire con cara de querer matarme. Miro a los lados pero no veo a nadie. Avanzo unos pasos, llegando al pasillo de las habitaciones. Alguien me coge de la mano y tira de mí hacia una esquina, pegándome a la pared. Sonrío. Los besos de Esteban empiezan a recorrer mi cuello, haciendo que me agarre a su pelo y muerda mis labios.
—Esteban...no podemos seguir así...
—Tienes razón. Por eso te he llamado. Este fin de semana hay una fiesta, la dan unos amigos míos, y quiero que vengas conmigo.
—¿Yo? ¿Pero te has vuelto loco? ¿Cómo voy a ir yo a una fiesta contigo y con esa gente?
—¿Qué problema hay? No me digas que no...ya tengo tu vestido...
—¿Me has comprado un vestido?
—Uno a tu altura, vas a estar preciosa...—me lo susurra al oído mientras sus manos recorren mis muslos y mis caderas.
Le miro. No sé muy bien que decir. Realmente me apetece ir a una fiesta así con él pero al mismo tiempo siento que voy a ser juzgada continuamente por todos sus amigos. «Acudir a una fiesta con una simple costurera, qué vergüenza» «Debe ser otra de las diversiones de Esteban, pobrecita» «En cuanto se canse de ella, una nueva, como si lo viera». Cierro los ojos, alejando todas esas palabras de mi cabeza. Esteban me mira, esperando mi respuesta.
—Está bien. Pero solo porque has comprado ya el vestido.
Me sonríe. Está claro que estaba esperando esa respuesta. Me besa pero no tardo en apartarle de mí. Me separo de la pared y llego de nuevo al pasillo.
—Blanca, espera. Rafael me ha pedido que subas a su despacho. Algo importante me ha dicho.
Asiento algo asustada. ¿Querrá culparme de lo que está ocurriendo entre Esteban y yo? Estoy segura de que Pilar le ha ido contando cosas que en realidad no son. Llego hasta el ascensor y juego con mi bata, algo nerviosa. Cada vez que debo pisar el despacho de Rafael el corazón me da un vuelco, me impone demasiado la situación. Entro al ascensor y subo. En cuanto llego a la séptima planta, Nieves me espera detrás de su mesa, con unos papeles y su máquina de escribir. Me sonríe al verme llegar.
—Pasa, Blanca. Rafael te está esperando ya.
Asiento y trago saliva mientras mi mano entra en contacto con la fría manivela de la puerta. Abro con cuidado y me asomo. Rafael, como es habitual, fuma su puro mientras ojea unos papeles en actitud relajada sobre su silla. Entro.
—Buenos días, don Rafael...
—Pasa, Blanca. Siéntate. ¿Cómo va todo?
—Bien...
—Tranquila, mujer, no te he llamado para nada malo, de mi hermano ya hablaremos en otro momento. Te he llamado porque quiero que ocupes el puesto de Mercedes.
—¿Yo? ¿Jefa de taller? ¿Por qué?—me sorprendo más por eso que por sus palabras acerca de Esteban.
—Verás, Mercedes quiere marcharse, problemas personales, y debe volver a Salamanca. Así que antes que contratar a una nueva, ascendemos a alguien de dentro. Y no hay mejor costurera que tú, además sé que tienes algo, tienes capacidad de liderazgo.
—¿Yo? Pero, don Rafael, hay compañeras que llevan aquí mucho más tiempo que yo...
—¿No quieres el cargo acaso?
—Sí...yo...sí...Solo dígame una cosa, por favor, ¿le ha dicho algo Esteban sobre mí, sobre esto?
—Créeme Blanca que no lo ha hecho, y aunque lo hubiese hecho, habría decidido lo mismo. Si tuviera que hacer caso a todo lo que Esteban o Pilar me dicen, este negocio se habría ido a pique nada más abrirlo. Mis hermanos serán muchas cosas pero de momento, de negocios, poco. Y sobre Esteban, ya que estás aquí, no me voy a oponer a lo vuestro de momento, pero, una cosa te digo, como se vaya mucho de madre, seré el responsable de cortarlo, tenlo claro.
Asiento, bajando la mirada hasta mis manos. Definitivamente, Rafael piensa que soy una simple diversión de su hermano, una que de momento le vale, le sirve para entretener a Esteban y que aparte los negocios, de los que ya se encarga él. Me tiende un papel y una pluma.
—Firma aquí. A partir de mañana entrarás como jefa de taller, tendrás tu uniforme nuevo esta noche. Ah, ve a hablar con Emilio, vas a tener que llevarte bien con él, o al menos soportaros, tenéis que compartir funciones.
Cojo la pluma. Me tiemblan algo las manos aunque intento mantener la cabeza fría. Cierro los ojos y suspiro un segundo antes de firmar. Esto supone un nuevo reto en mi vida. Llevar un taller y a un grupo de costureras, no sé si seré capaz de adoptar ese rol, no como ahora lo hace Mercedes. Deslizo el papel por la mesa, dejándolo de nuevo frente a Rafael, y me pongo en pie.
—Si ya no quiere nada más...
—Sí, solo una cosa. Que a partir de ahora dejes de hablarme de usted y me tutees.
Asiento y dibujo una media sonrisa en mi rostro mientras salgo del despacho. Me despido de Nieves y vuelvo al ascensor. Los nervios que sentía se han incrementado. Jefa de taller. ¿Cómo voy a hacer eso? Las puertas se abren y Pilar aparece al otro lado, elegantemente vestida. Me mira con desprecio.
—¡Hombre, Blanca! Tú por aquí...el despacho de mi hermano queda un piso más abajo, pensaba que lo sabías.
—Buenos días, doña Pilar. Vengo de hablar con su hermano Rafael, cosas de trabajo. Por lo que a su otro hermano respecta, me importa un comino cual sea su despacho.
Entro al ascensor sin mirarla al cruzarnos. La ironía hiriente de Pilar no va a poder conmigo. No hoy. Me cruzo de brazos mientras las puertas se cierran. Creo que debo adoptar ese gesto como jefa de taller, puede resultarme útil. Da autoridad, o al menos a mí me lo parece. Me detengo en la planta del hall. Es un mundo desconocido para mí, los dependientes se mueven arriba y abajo portando los pedidos de los clientes, que entran y salen con una tranquilidad pasmosa. Noto la diferencia entre los dos mundos. Me acerco a Emilio, que supervisa a los dependientes desde una esquina, con las manos a la espalda.
—Emilio, perdona...
—Don Emilio, si no le importa. Aquí solemos respetar las formas.
—Claro, disculpe. Don Rafael me ha dicho que hable con usted ahora que voy a ser la nueva jefa de taller...
—¿Usted? ¿Nueva jefa de taller? Pero si acaba de llegar.
—Lo sé, le he dicho lo mismo pero...el caso es que como tenemos que compartir funciones pues...
—Mire, doña Blanca, ya que a partir de ahora la van a llamar así, mejor que se vaya acostumbrando, usted se encarga del taller, yo de los clientes. Usted se encarga de sus chicas, yo de los míos. Usted hace sus horarios y turnos y yo los míos. Lo único que tenemos que hablar usted y yo son las pagas y para eso todavía queda, así que llegado el día, bajaré a hablar con usted. ¿Entendido?
Asiento a desgana. Que hombre tan arisco y tan autoritario. Está claro que él tiene muy claro cual es su posición y el territorio que está bajo su poder en las galerías así que supongo que yo tendré que establecer mi poder y controlar lo que van a ser mis dominios. Veo en su mirada que sabe lo de Esteban y que no le gusto especialmente. Sé que como le de motivos me hundirá, pero no pienso hacerlo. Me subestima pero le voy a hacer cambiar de opinión. Le lanzo una mirada rápida y vuelvo al ascensor. Bajo hasta el taller. Seré la nueva jefa de taller pero todavía me queda un turno como costurera. Al llegar a las puertas del taller Mercedes me espera, apoyada en el dintel de la puerta y con algo entre sus manos.
—Doña Mercedes...
—Blanca, espera. No entres. Ven.
Me aparta hacia uno de los pasillos y me tiende lo que lleva en la mano. Es una blusa blanca y una falda negra.
—Es tu uniforme. Usalo bien. Con cabeza. Ahora tienes que ser la líder de esas chicas, guialas en su trabajo como me has visto hacer a mí. Cuídalas.
—¿Pero doña Mercedes...? ¿Cómo sabe...?
—Porque yo le pedí a Rafael que me sustituyeras.
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Una vida entre telares
FanfictionFic sobre la historia más desconocida de Blanca, todo lo anterior a las Galerías y los primeros años en ellas.