2. Esa noche

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Miro mi reloj de muñeca, son cerca de las tres de la madrugada. Estoy terriblemente cansada, tengo los tobillos y los pies hinchados y todo mi cuerpo cruje. Suspiro al despedir al último de los invitados, que sale todavía cantando y bailando, algo más ebrio de lo habitual. Mi padre cierra la puerta y Juan deja su posición, apoyado sobre la mesa, para reunirse con nosotros. Formamos un extraño triángulo delante de la puerta. Me cruzo de brazos y le miro, me sonríe gracioso. Él también ha bebido más de la cuenta. Mi padre me mira algo extraño, creo que se ha percatado de que en toda la noche no he probado una sola gota de alcohol, solo el poco champán pertinente para hacer el brindis, nada más. Pero no dice nada, solo sonríe.

—Es tarde...igual deberíamos irnos a casa, Juan. Así, tú también descansas, papá. Ha sido un día muy largo.

—Sí, tienes razón. Será mejor que dejemos descansar a tu padre.

Salimos a la calle. Hace un poco de fresco pero se puede aguantar. A Juan le vendrá bien tomar el aire. En cuanto giramos la esquina, siento unas manos sobre mí, por mi cintura y mi trasero. Río y siento todo el peso del cuerpo de Juan junto a mi espalda. Besa mi cuello. Me resulta algo difícil andar con él pegado a mí.

—¿Quieres estarte quieto?

No me hace caso, sigue pegado a mí. Acerca sus labios a mi oído y siento su aliento junto a mí. Huele a alcohol y de un modo muy fuerte. Me siento algo mareada, ese olor me da náuseas. Intento aguantar, no queda mucho hasta llegar a casa. Por suerte no hay nadie por la calle, no resulta muy cabal ir vestida de novia por la calle pero prefería volver andando antes que subirme de nuevo a un coche. Llegamos al portal, a duras penas Juan abre la puerta y antes de que pueda darme cuenta me coge por la cintura y me pega a la pared. Me besa. Siento todo su cuerpo junto al mío de nuevo y sus manos, curiosas, sobre mi vestido. Recorre mis muslos y besa mi cuello. Cierro los ojos y gimo. Cuando él me besa siento unas extrañas cosquillas que recorren todo mi cuerpo y que se terminan situando siempre en la zona de mi entrepierna. Muerdo mi labio inferior al sentir su excitación entre mis piernas, cada vez más cerca de mí. La verdad es que siempre he supuesto que eso es lo que se debe sentir, pero no lo sé a ciencia cierta. Juan ha sido el único hombre con el que me he besado, con el que he estado. No sé cómo te harán sentir otros, solo sé que él me hace sentir bien. Aunque, siendo sincera, la primera vez que estuvimos juntos fue un puro desastre, ninguno de los dos sabíamos como actuar frente al otro. Le miro a los ojos y le aparto de mí pero me quedo pegada a la pared y muerdo mi labio inferior.

—Hazme tuya...

Subo mi vestido hasta la altura de las rodillas. Él las observa con atención. Me despego de la pared y echo a correr escaleras arriba. No tarda en seguirme. Me detengo frente a la puerta y respiro, algo agitada. Él abre la puerta y de un modo rápido lleva sus brazos hasta mis rodillas y mi espalda. Me eleva del suelo y me entra al apartamento en brazos. Dicen que da buena suerte y todo eso. No encendemos la luz del salón, simplemente me deja en el suelo y me besa. Rápida, le quito la chaqueta y la tiro al suelo mientras él desabrocha mi vestido. Lo dejo caer hasta mis pies. Lanzo mis tacones e intento alcanzar la habitación pero me vuelve a coger en brazos, dejándome caer sobre la cama. Se quita la camisa y los pantalones frente a mí. Le observo fijamente y con mis manos recorro mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna. Me mira desde los pies de la cama.

—Hazlo.

Sonrío y con mis dedos atravieso mi ropa interior. Empiezo a acariciar mi zona más sensible. Cada vez estoy más excitada, su mirada me excita. Introduzco dos dedos en mí. Al hacerlo, siento la humedad que me recorre y jadeo, lo incremento e incremento mis jadeos, lo que sé que le excita. Necesito que venga a mí, necesito que me haga suya.

—Ven aquí, por favor...

Se deshace de su ropa interior y puedo ver entonces su excitación. Muerdo mis labios. Sube a la cama besando mis piernas y empieza a subir por los muslos. En cuanto llega a mi vientre se detiene y lo besa con cuidado, acariciandolo con la yema de los dedos. Susurra algo pero no consigo descifrar el que. Seguro que le dice algo a nuestra hija, sí estoy convencida de que va a ser una niña. No me paro a pensar en eso porque sus besos siguen por mis pechos, que aprieta y muerde con cuidado. Vuelvo a gemir y me agarro a su espalda. Siento como baja su mano, aparta mi ropa interior y me va invadiendo poco a poco. Doblo las piernas y jadeo.

Una vida entre telaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora