Suspiro y cierro los ojos. Todo se ha vuelto borroso frente a mí varias veces hoy. Apoyo mis manos sobre la mesa. Intento respirar lo más calmada posible. Unos pasos irrumpen en el taller y se detienen justo detrás de mí. Abro los ojos despacio, no quiero volver a marearme. Me doy la vuelta sin soltarme de la mesa. Don Emilio me espera algo impaciente, con una carpeta en la mano, pero al verme dibuja un semblante serio en su rostro.
—¿Se encuentra usted bien? Está pálida...
—No es nada...solo un mareo...¿Qué quería?
—Dejarle esto—. Me tiende la carpeta sin apartar su mirada de mí—. Son los últimos pedidos. ¿Seguro que se encuentra bien? ¿Aviso a alguien? ¿Un médico?
—No se preocupe, estoy bien...
Dejo la carpeta sobre la mesa y doy un paso al frente intentando mantener el equilibrio. Pero me cuesta horrores. Todo me da vueltas, como si me hubiese bebido hasta las botellas de reserva de un bar. Fijo mi vista al frente. Veo una sombra por los cristales. Alguien que viene hacia mí pero se me desdibuja pronto. Todo se me vuelve más borroso y más oscuro, como si tuviera los ojos cubiertos. Mi cuerpo decide no responderme, me tiemblan las piernas. Alcanzo lo que me queda más a mano, el sofá del taller. Me apoyo en el reposabrazos.
—Voy a traerle un vaso de agua, no se mueva.
Cierro los ojos. Escucho los pasos de Emilio alejarse. No entra nadie en el taller. Creo que mi propia vista borrosa ha dibujado a alguien que no existe. Mantengo mi cabeza fija, hacia el frente. Tomo aire y lo dejo ir despacio unas cuantas veces. Los pasos vuelven pero mucho más acelerados. Abro los ojos. Emilio está frente a mí, sosteniendo un vaso de agua. Bebo un poco, un pequeño sorbo.
—Deberíamos avisar a un médico.
—No es nada. Ya estoy mucho mejor. Solo ha sido exceso trabajo, un bajón de tensión...cualquier cosa de esas...gracias por el agua.
Me pongo en pie. Parece que todo vuelve a la normalidad, que todo se mantiene estático, como debe estar y no dando vueltas a mi alrededor. Dejo el vaso de agua sobre mi mesa y abro la carpeta que me ha traído Emilio, que desaparece del taller no muy convencido de mi estado.
—Señoritas, aquí tienen tres pedidos más. Ya saben lo que tienen que hacer.
Dejo los papeles sobre sus mesas para que sepan que debe hacer cada una. Dos golpes suaves en el cristal de la puerta de la entrada captan mi atención. Esteban me mira y sonríe, con los brazos cruzados y un papel en la mano. Lanzo una mirada rápida al trabajo, todo está en orden. Me dirijo hasta la puerta sin poder esconder mi sonrisa. Me gusta que venga a verme de vez en cuando, que aparezca por el taller con cualquier excusa.
—Doña Blanca, ¿Tiene un minuto?
—Por supuesto, ¿Qué ocurre?
Me muestra el papel que sostiene entre los dedos, zarandeándolo de un lado a otro. Lo cojo y lo miro por encima.
—¿Y esto?
—Acaban de entrar tus preciosas telas...—me lo susurra lo más bajo posible, intentando que ninguna de las chicas le escuche—. Ya sabes que yo siempre cumplo, y más si me lo pides tú. Aunque...
—Aunque...¿qué?
Salgo del taller y le cojo de la mano, llevándole conmigo. Me rodea la cintura y me pega a él.
—Estas vienen con intereses...
—¿Ah sí?
—Sí...y cuanto más tardes...más suben...
—Muy listo, señor Esteban...entonces, debería ir dándole un adelanto.
Miro a los lados, no hay nadie. Le pego a la pared, entre los armarios y los percheros con vestidos, y le beso con intensidad, agarrándome a su pelo. Siento sus manos bajar hasta mi trasero, que aprieta con fuerza. Alargo el beso tanto como puedo pero cuando sus manos pasan a mis pechos le detengo y me separo unos centímetros de él.
—¿Le vale esto como garantía?—sonrío pícara mientras voy retrocediendo hasta la puerta del taller y me apoyo en el marco de madera.
—Me vale, de momento. Pero no es suficiente. Quiero más, doña Blanca.
Le guiño un ojo y entro en el taller. Lo recorro como si no hubiese ocurrido nada. Sé que él me sigue. Me detengo entre las mesas de las costureras.
—Señoritas, un momento de atención. Las telas que esperábamos han llegado, así que dejaremos esto de momento e iniciaremos los modelos con esas telas que son más urgentes. Raquel y Consuelo acompañen por favor al señor Esteban y traigan las telas. Las demás sigan con su trabajo hasta que lleguen.
Me doy la vuelta y le miro. Tiene algún resto de carmín en los labios. Le insisto con la mirada pero creo que no lo entiende. Las dos costureras se levantan y esperan a mi espalda. Solo rezo para que no se den cuenta. Esteban se gira y sale del taller. Yo salgo tras él a toda prisa y las costureras tras de mí.
—Esteban...los labios...
Se lo susurro tan bajo como puedo. Creo que me escucha porque lleva sus dedos hasta ellos y los recorre con delicadeza. Sonrío. Alcanzamos el callejón, donde una furgoneta nos espera con las puertas abiertas y los rulos de tela saliendo lo justo para poder cogerlos. Las chicas cogen uno cada una y yo cargo con otro. Pero al hacerlo siento un pinchazo en el vientre que hace que me retuerza sobre mí misma. La tela cae al suelo. Aprieto mi vientre y aprieto mis labios. ¿Qué me está pasando?
—¡Blanca!
Esteban da dos pasos al frente, llegando a mí, y me toma entre sus brazos. Me mantengo agachada, presionando mi vientre. Me da miedo dejar de hacerlo. El dolor remite poco a poco, ha sido muy localizado. Suspiro y me incorporo con cierta lentitud.
—¿Qué ha pasado?
—Nada...solo...
—Llamamos a un médico.
—No...no es necesario, de verdad. Ya estoy bien.
—No me fío. Señoritas, vuelvan al taller. Encárguense del resto de telas. Vamos.
Esteban me guía hasta el pasillo de las galerías y me acerca una silla. Me siento con cuidado. Él se pone de cuclillas frente a mí, apoyándose en mis rodillas y me mira.
—¿Llamo al médico?
—No. Ya estoy bien.
—Trabajas demasiado...
—Debe ser eso—. Me pongo en pie y devuelvo la silla a su sitio.
Suspiro y encaro el camino hacia el taller. Él no aparta su mirada de mí hasta que desaparezco. Al llegar al taller las dos costureras me esperan, algo asustadas.
—¿Se encuentra bien, doña Blanca?
—Sí, claro. Venga, vuelvan al trabajo.
Decido centrarme en el trabajo. No me queda otra hasta que acabe el turno. Pero realmente me ocurre algo. Algo que me ronda la cabeza pero no quiero asumir.
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Una vida entre telares
FanficFic sobre la historia más desconocida de Blanca, todo lo anterior a las Galerías y los primeros años en ellas.