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Mi presencia era totalmente nula, inexistente para él. O al menos eso me hacía pensar.

Mi campo de vista se concentro solamente en él, dejando de lado los extraños ruidos que se escuchaban por todos lados. Su rostro estaba siendo escondido por sus grandes manos, sus rodillas flexionadas le permitían reposar su pecho contra estas y sus silenciosos sollozos irrumpían en el silencio del gran centro turístico. Sus acortadas y pesadas respiraciones me dieron a entender que Jungkook, aquel chico amargado y fuerte, estaba totalmente derrotado. Roto.

Con cada sollozo que salía desde lo más profundo de su ser, sentía como iba debilitándome fibra por fibra... Vaya corazón de pollo que tengo.

– ¿Jungkook?– fue como si todo el aire del que mis pulmones disponían hubiera desaparecido con solo pronunciar su nombre.

Ni siquiera se inmutó en moverse. Eliminando cualquier distancia me acerqué a él colocándome sobre mis rodillas frente a él sintiendo al instante como las pequeñas piedras sobre el suelo se incrustaban en la delgada piel de mis rodillas.

– ¿Porqué saliste de tu casa sin avisar? – pregunté con un tono más alterado de lo normal. – ¿Sabes la preocupación de tu madre al no saber nada de ti?¡Por Dios Jungkook! ¿Podrías siquiera tener la delicadeza de explicarme qué sucedió?

Nada parecía hacerlo volver en sí. Su posición era la misma a cómo lo encontré. Se qué dije que intentaría relajarme pero en este punto sólo quería golpear al chico por tremendo susto.

– ¿Qué fue lo qué pasó? – pregunté, aunque mis esperanzas de obtener una respuesta de su parte eran pocas. – Jungkook, estás sangrando.

La mancha rojiza resaltaba sobre la clara mezclilla de su pantalón. La suciedad, tierra y algunos registros verdosos dibujaban todo el costado derecho de su pierna, por las rasgaduras de la tela su blanca piel se hacía notar mostrándome lo mallugada que había quedado.

Mis manos temblorosas tocaron la zona dañada, esperaba algún manotazo por parte del chico pero lo que recibí a cambio era lo que había estado esperando desde que lo encontré sentado en el solitario parque.

– Vete.

Su voz era tan baja que parecía se como una sutil y delicada caricia a mis oídos. Si con solo verlo así de frágil lograba descolocarme ahora que lo tenía más cerca, a pocos centímetros, observando esos redonditos ojos cristalizados, podía declararme en depresión.

Torpemente tome ese bonito rostro entre mis frías manos, y cuando pude conectar mis ojos con los suyos sentí una ira irreconocible en mi interior. Quien sea que haya hecho sentir una total mierda al chico frente a mi merecía recibir todas las maldiciones existentes en el mundo. Un pequeño raspón adornaba su barbilla, mi vista viajó por toda su blanca piel en busca de alguna otra herida.

– No deberías estar aquí, ¡vete!

Sí, aquí está el Jungkook que conozco.

Tal vez no tuve que hacerlo. Tal vez tuve que dejarlo solo como el pidió, pero actúes estúpidamente. Mis brazos se enredaron alrededor de su cuello apretándolo a mí como si estuviese intentando juntar todas sus piezas para que ninguna faltara. Se resisitía, incluso sentía como intentaba alejarme con sus manos, pero eso solo fue un motivo más para afianzarme más a él. Poco a poco, algunos balbuceos después, su cuerpo comenzó a relajarse, permitiéndose derrumbarse en mis brazos.

– Lo siento.. – su voz se quebró. – Lo siento, lo siento...

Por fin, desde que había llegado a su lado, las palabras salieron de su boca dejándome un poco más tranquila. No del todo, pero algo es algo ¿no?

BLIND -Jeon Jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora