BLIND -Jeon Jungkook.

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Cabe recalcar que mi viaje de regreso a casa fue un poco menos incómodo de lo que pudo haber sido. En lugar de tener a Hansol manejando a mi lado su posición fue cambiada por un amable señor, después de lo sucedido en la cena compartir el camino con el creador de todo este barullo no era una opción factible.

Solté un bufido, recargando mi frente contra la ventana del auto sintiendo lo frío que este estaba. ¿Qué demonios había sido todo aquello? ¿En qué momento todo se fue por un hoyo? La forma en como todo se desarrollo me dejaba un amargo sabor de boca, intentando comprender cada una de las palabras de Hansol era como buscar una pequeña morusa de pan en un arenero.

Era claro que Hansol buscaba algo más que mi simple Amistad después de todos estos años, incluso, si hubiera regresado un poco antes de conocer a Jungkook hubiera podido considerar retomar lo nuestro. Ahora eso quedó en el pasado en lo más profundo de mis recuerdos y que no pienso abrir de Nuevo.

– ¿Señorita? – saliendo de mi ensoñación, observe al amable hombre al volante. – Lamento distraerla pero hemos llegado.

Miré por la ventana y en efecto, estábamos justo frente a casa.

– Que tenga linda noche – dije, abriendo la puerta y bajando del auto negro.

Vaya noche, y yo que solo quería comer y tener una cálida conversación entre amigos.

– Pensé que llegarías más tarde – sentada sobre el sillón estaba mi madre. – ¿Cómo te fue?

– Fue un total asco – mi madre rápidamente se acercó, dejando la taza de humeante té de lado.

– ¿Qué sucedió? – preguntó, acunando mis mejillas entre sus suaves manos. Su Mirada era teñida de preocupación.

– ¿Mi padre habló con Hansol antes de que yo bajara? – Mi madre asintió.

– Perdóname, no tuve que dejarlos solos – suspiró.

– No, no, no es tu culpa – intenté suavizar las cosas.

– Jungkook llamó.

Mi corazón dio un brinco inesperado. Tomé mi teléfono de mi bolso y ahí quise maldecir, sobre la pantalla aparecían 3 llamadas en rojo. ¡Qué estúpida!

– Iré a mi habitación, necesito hablar con el..-

Pero una tercera persona, la única que imploraba no ver por el momento, había aparecido de algún lugar de la casa. Su sonrisa amplia y aires de autosuficiencia me erizaban la piel por completo, sabía que su orgullo estaba por los aires sabiendo que su hija había tenido una salida perfecta.

– Mi niña, ¿cómo te fue en tu cita con Hansol? – preguntó.

– Mal – contesté, quedando de frente mirándolo directo. – Muy mal de hecho. ¿Desde cuándo tomas decisiones por mí? – ah, aquí venía. El vómito verbal. – Sobrepasaste los límites ta vez, papa.

– Estás exagerando todo – aquí venía a hacerse el desentendido, común en él.

– ¿Exagerando? – reí sin humor. – Hansol me pidió ir con el a Japón y vivir con él, ¿eso es exagerar, papá?

Se encogió de hombros, como si no lo que había hecho fuera algo normal.

– Tú y el eran pareja, es algo normal que quiera vivir contigo – ¿qué? – Además piensa en los beneficios, la familia de Hansol es de una posición alta con una gran cadena de hospitales que podrían ser tuyos algún día.

Es mi padre y por lo tanto le debo respeto, pero ahora que lo pienso yo soy su hija y por lo tanto merezco el mismo trato que yo le doy. Al escucharlo decir aquellas palabras me sentí como una prostituta a la cual ofrecen sin más.