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Miércoles.

Jueves.


Habían pasado dos días desde la última vez que me había presentado en casa de los Jeon. Sentía vergüenza con la señora HaNeul por mi falta de compromiso para con su hijo, pero ella más que nadie debe saber que convivir con la cosa que dio a luz hace veintiún años no es una tarea fácil.

¿Alguna vez han sentido ese nudo en el estómago que te dificulta respirar con normalidad haciéndote tambalear casi al grado de desvanecerte?
Justo así me siento cada vez que toco la gran puerta de madera que te da la bienvenida a la casa de los Jeon.

Estaba preparada física y mentalmente para lo que viniera o por lo menos trataba de convencerme a m misma que así lo era. Aunque muy en el fondo, justo donde todas esas emociones abrumadoras descansaban, sabía que preparada no era la mejor palabra a utilizar. Supongo que estaba lista para lo que pudiera pasar hoy en mi visita con el primogénito de los Jeon.

Toc.. Toc.. Toc..


Tres simples golpes sobre la puerta fueron suficientes para alborotar mi acelerado corazón el cual latía a un ritmo desbocado como si hubiera corrido una larga carrera hasta llegar aquí. Segundo tras segundo y nadie atendía a mi llamado, era como si la casa estuviera totalmente sola pero las ventanas abiertas y el suave sonido de los trastos chocando entre sí me daban a entender lo contrario. La casa no estaba sola.

— Buen día señorita.

Una mujer de estatura pequeña de cabello canoso pero sin perder ese brillo natural apareció ante mis ojos dedicándome una cálida sonrisa.

— Buen día — contesté de la misma manera en que la mujer lo hizo.

Los achinados ojos de la mujer me recorrieron de pies a cabeza por unos segundos, inspeccionando cada detalle de mi holgada y floja vestimenta.

— Tú eres esa linda muchachita, eres amiga de mi niño Jungkook.

— Si.. — contesté intentando sonar lo más neutra posible.

¿Amiga de la bestia Jeon? No.

— La señora HaNeul y el joven Jeon no se encuentran, salieron a una cita médica de rutina.

— Oh — ¿por qué no llamé antes de venir? — No hay problema — sonreí. — Supongo que volveré mañana.

— Si gustas puedes pasar. Sería muy desconsiderado de mi dejarte ir, ya te has dado la vuelta hasta acá.

— No, no, puedo volver mañana.

— Vamos, pasa linda— la amable mujer abrió más la puerta dejando espacio para que pudiera ingresar.

Había considerado seriamente el volver a casa, pero mis pies reaccionaron de manera contraria caminando hacía el interior de la gran casa Jeon.

Tomé asiento en una de las sillas que adornaban el contorno del largo comedor principal. Saqué la libreta donde tenía la información de días anteriores y comencé a organizarla. Tenía que comenzar a armar este trabajo que parecía no tener ni pies ni cabeza; la superficie de madera pronto se vio cubierta por hojas rotas y arrugadas producto de mi frustración al no poder pensar con claridad. Escribía intentando no prestar atención a esa molesta punzada que amenazaba con atormentar el lado izquierdo de mi cabeza que aunque no fuera un dolor fuerte si no tomaba algo pronto se convertiría en un completo martirio.

Unos ligeros toquecitos sobre mi hombro me hicieron soltar el bolígrafo, levanté la mirada encontrándome con una delicada taza de porcelana blanca adornada con una fina línea dorada la cual emanaba una considerable cantidad de vapor.

BLIND -Jeon Jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora