Capítulo 16

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—... El primer año de universidad será sobre estudios básicos de todas las carreras. Luego deberá elegir una o entrar a uno de los equipos de la institución mientras cursa una mínima cantidad de materias necesarias— el director de la universidad nos había atendido hacia una hora y media y no se callaba más. Nos dio todo el discurso de la universidad sobre moral y ética, nos explicó las normas, haciendo hincapié en la prohibición de tomar objetos que pertenecen a otros alumnos o miembros del personal. Puede que no sea una santa con todas las letras y es más que posible que me hayan arrestado una que otra vez por pequeños robos, los grandes los estudio minuciosamente con anterioridad y nunca me agarraron, pero sé dónde hacerlo y dónde no. Alex había dejado de prestar atención luego de que el señor empezó hablar—. Tengo entendido que la adelantaron un año mientras cursaba el instituto, ¿cierto?

—Sí, me hicieron los exámenes necesarios y se determinó que debía estar un año más arriba del que mi edad determinaba— afirmo con seguridad. Puede que esto me aburra y que el hombre me caiga mal pero me comporto como se debe.

—Y le dieron una beca completa para poder estudiar en un instituto privado, ¿verdad?— vuelve a cuestionar sobre las cosas que lee en mi historial. Odio que se basen solo en una maldita hoja de papel para conocer mi vida. Él no me conoce y no tiene derecho a cuestionar mi pasado o mi presente.

—Sí, pero no pude ir.

—¿Por qué?— pregunta intrigado. Está juzgándome, lo sé. Está analizando mis respuestas y pensando la forma de hacerme flanquear. Pues, lamento informarle, señor director, que no lo logrará. Hace años que aprendí a fingir, engañar, mentir y negociar. Cuando se esconden tantos secretos, las cosas se ponen difíciles de explicar. Un secreto lleva al otro y así sucesivamente, por lo que una se acostumbra a ocultar hasta la cosa más inútil.

—No es fácil ser la inteligente cuando se vive en un orfanato, menos ser la pobre huérfana entre todos los ricos. Preferí ahorrarme posibles problemas a futuro y no asistir.

—De acuerdo, por lo que sé, el señorito Keller se convirtió en su actual tutor legal recientemente.

—Lastimosamente sí— respondo tranquila. Alex frunce el ceño y me dirige una mirada ofendido. Que se lo aguante por adoptarme, hubiera elegido a una persona más fácil y accesible o, por lo menos, una menos sarcástica.

—Soy un excelente tutor legal— exclama.

—¿Según quién?— le pregunto. Debo admitir que sacarlo de quicio es divertido.

—Según yo mismo.

—No creo que eso cuente como un argumento valido— argumento cruzándome de brazos. Realmente lo conozco hace solo un día y no tengo nada para opinar de él. No podría decir si es un buen o un mal tutor legal.

—Sigues viva, para mí eso es prueba suficiente— dice a la defensiva.

—Estuve veinticuatro horas contigo, si no estuviera viva serías el peor tutor legal del mundo— sé que cada vez está más enojado, pero no puedo evitarlo. Hay una pequeña voz en mi hombro que me incentiva a seguir molestándolo. Además, quiero ver cómo reacciona. Aunque claramente tengo miedo a que reaccione como muchos adultos con los que he tenido la desgracia de estar, quiero saber si él puede no golpearme, si él va a ser lo que todo el mundo debería ser.

Viví muchos años engañada, engañándome a mí misma. Pensando que todas las mierdas que me pasaban estaban bien, que eran lo normal, que todos llegaban a su casa y pasaban miedo en las noches, que no existía una familia perfecta. Al enterarme que eso no solo era algo anormal, sino que además era lago incorrecto, la lógica de mi joven mente se derrumbó. Nada tenía lógica. Que la gente me tratará bien no era algo que considerará cotidiano y menos la posibilidad de que el amor existiera. No había lugar para eso entre el dolor, el miedo y la angustia.

A lo largo de los años, note que la única manera de saber cómo es el lado "malo" de una persona es hacerla enojarse con algo que puede herirla de verdad. Para encontrar eso que la desquite completamente, hay que ir probando con diferentes temas de su vida personal. Al final siempre explotan, pero cada uno a su manera. A veces no es necesario llevarla al limite, algunos golpean mucho antes.

Hay que saber el tamaño de la amenaza para poder enfrentarla o para decidir huir.

—Considero todo un logro que hayas sobrevivido a las primeras veinticuatro horas— comenta—. Es más de lo que aguantó mi primera mascota. A Doradito le encantaría tener tu puesto.

—¿Cómo lograste matar a un pez en menos de un día?— la vista del director va de Alex a mí, pero ninguno presta atención al hombre.

—Lamento interrumpir— dice el señor—. Pero creo que no es momento de arreglar sus problemas familiares. Lo único que quedaría por hablar es sobre el tema de la matricula o si va a hacer los exámenes necesarios para obtener una beca.

—Él no es familiar mío— le corrijo su comentario. Alex Keller no es familiar mío y es mejor que siga así, mi familia no es un lindo lugar al que pertenecer.

—Yo pagaré la matrícula y se hospedará conmigo y mi fraternidad. Los papeles para permitir que una chica sea permitida ya están hechos. Los Pantera nos encargaremos de ella— explica algo decaído. No sé qué le picó mientras yo no miraba, pero sus hombros se tensaron y su mirada se endureció. Debería de parecer enojado, pero salta a la vista que está herido.

—Entonces ya está todo arreglado. Pueden retirarse.

—Buenas tardes— respondo saliendo rápidamente de esa oficina. Quería que Alex reaccionará, pero no quiero verlo triste o herido. No me gusta ver a la gente mal y odio saber que es por mi culpa.

Salimos del edificio principal de la facultad sin decir nada, ambos en nuestros pensamientos. Subimos al auto, mas no lo arranca. El silencio es denso, puede sentirse en el aire.

Su mirada está clavada en el espejo que da a la parte trasera, donde yo estoy sentada. Realmente me gusta más ir en la parte trasera.

—¿Tan malo sería que fuera un familiar tuyo?— cuestiona. Así que es eso.

—Mi familia no está bien. Ni mi padre, ni mi madre, ni mi tío. No funcionamos como el resto de la gente. No quiero ni que tú seas parte de ella ni que nadie sea parte de ella— le explico—. No estoy hecha para una familia normal, pero no le deseo a nadie lo que yo tuve que pasar con la mía.

—No podían ser tan malos— comenta ya arrancando el auto y sacándolo del estacionamiento.

—Mi padre asesino a mi madre para luego suicidarse, quedando yo al cuidado de mi tío, quien estaba aún peor que su hermano. No eran malos, eran la familia del diablo. Condenados a vivir en el infierno y a hacer de la vida del resto un infierno en la Tierra.

—Tu tío... —susurra, parece que todavía está procesando la información—, él... ¿qué fue lo que hizo?

No respondo porque no creo que quiera escucharlo. Tampoco creo que se sienta bien al saberlo. Nadie sabe qué fue lo que pasaron esos ocho años en los que estuve bajo la custodia de mi tío, pero las cicatrices que surcan mi cuerpo no dejan muchas dudas de que fue como vivir en el propio infierno. Y luego de años lejos de él, sigue atormentándome.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora