Capítulo 3

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Las calles de la ciudad se pueden transformar en ríos que desbordan autos y gente a zonas completamente deshabitadas. Sé que el lugar donde vivo actualmente no es perfecto, pero sé que hay muchos peores. Me reconforta saber que no vivimos en el medio de los barrios bajos, sino que nos encontramos a solo dos kilómetros de donde están los barrios presentables. No estamos cerca de los barrios ricos, pero no es que quisiera estarlo tampoco.

Vivir en uno de los barrios ricos sería demasiado antinatural. Demasiada hipocresía en unas estúpidas calles. Sus patios enormes y bien cuidados, sus autos caros y brillosos. Me dan nauseas. Te miran desde la distancia con repulsión, como si fueran mejores. Egocéntricos y narcisistas.

Sé que nadie decide en qué familia nacer, pero es tan injusto. Ellos no tienen que ganarse la vida como el resto. Ellos no tienen miedo de estar en sus propias casas ni de salir a las calles. Ellos viven en una burbuja, una burbuja reforzada por un sistema clasista.

Un sistema clasista, racista y machista. No es justo que a algunos se nos haga más difícil vivir solo por el hecho de ser negros o de ser mujeres o de ser de familia pobre. Nadie decide ser lo que es. En realidad, nadie decide nacer como nace, la sociedad decide cómo eres. Gorda, flaca, negra, blanca, pelirroja, rubia, morocha. Son todos rasgos físicos que no influyen en la personalidad, pero la sociedad ha logrado ponerle a cada uno de los adjetivos otro significado.

He vivido con eso toda mi vida. Todos vivimos con ello. Pero hay que tragárselo y aceptarlo.

Sin embargo, hay algo que los que vivimos en los barrios oscuros aprendemos a hacer que los adinerados no. Entrar a propiedad ajena. Bueno, no todos lo aprenden, pero yo sí. Y aprovecho esa cualidad al máximo.

Sé que es ilegal y toda esa pantomima. Sin embargo, es con un fin colaborativo.

Hay un hombre, un hombre mal humorado y mal hablado. Él vive en un barrio tranquilo, de clase media. Y tiene un lindo estudio de grabaciones que no usa como se debe. Si uno tiene un estudio de grabaciones debería tener el deber de usarlo tanto como pueda. Pero el hombre no lo hace. Así que yo me encargo de que se use como es debido.

Entrar no es difícil. La puerta no está cerrada con llave debido a que el tarado se confía y cree en que nadie va a entrar. Alguien debería informarle que no es así, pero no pienso ser la mensajera, que lo haga otro.

Cuando entro, camino por el largo pasillo de paredes oscuras con ninguna luz. No sé si podría definirse como caminar cuando en realidad voy precipitadamente y a gran velocidad hacia el final. Pasó por este lugar casi todos los malditos días y aún no logro normalizar el latido de mi corazón cuando tengo que pasar por ese maldito lugar.

Pero todo vale la pena con tal de llegar al destino. La tierra sagrada.

Hogar de una hermosa guitarra acústica, una criolla y una eléctrica; una batería de ensueño; un teclado eléctrico; y un piano hermoso. Hay muchos más instrumentos y un espacio de grabación con todo el equipo necesario, pero no sé usarlos.

Aprender a tocar instrumentos se volvió una obsesión casi una adicción. Desde que entre en el mundo de la música y el arte, no he podido salir. Pintar se hace difícil cuando costearte los elementos es impensable, pero la música se ha vuelto un lugar al que puedo recurrir. Y encontrar este estudio disponible que es básicamente gratuito para mí fue un sueño hecho realidad.

Con los años logre aprender batería, guitarra y piano. Además de acompañarlos con el canto. Nunca pude costearme un tutor o profesor, pero soy lo suficiente inteligente como para aprender de la práctica. Bueno, no fue tan así, pero sí que lo hice todo sola. La biblioteca pública y todos los libros con teoría que ella me podía entregar fueron una gran ayuda. Además de que hay muchas cosas en Internet que pueden ayudar. Eso sumado a mi alto coeficiente intelectual fueron la clave.

El arte es una pasión, una forma de vida, una manera de ver el mundo. Cuando uno tiene un pincel, un lápiz, una púa, baqueta o lo que sea en la mano puede crear sentimientos.

Sentir es tan difícil para aquellos que se encierran en sí mismos y viven perdidos en un mundo que con los años se volvió un laberinto sin salida, que terminan por perder las esperanzas de volver a vivir como es debido. O eso fue lo que me pasó a mí. Sin embargo, el arte saca ese lado escondido. No se puede hacer arte si no se hace desde el corazón. Por más frío que sea el dibujo, por más triste que sea la canción o más lento que sea el baile siempre va a haber sentimientos en él. Si no los hay, no hay arte.

Así que me acerco al piano. Cada día es un instrumento diferente o quizás todos, depende del estado de ánimo que maneje en el momento.

Lamentablemente, suelo estar bastante a la deriva sobre mis sentimientos y emociones. No es fácil entenderse a uno mismo. Menos cuando se carga no tantas cosas a la espalda.

Hoy es todo medio agridulce. Mañana es veintiocho de febrero, un día demasiado ambiguo.

Hace dos años, una familia decidió adoptarme un veintiocho de febrero. Ese día fue tan ambiguo. Me sentía feliz porque podía ser que por fin encontrará un hogar, también estaba enojada con la familia y conmigo mismo por intentar de reemplazar a mi propia familia. Además del miedo que tenía de que ese lugar fuera igual que todos los demás en los que había vivido.

Sin embargo, fue una linda experiencia. No llegue a crear vínculos con la familia ni sentir ese lugar como un hogar, pero fue algo diferente a lo que siempre vivo. Pero no me encontraba en mi momento y los Thomson no supieron lidiar con una adolescente que tenía tantos traumas encima y menos con alguien que les causaba tantos problemas. Así que decidieron que no eran los indicados para cuidarme alegando que no tenían la capacidad de cuidar de alguien dañado psicológicamente.

Y eso es lo que vuelve todo tan amargo y agridulce. No sé cómo debería sentirme al respecto. Y el mayor problema es que es un recordatorio. Es el constante recordatorio de que siempre voy a estar sola, voy a tener que vivir en medio de la oscuridad y los gritos. Siempre me voy a sentir así de rota.

Y eso sí se expresarlo en el piano. Así que me dejo llevar por las teclas, tocando guiada por el instinto y al mismo tiempo siendo consciente de la nota que pienso tocar a continuación. Puede que no escriba mis canciones, pero mi memoria es impecable. Recuerdo cada melodía que cree y cada una de sus letras.

—¡¿Quién está ahí?!—, y con solo esas palabras, me doy cuenta que estoy en serios problemas. 

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora