Capítulo 5

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Las voces de mi alrededor me marean. El martilleo de mi cabeza parece querer aplastar mi cerebro y con él, mi poca cordura. Cada sonido está destinado a provocar que mi dolor de cabeza aumente. Es como si quisieran que mi cabeza explote.

Un pequeño bulto se está moviendo al lado mío, pero yo me aferro más fuerte a él. Se siente cómodo tenerlo cerca.

—Becca— el bultito habla— Becca, tengo que ir al baño.

Estoy procesando que el bultito habla y noto que no es un bulto, es Mónica. Eso tiene mucho más sentido.

—Perdón— le quito el brazo de encima y la dejo libre de ir a hacer sus necesidades.

La luz de la habitación está prendida, por lo que permanezco son los ojos cerrados. Puedo escuchar como el resto está en movimiento. Algunos hablan, puedo escuchar una risa por el fondo y pasitos que van de un lado a otro.

Si tuviera mejor humor me levantaría y haría algo productivo.

Me llevo la manta por encima de la cabeza y regreso a lo que estaba haciendo antes; dormir. Hacía meses que no dormía así y quiero seguir con ello.

Puedo sentir cómo se hunde el colchón al lado mío mas no muevo ni un pelo. La cabeza me martillea, mi estómago me pide comida pero mi cordura me dice que probablemente vomite todo lo que ingiera, no tengo ganas de hablar con nadie.

—No me dijiste que te ibas— la voz triste de uno de los gemelos atraviesa la fina manta y me atormenta.

—Ya lo hablamos esto, cuando cumpla la mayoría de edad me tengo que ir— gruño adormilada.

—No, eso no. Nora dijo que te vas hoy, que te vinieron a buscar— dice aquello y yo me quedo de piedra, tengo el vago recuerdo de haber hablado con ella en la noche, pero no recuerdo de qué—. ¿Es cierto?

—No, déjame dormir un rato más—le gruño nuevamente y me doy la vuelta. Ahora no me veo con la capacidad de preguntarle a Nora. Si es cierto y me vienen a buscar, espero que se vayan cuando vean que soy un desastre y estoy durmiendo.

El gemelo que se había quedado hablando antes, me hace caso y me deja tranquila. Entonces, el ruido de la puerta siendo azotada contra la pared, me hace rebotar cual resorte y provoca que me golpee contra la litera superior.

—¡¿Te vas?!— grita Sophie completamente enojada desde la entrada del cuarto. Yo vuelvo a acostarme y a taparme hasta la cabeza que con el golpe ahora no solo me duele el cerebro, sino que también el cráneo.

—No, Sophie. Y no grites, me duele la cabeza— me quejo volviendo a sentirme adormilada.

—Pues díselo a los dos chicos que están en la sala para llevarte— me refuta la muy malcriada.

—Seguro van a hablar con Nora. Tú sabes que a mi edad ya nadie me va a adoptar, y menos con mi historial. Ahora, déjame descansar en paz.

—Nora te está buscando, Becca— comenta Christoph, entrando en la habitación con su nuevo celular en la mano. Su padre se lo había conseguido desde la cárcel y él no lo suelta nunca. Aún si no lo usa, lo tiene en la mano.

—¿Por?—le pregunto mientras me pongo un buzo azul que necesita un lavado pronto.

—Ni idea, pregúntaselo a ella— responde quejoso.

Sin siquiera calzarme, camino por el pasillo y voy hacía el salón. Por lo que entendí, hay visitas pero no pienso arreglarme para nadie. Si vienes a mi casa, aguántate que yo ande para el culo.

En la cocina no hay nadie, por lo que aprovecho para robar un pequeño chocolate y luego dárselo a Mónica. Escondo el regalo en el bolsillo trasero del short y voy directo a la sala.

La sala es la habitación con más iluminación de la planta inferior, y no suelo quejarme de ello, pero ahorita quisiera pegarle un tiro al hijo de puta que se le ocurrió crear las lamparitas con tanto brillo, ¿acaso no pensó en la jaqueca? Me parece una completa falta de respeto y humanidad.

En el sillón marrón que está contra la pared hay dos chicos sentados, hablando entre ellos, y Nora se encuentra en el sillón individual, mirando su celular. Uno de los chicos, el mismo que ayer interrumpió en la discusión que Nora y yo estábamos teniendo por la broma de los gemelos, parece muy nervioso, juega con sus manos y una pierna le repiquetea contra el suelo provocando un ruido insoportable y aumentando mis ganas de volver abajo de la manta y dormir doce horas seguidas. El otro se lo ve completamente incómodo, está tenso y sentado de forma recta, sino fuera porque no tiene una mala expresión en el rostro, yo diría que se está cagando. Nora está feliz, sorprendentemente, está con una sonrisa en el rostro y sin el ceño fruncido que demuestra siempre. Es una imagen muy desconcertante.

—Nora, ¿me llamabas?— le pregunto marcando distancia con los dos tíos y Cruella.

—Sí, querida. Los caballeros han firmado los papeles y ya puedes irte— no puedo evitar hacer una mueca cuando comienza hablando muy alegre y muy alto. La felicidad que emana no es normal, hay algo que está mal.

—¿Ir a dónde?— le digo desconcertada.

—Ya te hablé anoche de esto, el señor Keller se ha encargado de los papeles de adopción y te irás a vivir con él a...

—¿Adopción?— le interrumpo completamente y puedo notar la poca paciencia que va a tener respecto a este tema. Pensé que había sido todo mentira, no que fuera en serio ni que todo fuera tan rápido.

—Ya te dije ayer, te vas ahora. Agarra tus cosas— su voz no podría haber sonado más irritada.

—Yo no me iré a ninguna parte hasta dentro de cuatro meses.

—Ya están firmados todos los papeles, querida. No importa lo que quieras— me reprende hablando formal, como si fuera un tema de negocios.

—No dejaré a los niños.

—Lo lamento, pero así es la cosa. En esta casa ya no tienes permitido vivir, te puedes ir a la misma Antártida, eso ya no es de mi incumbencia, pero te vas a ir.

—No.

—O te preparas tú o te saco como estas y quemo tus cosas más tarde.

—No los voy a dejar solos.

—¡No me importa!— su grito logra aumentar los martilleos de mi cerebro y lo único que logro pensar con claridad es que no puedo dejarlos. Yo me iba en cuatro meses, no ahora—. Ve a prepararte, nosotros terminaremos los últimos papeles.

Con eso se voltea y yo salgo completamente enfurecida de allí. No voy a permitir esto, me importa tres hectáreas de verga lo que la vieja gorda pueda opinar de mi vida. No me importa si es ilegal, me quedaré aquí.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora