Capítulo 39

915 68 0
                                    

Los ruidos de los autos pasando por la calle y las personas caminando convierte lo que supuse iba a ser un sueño renovador a una pérdida de tiempo. Supuse que durmiendo iba a lograr entender mis sentimientos o por lo menos hacer un plan para lo que queda de mi vida. 

Que estúpida puedo ser a veces. Lo único que tengo ahora es dolor de espalda, de cuello y de cabeza. No es nada parecido a un plan. Me siento un poco estafada.

Las personas que pasaban corriendo a mi lado en el parque o paseando a sus perros tenían solo dos reacciones al verme. O desviaban las miradas como si no existiera y evitan hacer cualquier tipo de contacto conmigo; o se me quedaban mirando como si fuera un bicho raro. No sé si me molesta más la primera o la segunda. 

Me parece que las personas se preocupan más por su reacción al ver a una persona que no tiene hogar que por ayudar a la persona. Es algo muy curioso de la gente. 

En este momento lo único que puedo pensar es en dormir. Por más que haya dormido lo que muchos considerarían suficiente, en este momento solo quiero volver a dormir. Por ahí si duermo lo suficiente pueda despertarme a los veinticinco con una vida ya armada. Porque esto de tener diecisiete y estar completamente sola y durmiendo en la calle, no es muy cercano al sueño americano. 

¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Realmente estoy en esta situación? 

Me siento en el banco de la plaza al que odio por ser incomodo y le agradezco porque es lo único que me impidió de dormir en el piso. Me quedo mirando a una de las hermosas flores que salen de un árbol del lugar. Es rosa. 

No me gusta mucho el rosa, pero esa flor es linda. Sus pétalos se ven limpios y alegres. ¿Cómo hace una flor para verse alegre? ¿Cómo es posible que le tenga envidia a una flor? 

El sentimiento de ira y resentimiento me llega con demasiada rapidez. Estoy enojada. 

Estoy enojada porque fui abusada por mi propio tío.

Estoy enojada porque vi a mi madre morir.

Estoy enojada porque vi a mi padre matarse.

Estoy enojada porque la familia Thompson no está dispuesta a aceptarme por mi forma de ser. 

Estoy enojada porque me odio con todo mi ser. 

Y estoy enojada porque después de tanto tiempo negándome a confiar en las personas, lo hago y termino siendo traicionada otra vez. 

Me mintieron. Es doloroso. Odio que me mintieran en algo tan importante como eso porque ya no sé qué fue verdad y qué no. Detesto odiar el hecho de que Alex sea mi hermano.

La peor parte no es esa. Porque pensándolo bien, podría aguantar la mentira, podría aguantar el lazo sanguíneo, podría aguantar el miedo a volver a confiarles. Lo que más me duele es saber que la única cosa que nos une es la maldita genética. Nunca les importo cómo era, nunca les importo conocerme, nunca les importo aceptarme. Solo querían que estuviera ahí porque compartimos un pedazo de puto ADN. 

Y eso me duele porque sé que si no lo hiciéramos, no se hubiera volteado a mirarme. Ninguno de ellos habría hablado conmigo si no fuera porque soy la hermana de Alex. 

Me he cansado de los lazos genéticos, me he cansado de gente que me dice que porque somos parte del mismo árbol familiar, deberíamos amarnos. Mi padre no me amaba, mi madre no lo hacía lo suficiente como sacarme de ahí, mi tío me detestaba. ¿Dónde se encuentra el amor fraternal ahí?

¿Por qué tengo que compartir genética con él? 

Las lágrimas resbalan por mis mejillas pero ni siquiera me importa. Ya nada me importa, estoy sola. 

Hubo una época en donde desea de todo corazón poder tener una familia normal. Quería tener un perro al que cuidar, un padre que me quisiera, una madre dulce y atenta que no se dejara pisotear y un hermano mayor dispuesto a cuidarme la espalada. Lo deseaba con todo mi corazón. 

Ahora solo quiero que llegué un hada y me diga que nací del suelo y nadie de mi familia era realmente mi familia. 

Las miradas de las personas se vuelven agobiantes, así que agarro mis cosas y me largo del maldito parque. Camino y sigo caminando hasta que me doy cuenta que no tengo un lugar al que pueda ir y solo estoy perdiendo el tiempo. 

Nora me había dicho que no podía volver a la casa hogar, pero si ya no tengo nada que perder no creo tener nada que ganar tampoco. Si puedo convencerla de que me deje dormir por lo menos una noche y me permita darme una ducha decente en el lugar, sería un logro. Después veré qué hago. 

No entiendo a la gente que hace ejercicio por diversión. En estos días he caminado más que nunca y ya quiero poder para. Primero de la universidad a lo de los Thompson y ahora de los Thompson a lo de la casa de acogida. Es como si la ciudad se hubiera hecho enorme de un día para el otro. 

Tardo por lo menos una hora hasta llegar a la puerta de Nora y el corazón me late a toda velocidad. "No pierdo nada si dice que no" me repito internamente. 

Aprieto el botón del timbre y espero pacientemente a que alguien abra. 

—Hola— le digo tranquilamente al ver que abre la puerta. 


Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora