Capítulo 23

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Los chicos salieron corriendo hacia los dos coches que según parece más usan. Por lo que entendí, uno es el de Alex que es el mismo Jeep en el que me trajeron aquí y el otro es de Stephan.

Subirse a los coches y elegir asientos parece ser algo que no dominan en su totalidad porque todas las veces que fuimos varios los que teníamos que viajar empiezan sentándose en un lugar y terminan en otro. Ni siquiera sé cómo lo hacen, pero el que está conductor termina atrás sin siquiera salir del coche, lo peor es que sin darte cuenta terminas haciendo lo que ellos y no te das cuenta el lugar en el que estas hasta que el auto ya está arrancando.

Todos empezamos a entrar al coche y a intercambiar lugares, y para cuando me di cuenta que terminé delante del volante, ya fue tarde. Ahora solo tengo las manos sobre el volante esperando a que algún ser celestial me ilumine y me diga qué hacer.

—Bueno, Reb, ¡vamos!

—Yo...

Todos los que estaban en este auto empezaron a corear mi nombre y alentarme a encender el auto, pero mis manos sudan, me tiembla la mandíbula y me duele la cabeza. No puedo ni organizar las ideas en mi mente, menos hablar.

—Becca, ¿qué pasa?— alguien parece haber notado que el auto no va a arrancar a este ritmo.

—Yo... yo— la vergüenza me inunda y estoy segura que se van a reír de mi si digo la verdad, no quiero que se rían de mi.

—Hey, pequeña, ¿qué pasa?— no sé ni cuál de todos es el que habla.

—No sé conducir— respondo con los ojos cerrados, no quiero ver sus reacciones.

—¿Cómo que no sabes conducir?— pregunta Stephan, ese tono lo reconocería donde fuera.

—Nadie... yo...— di una gran bocanada de aire, porque a este paso, no voy poder terminar ni una frase entera—. Nunca tuve a nadie que me enseñara, comúnmente eso lo haría un padre. Yo no tuve.

—Eu, no pasa nada— dice Kyle alentándome—. Muchas personas no saben conducir a sus diecisiete años, es normal. Todavía te queda tiempo de aprender.

—Sí. ¡Podemos enseñarte nosotros!— comenta emocionado Augustus—. Además Stephan sabe conducir e igual es un inútil. Conducir no lo es todo.

— Eu, las palabras hieren— se queja el afectado.

—Cámbiale el lugar a Jordan y vas de copiloto.

Ambos salimos del coche y nos cambiamos de lugares bajo la mirada del resto. Después cada uno se pone en su lugar y el viaje sigue con normalidad. Cuando nosotros arrancamos y nos dirigimos a un lugar en el que comer, el otro coche en el que van Alex y Adam nos sigue.

Durante la mayoría del camino estamos en silencio cada uno ocupado en su propio mundo. Hasta que Augustus y Stephan comienzan a pelear por algún jueguito del celular. Kyle termina interviniendo en la pelea pero yo me quedo mirando por la ventana. Ya no quiero hablar con nadie ni estar aquí. Jordan también permanece en silencio, atento a los semáforos y los autos que nos rodean.

Paramos frente a un local de comidas rápidas y todos bajamos del auto. Los chicos entran emocionados al local, parecen famélicos. Yo estoy entre ellos, tratando de pasar desapercibida del resto de las personas.

Pero al igual que cuando fuimos de compras, hay personas que miran. Porque son seis varones y una chica. Eso parece resaltar para algunos.

"Siempre has sido una perra. Seguro que todos piensan que te los follarías, porque todos saben lo que eres", su voz se escucha por todo el local o al menos así se siente. Es como si estuviera junto a mi, frente mio y detrás. Siempre presente.

—¿Cuánto cobras, preciosa?— pregunta un chico que está sentado con su grupo de amigos. Uno de ellos lo golpea en la nuca, pero el resto se ríe.

Un brazo rodea mis hombros y me atrae hacia un duro pecho mientras que el resto de los Pantera me rodean, encargándose de ser una barrera humana, un escudo.

—No los escuches, Reb. Son solo los idiotas de los Águilas. Están celosos porque ellos no pueden tener a una chica tan linda en su fraternidad— explica Augustus guiñándome el ojo.

—Tiene razón— dice Alex apretando un poco más el brazo que rodea mis hombros.

—¿Son de la universidad?— pregunto aparentando tranquilidad cuando en realidad solo quiero que volvamos a la casa. Puede que no se sienta como un hogar, pero es mejor que esto.

—Lamentablemente sí. Son unos idiotas, pero el rector los sigue manteniendo en el programa porque sus padres dan mucha plata para que se queden— responde Kyle.

Después pedimos la comida. Bueno, ellos piden y yo les digo que elijan por mí porque no suelo salir mucho a comer, así que no conozco mucho de estos lugares.

Lo normal sería que nos fuéramos a una mesa y comiéramos en el mismo local no obstante, los chicos deciden pedir para llevar e ir a la casa de vuelta y aunque digan que es porque allá estaríamos más cómodos puedo notar las miradas que lanzan a los chicos de la otra mesa y tengo en claro que no quieren estar en el mismo lugar que la otra fraternidad.

Internamente lo agradezco porque yo tampoco quiero estar con esos chicos cerca. Puede que desconfíe de los Panteras, pero desconfío más de las Águilas. Porque yo sé que lo conozco, él no ha cambiado con el paso de los años y aún con el diablo lejos, los demonios parecen seguir caminando en la Tierra.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora