Capítulo 9

1.6K 111 8
                                    

—¿Me adoptaron para tenerme en una puñetera fraternidad?— pregunto irónica sin poder creer que en esto está convirtiendo mi vida. Literalmente, ninguna de las veces que me imaginé la posibilidad de ser adoptada, me había planteado ser parte de un grupo de universitarios borrachos en una fraternidad.

—Primero, no es una "puñetera" fraternidad— responde ofendido el moreno. No puedo creer que él sea el ofendido en está situación—. Segundo, te adoptamos como parte de una tradición que nuestra fraternidad tiene hace ya varias décadas.

—¿Una tradición?— el rubio no parece muy seguro de la coartada del moreno. En respuesta, su compañero le mira como si quisiera asesinarlo por no seguirle la corriente con la obvia mentira. Me siento tan fuera de lugar en esta situación—. Oh, sí, una tradición. La tradición de Las Panteras.

—Si iban a mentir podrían haber arreglado una mentira que ambos supieran, para no quedar como tarados— agrego con tranquilidad.

—¡No estamos mintiendo!— asegura el morocho.

—La tradición es muy simple— explica el rubio—. Cada nueva camada de Panteras deberá adoptar a un joven que tenga edad suficiente para ingresar a la universidad, pero dependerá de un tutor legal. Los Panteras deberán aceptarlo como un hermano más y tratarlo como un igual.

—Y esto lo hacen porque...— deje la frase a medias para que alguno de los dos pudiera completarla.

—Justicia social— responde con rapidez el morocho, desconcertándonos al rubio y a mí.

—Queremos darle las mismas oportunidades que nosotros tenemos a alguien que no las tiene— continua el copiloto.

El auto queda en completo silencio durante diez minutos en los que cada uno se dedica a mirar por los cristales. Supongo que Alex Keller, el piloto, siempre estuvo mirando a través de los cristales para poder conducir con tranquilidad y sin accidentes.

No creo ni una de las palabras que esos dos acaban de decir. Sumando a que estoy en un auto con dos hombres que claramente son más altos que yo y probablemente hacen algún tipo de deporte para mantener su figura, me siento un poco amenazada en este momento.

No tengo muchas cosas que hacer así que me dedico a evaluar a mis compañeros de viajes. Alex Keller, aquel que se digno a firmar los papeles de adopción y debe de tener mi custodia completa, es bastante parecido a mí en muchos aspectos físicos. Su tez morena junto a su corto cabello negro, le dan un aspecto rebelde y, al mismo tiempo, infantil. No sé como un tipo tan alto y grande, que me pasa por lo menos una cabeza de alto, puede tener ese aire tan tierno e infantil que demostró en la calle, no parece real. Sobre todo porque dentro de la casa, frente a Nora, se lo veía mucho más serio y formal, hasta parecía un hombre de negocios. Su compañero, en cambio, sigue tenso con todo esto. Desde que salimos de la casa no se ha relajado y claramente no da una impresión de ser infantil o dulce. Con su pelo rubio brillante y su piel blanca, ligeramente bronceada, es lo contrario a su amigo. Incluso en la ropa son contrarios; el rubio lleva un jean negro, una camiseta gris junto a una campera negra; el morocho lleva una camisa roja a cuadros, con un jean azul tirando a celeste y un abrigo beige.

Lo que los une es una cualidad de la que yo carezco y siempre he carecido. Dinero. Ambos desbordan dinero. Se les nota en la ropa, en el peinado y hasta en la piel. Nadie tiene ese peinado sin haber ido a una peluquería a cortárselo, y a nadie que le falte dinero para pagar el alquiler va a una peluquería. El auto también los delata. Brillante como si fuera nuevo, neumáticos cuidados y vidrios limpios. Tienen dinero, eso es obvio.

—No voy a trabajar para ustedes— termino por decir lo que vengo pensando desde que dos tíos ricos y con edad suficiente para experimentar cosas diferentes a las esperada en la sociedad—. Si esperan que barra la casa, que junto su porquería, que limpie luego de una fiesta o que me encargue de la comida, están muy equivocados y deberían ir buscando otra persona que se encargue de ello. Tampoco le chuparé la polla a nadie, no tendré sexo con ustedes y sé defenderme por si cualquiera intenta hacerlo sin mi consentimiento, no seré su esclava sexual ni me dejaré golpe...

El auto se detiene en medio de la ruta, sin aviso alguno.

—¡¿Qué mierda?!—grito sorprendida y enojada por haberme golpeado contra el cinturón de seguridad.

—¿De dónde mierda sacaste esas ideas?— pregunta histérico el morocho.

—No eres el primero en adoptarme, cariño. Tampoco son los primeros dementes o pervertidos que conozca. El mundo está lleno de locos— digo tranquila, mirando a los autos que pasan a nuestro lado, ya que estamos fuera de los carriles de transito. El moreno paró sin avisar pero fue precavido, se fijo de hacerlo a un costado.

—¿Alguna vez te hicieron hacer alguna de esas cosas?— pregunta dolido. No entiendo para qué pregunta, si probablemente no le importa.

Me encojo de hombros, sin negar o afirmar nada. No me gusta recordar, no me gusta contárselo a las personas y no me gusta que me vean con lastima o asco después. Todavía recuerdo la primera mirada de asco que tuve cuando le conté a alguien mi historia. Yo le daba asco. Yo también me doy asco. Pero no quiero volver a pasar por eso.

Sin que nadie dijera nada el morocho volvió a hacer andar el auto. El silencio puede ser cómodo, puede provocar paz. El silencio que mantenemos en este auto no es pacífico, no es tranquilo. Hay tensión y memorias en él. Es incómodo y molesto.

La cabeza me duele y me pesan los ojos. Los viajes largos siempre han sido un problema para mí. No entiendo como la gente no puede dormirse con el ruido del viento golpeando contra el coche en movimiento y viendo como el mundo se mueve mientras tú te quedas quieto en tu lugar, sentado tranquilamente allí. Así que no voy a seguir en contra de la naturaleza.

No haber dormido bien anoche también es un incentivo para dejarme llevar por el sueño.

Kyle Williams

—Se durmió— dice Alex relajándose por fin, estuvo todo el viaje tenso.

—¿Por qué no podemos decirle a verdad?— le susurro para no despertarla.

—Tengo miedo, hermano. ¿Y si la espanto?¿Y si decide que no le importa y se va?¿Y si termino por darle asco y se va?¿Y si le recuerdo cosas que no quiere recordar y se va?¿Y si...?

—No deberías de pensarlo tanto, Alex. Por lo que dices, tu mayor miedo es que se vaya, pero ¿y si se queda?

—No sé. Viste su historial, desde la muerte de sus padres las cosas se vuelven confusas. ¡La mitad de su archivo es confidencial! Dicen que está en medio de un caso del que nadie se puede enterar, ni siquiera su tutor legal. ¡No lo entiendo! ¡Joder!— no hay que ser un genio para darse cuenta que el pobre se estaba empezando a frustrar con toda la situación y en cualquier momento iba a sufrir un ataque de nervios.

—Respira— le ordeno para tranquilizarlos, todos sabemos que, cuando su cabeza empieza a pensar en tantas cosas al mismo tiempo y no encuentra una respuesta a todas las preguntas,lo más importante es hacerlo respirar—. Relájate un momento y piensa en todo lo que les espera. Hace años que la estás buscando, aprovecha que la has encontrado.

—Escuchaste lo que dijo. No puedo relajarme. No está bien, nada de lo que le pasó está bien. Debería haberla encontrado antes, debería haber insistido más.

—No puedes saber si eso hubiera servido. No puedes comerte la cabeza por algo que ya pasó y que no pudiste evitar ya que ni siquiera sabías que estaba pasando.

—Creo que llegué tarde, Kyle. Parece rota. No creo poder ayudarla.

—Todos estamos aquí para ayudarte a tí y a ella. Somos todos hermanos, ¿recuerdas? La cuidaremos y la vamos a ayudar a reconstruirse, ¿de acuerdo?— él asiente con la cabeza para luego fruncir el ceño.

—¿Crees que los otros se comporten con ella?— me pregunta preocupado.

—Si les decimos que lo hagan, lo van a hacer. Además, sabes cómo se comportan cuando saben que no solo es un desconocido, sino que un hermano. Ella va a ser la nueva hermana de todos y todos nos vamos a encargar de tratarla como la hermana que es.

—¿Y a ella le va a caer todo esto?— ya no sé si se está cuestionando a si mismo todo esto o si quiere saber mi respuesta realmente.

—Va ser un cambio para ella, pero seguro que se va a acostumbrar— trato de relajarlo. No me gusta verlo así.

—Espero que todo salga bien.

—Primero hay que esperar que se crea la mentira que se te ocurrió inventar a último momento— lo mire acusatoriamente, todavía no entiendo porqué se inventó eso—. Después de eso nos preocupemos por lo que piense de la verdad. 

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora