Capítulo 35

935 67 0
                                    

—¿Qué haces aquí?— le pregunto a Carlos cuando nos separamos. 

—¿No puedo visitar a mi hermanita solo porque quiero?— responde con una hermosa sonrisa y un gesto de inocencia. No me lo trago. 

—¿Hermano?— uno de los chicos pregunta atrás mió pero no les presto atención. 

—¿Cómo sabías que ahora vivo aquí?— le pregunto acusatoriamente. Este chico siempre se mete en problemas. 

—Hice que papá te buscará en el sistema— me dice rascándose la nuca en un signo de nerviosismo.

—¿Conseguiste que ese hombre se interesara por lo más mínimo en mí después de años?— la pregunta sale con odio de mi boca y tiene lógica. 

—Sabes que no fue su culpa lo que pasó, ninguno de ellos pudo lidiar con la situación— me responde tratando de defender a sus padres. Siempre soy la segunda opción para él. 

—¡La situación era yo!— me defiendo ofendida. 

—Está bien, está bien. No vine hasta aquí para hablar contigo sobre cosas del pasado. Necesito hablar contigo del ahora— me indica con algo de preocupación en su mirada. 

—Vale, espera que agarro un abrigo y salimos a tomar algo. 

Cuando me doy la vuelta para entrar a la casa otra vez, la mirada de seis chicos está sobre mí y mi acompañante. 

—No es necesario que se vayan, Becca. Está es tu casa también, puedes traer amigos aquí— me ofrece Alex mirando a mi acompañante con odio. ¿Qué le pasa a este pirado?

—No tengo problema en ir a otra parte— le digo como excusa, prefiero alejarme de los seis metiches que viven conmigo. 

—Insistimos— responde Kyle seguro de sí mismo. 

—¡Carlos, amigo, pasa!— le indica Stephan. 

Carlos se me queda mirando dudoso de si hacer caso a alguno de los psicópatas que observan cada uno de sus movimientos. Le doy un asentimiento de cabeza, sabiendo que voy a arrepentirme de dejarlo pasar. Él entra a la casa y Jordan se acerca a él, rodeando los hombros del pobre con su brazo musculoso. Su expresión amenazante no es suficiente como para marcar sus intenciones, sus músculos te dan la idea de que es capaz de matarte con solo una mano. 

—Y dinos, compañero, ¿de dónde conoces a nuestra pequeña?— le pregunta mientras Kyle se acerca a mi, pasando su brazo por mi cintura de manera posesiva. Lo miro confundida pero entonces el resto se dirige al comedor y dejo de prestarle atención al contacto. 

—Ella es mi hermana— responde a la defensiva. 

—Eso no lo creo, amigo, así que mejor dinos la verdad— Alex parece capaz de tirar la casa abajo de la ira. ¿Qué les pasa a todos?

—Ella es como una hermana para mí desde que vivió en mi casa— le responde. 

—Pues, mira que cosa del destino esta, ya no vive contigo— le indica Alex. 

—Sigue siendo mi hermana— se defiende Carlos. 

—Déjenlo en paz. Él era el hijo de una familia que me tuvo en su casa durante un tiempo hasta que se dieron cuenta que no podían lidiar conmigo y me devolvieron al sistema. No es para tanto, dejen de exagerar— les ordeno sentándome junto a Carlos. 

—Eso no lo hace tu hermano— me dice Alex. 

—De hecho, sí— le responde Carlos y yo solo lo miro enojada. Él no puede decir nada después de todo lo que pasó entre nosotros y sus padres. 

—Bueno, basta. Dejen la escena de celos— les digo enojada a todos. 

—De acuerdo, pero queremos saber, ¿quién eres?— le pregunta Augustus intrigado. 

—Soy Carlos— le responde obvio. 

—Eso ya lo sabemos— le indica Stephan rodando los ojos—, pero queremos saber más. 

—Sí, ¡cuéntanos historias de Becca!— le pide Adam entusiasmado. 

—Bueno, no hay mucho que contar, no fue una época buena para ninguno de nosotros— dice Carlos pensando en qué historia contar, 

Recuerdo ese mes de mi vida. Fue tan corto, pero tantas cosas pasaron. La familia Thomson había decidido adoptar a la pequeña niña dañada del orfanato para poder sanarla, pero el culo les salió por la culata. Nada de lo que hacían lograba sacarme de aquel agujero negro en el que me encontraba y ellos decidieron que no valía la pena tener a alguien tan enfermo cerca de sus verdaderos hijos. 

"Envenenas todo lo que tocas. No voy a permitir que les hagas nada a mis pequeños" había dicho la madre de Carlos el día anterior a que mi asistente apareciera en la puerta y me llevara. El padre de ellos tampoco se guardo el comentario: "hicimos el error de creer que eras diferente al resto de tu familia, todos ustedes son malas personas y no deberían de seguir viviendo".

Y por más de que puede que actualmente sus palabras poco me importan, lo que más me dolió fue que ninguno de los dos que decían que iban a aceptarme como hermana se arriesgaron a contradecir a sus padres. Todavía siento la traición de su parte. 

—No es necesario hablar de esto— niego con la cabeza mientras me levanto, notando que toda esta situación está mal.

Yo debería hablar con Carlos de lo que quiera decirme y seguir con mi vida como si su visita no llegar a dañarme. Lo agarro del brazo y le hago moverse para que venga a la puerta de la casa otra vez, solo para estar lejos de los chicos y poder echarlo lo más rápido posible después que diga el porqué vino. 

—Tienes cinco minutos, ni uno más. Dime lo que tengas que decir ahora. 

—Edward salió de prisión antes por buena conducta. Y con solo esas palabras, mi corazón se detiene.

—¿Hace cuánto?— le pregunto sin ninguna emoción en mi voz.

—Unas dos semanas ya. Vino a casa buscándote— me explica. 

—¡Hace dos semanas que lo sabes y no me has dicho nada hasta ahora!— le grito ofendida. 

—¡No sabía cómo decírtelo! Tenía miedo de cómo reaccionaras y mírate, tenía razón— me señala con sus manos de pies a cabeza como si eso lo explicara todo. 

—Vete— le ordeno. 

—Princesa, sabes que eres como mi hermana no quería herirte, lo lamento— sigue dándome torpes excusas, pero no escucho nada de lo que sale de su boca. 

—¡He dicho que te vayas!— le grito abriendo la puerta y empujándolo al exterior. 

—¡Princesa!— trata de hacerme entrar en razón pero solo le cierro la puerta en la cara. 

Me alejo de ahí sin sentir nada más que ira en mis venas. La furia es una emoción muy complicada. Voy a la sala y me siento en el sillón sin hacer nada realmente. No sé cuánto tiempo pasa hasta que escucho a los chicos hablándome, podrían haber sido minutos u horas, hasta días y no lo hubiera notado. 

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora