Capítulo 42

946 66 2
                                    

Las ojeras bajo los ojos de Alex me hacen sentirme horrible. Se lo ve desconcertado, confundido y cansado, como si no hubiera dormido en los dos últimos días. 

—Lo siento— susurro alejando mi mirada y decidida a darme la vuelta e irme. Por un momento me había olvidado de la posibilidad de que ya no quisiera que viviera con ellos. ¡Qué estúpida!

—Estaba tan preocupado— me dice reodeandome con sus brazos en una gran abrazo de oso.

Me acerco todo lo que puedo a su cuerpo, en un intento medio torpe de llenarme de su calor corporal. No tenía idea de qué tan sola y vacía me estuve sintiendo hasta este momento. Sin embargo, también está el miedo ahora, el miedo y la confusión.

 ¿Si Alex no fuera mi hermano según la genética, me sentiría de esta forma hacia él? ¿O este amor fraternal no sería tan poderoso y enorme como se siente? ¿Es posible que aún sin haberme dicho la verdad desde un inicio, se halla ganado el título de hermano de todas formas?

¿Cómo puede ser que un sentimiento tan dulce y agradable como el que siento al estar entre sus brazos me cause tantas emociones tantas sensaciones y temores?

—No sabes cuánto tiempo estuvimos intentando encontrarte, por un momento pensé que realmente te habíamos perdido— me dice apretando aún más el abrazo. Puedo sentir los sollozos que escapan de su cuerpo y eso me rompe el corazón. ¿Tanto le duele pensar en perderme?

—Perdón. No sabía que esto te podría afectar tanto— le confieso cuando deja de llorar en mi hombro y empieza a relajar su agarre. 

—¿Cómo no iba a afectarme, Becca?— se separa un poco de mí y me mira a los ojos con una pequeña sonrisa en su rostro, ¿por qué sonríe?—. Eres mi hermana, aún si tú no lo sientes así. Y no soy el único que ha estado de los nervios últimamente. ¡Oh, por Dios! ¡Los chicos! Van a querer verte— se lo ve preocupado y al mismo tiempo extasiado. 

Se mueve con mucha rapidez y emoción, agarrandome por el brazo como si no creyera que soy real y no quisiera que me escapara nunca más. Sin siquiera ocuparse en cerrar la puerta de la casa o preocuparse por ello, me mete corriendo en la sala mientras grita, llamando a los chicos. 

El primero en entrar corriendo al lugar, claramente asustado y alerta es Jordan. Su mirada hace un escaneo rápido del lugar hasta que caen en mí y antes de poder procesar lo que está pasando, me encuentro en el suelo con el cuerpo enorme de deportista sobre mí. 

—¡Pequeña!— grita en mi oído, dejándome sorda en el proceso. 

—Jordan, no puedo respirar— le comento sin aire e intentando alejarlo un poco. 

—Te lo mereces, perra— me dice, pero aún así se levanta lo suficiente como para dejarme respirar otra vez—. ¿Cómo se te ocurre asustarnos así, inútil?

—Que tierno, hombre— le regaña Kyle—. Insultale una vez más, por ahí ahora se va de verdad. 

—Deja de ser un gruñón— se queja Jordan saliendo de encima mío para dejarle el camino libre a Augustus, que me levanta del suelo y me da pequeñas vueltas en el aire junto a él. 

—¿Cómo estuvo el tiempo libre, Reb?— me pregunta alegre. 

Me encojo de hombros sin responder porque no tengo nada bueno que decir del tiempo lejos. No es como si me hubiera ido a un hotel de lujo y tuviera hermosas aventuras que contar. 

—Ahora es mi momento— dice Adam arrancándome de las manos de las manos del teñido y tomándome de la cintura para poder hacerme cosquillas. 

—Para, por favor, para— no puedo dejar de reírme y el aire me empieza a faltar. Cuando se relaja un poco para poder tomar un respiro, me alejo de él corriendo haciendo que me persiga entre los sillones. 

Salto sobre los sillones y la mesita ratona del medio, escapando de Adam. Las risas de los chicos se detienen rápidamente cuando termino cayendo sobre mi costado por culpa del control remoto que obviamente dejaron tirado en el piso. 

—¿Todo bien, pequeña?— el grito de Jordan revota en toda la habitación. 

No puedo evitar reírme de eso. Acabo de caer al suelo y esa es la única reacción que me pueden dar. No se cómo van a hacer cuando me pase algo serio y alguno de ellos tenga que ocuparse. 

—¿De qué se ríe?— pregunta Stephan confundido. 

—Nada. Estoy bien— le respondo levantándome del piso lentamente tanteando mover mi tobillo derecho para ver si me lo torcí o no. 

—Tampoco es como si fuera tan importante— comenta Kyle de brazos cruzados.

—Kyle— le reprocha Adam con la mirada. 

—Ella no es el centro del universo y debería de aprenderlo— indica ofendido sin siquiera mirarme al hablar, como si no estuviera presente. 

—Kyle Williams— Alex sale en mi defensa mirando a su amigo enojado. 

—No puedo creer que armen todo este teatro solo por esto— dice Kyle enojado. 

—Compórtate— le ordena Alex. 

—¿Saben qué? Me voy. Quédense con ella, a ver cuando va a ser la próxima vez que decida que se cansó de nosotros y se vuelva a ir.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora