Capítulo 19

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—Tenemos que comprar nuevos parlantes— dice Augustus pensativo desde el asiento del copiloto.

—Los nuestros andan perfectamente— le responde Kyle con la vista fija en la carretera para no chocar.

—Pero son aburridos— se queja Augus.

La conversación continua respecto a los estúpidos parlantes durante el resto del camino. No puedo creer que ese sea realmente un problema para algunos, a mi me preocupaba si iba a poder comer al día siguiente mientras estos inútiles se cuestionan si deberían comprar algo nuevo solo porque lo viejo es aburrido. Lo peor es que todos los chicos que estaban en el auto terminaron teniendo un debate sobre el tema. Tanto Kyle como Jordan estaban en contra de comprar unos nuevos. Por el otro lado estaban Augustus y Alex, los dos infantiles.

Este día va a ser muy largo. Hoy sería la gran fiesta de inicio de clases y no me veo de humor para estar en una fiesta ni para salir a comprar las cosas para esta con los chicos, pero no tengo opción realmente. Lo peor de todo es que anoche no pude dormir casi nada por las pesadillas.

Las pesadillas no son tan recurrentes, pero suelen aparecer de vez en cuando. Con los años se volvieron más lejanas unas de las otras, en consecuencia, se sienten más reales y aparecen sin ningún aviso. Nunca sé si dormir va a convertirse en una tortura o si va a ser un momento en el que me pueda permitir relajarme.

Lo peor es que aún no he logrado adaptarme a la habitación que me dieron, por lo que cada ruido que aparece en medio de la noche me deja alerta. Espero que ninguno de los chicos se diera cuenta que tengo que dejar la luz del baño encendida para poder dormir. No ilumina lo suficiente como para no dejarte dormir, pero sirve para evitar estar a oscuras.

—¿Tú qué crees, Becca?— pregunta Jordan bajándose del auto por su lado al igual que Alex por el otro lado.

—Da lo mismo un parlante u otro. La mayoría de las personas van a estar borrachas, no se van a fijar— respondo mientras me bajo por el mismo lado que Jordan lo hizo anteriormente.

No sé si será algo bueno el hecho de que solo voy a estar con ellos cuatro o si eso va a hacer las cosas más densas, pero en este momento ni siquiera me interesa. Creo que Stephan y Adam tuvieron mucha suerte por poder elegir quedarse en la casa. Ahora mismo quiero poder intentar dormir una doce horas extras.

—Alguien se levanto de mal humor— se ríe Augustus.

—Y no sabes de lo que soy capaz de hacer estando de mal humor. Así que mejor cállate— no soy fan de la violencia, sin embargo, es fácil hacerle creer a la gente que soy una bravucona que demostrar que soy más débil de lo que todos piensan.

—¿No se ve tierna haciéndose la ruda?— pregunta Alex con una gran sonrisa. Que imbécil. No voy a ser la que responda a sus comentarios, prefiero rodar los ojos y seguir el camino a la maldita tienda.

Deberíamos de encargarnos de comprar las cosas para la jodida fiesta y después volver a la fraternidad para encargarnos de preparar todo. No tengo ni un gramo en el cuerpo que quiera hacer eso. No quiero iniciar las clases en la universidad a la que no pedí entrar, no quiero asistir a la fiesta de la fraternidad a la que no pedí pertenecer ni quiero encargarme de organizar las cosas de la fiesta a la que no quiero ir. En este mismo momento podría estar haciendo cualquier otra cosa.

Estoy en una etapa de mi vida en la que estoy comenzando a cansarme de hacer todo lo que la gente me diga. No quiero seguir cambiando de hogar por el simple hecho de que nadie me quiere con ellos. Podría vivir en un pequeño departamento que fuera lo suficiente grande como para que me sintiera cómoda y que fuera lo suficientemente chico como para que no me sintiera tan sola, esto de la soledad está empezando a ser demasiado constante en mi vida.

Entramos en la gran tienda en la que debían de vender todo lo que necesitamos. Por su tamaño podría de tener hasta la misma Casa Blanca dentro y sería completamente razonable.

—Hay que comprar vasos, hielo, bebida y productos de limpieza— enumera Kyle cuando pasamos por el primer pasillo que tiene estantes que llegan hasta el techo llenos de bicicletas.

Por las próximas dos horas nos las pasamos yendo de una punta del lugar a la otra porque ninguno podía recordar dónde estaban las cosas necesarias y nada estaba cerca de donde nos encontrábamos.

Todo estaba completamente bien hasta que tuvimos que ir a comprar el alcohol. Mi relación con las bebidas alcohólicas es, fue y va a ser una de las peores que puedan existir. Si no fuera por ellas podría seguir teniendo a mis padres conmigo, podría haber tenido una infancia normal, con dos padres que se interesaban por mi y muchos amigos con los que jugar, podría seguir teniendo mi virginidad y probablemente no tendría ni una sola cicatriz en el cuerpo causada por la ira y el odio de otro ser humano hacía mi persona.

La mayoría de las bebidas no eran realmente un problema para mi. Fui acostumbrándome al olor de ellas y puedo aguantar a una persona que haya tomado unas copas. Pero el ron es mi punto débil. No aguanto ni ver la botella sin que millones de recuerdos me ataquen.

Ninguno de los presentes sabe de eso y espero que ninguno decida agarrar una botella de ron porque estoy decidida a pelearme para que no lo compren. Sin embargo ni mis plegarias ni mis suplicas parecen ser nunca escuchadas por la supuesta presencia divina que todos los religiosos insisten en hacernos creer que existe.

Alex extiende su mano sin siquiera notar mi mirada sobre él, agarrando una gran botella de ron que con los años he logrado conocer con demasiada cercanía. Aún recuerdo la noche en que una de esas terminó con la mitad incrustada en mi muslo luego de romperse por el golpe que me dio en la cabeza. Edward solía tomar una de esas siempre que se sentía estresado.

La noción de la realidad se pierde completamente de mi mente cuando los rasgos similares de Alex con los de Edward se terminan haciendo uno. Me obligo a cerrar los ojos y centrarme en la vida real, en lo que está pasando ahora y no lo que pasó en el pasado.

—Ron no— digo sin aguantar un segundo más la presión en mi pecho. Quiero que vuelva a dejarlo en el lugar que estaba.

—¿Por qué no?— pregunta Alex con el ceño fruncido mirando a la botella en su mano y luego a mí. No es él, él no está aquí, no es él. Intento dejar las imágenes del pasado en donde deberían estar, pero es difícil. Es difícil no recordar su ceño, su mirada destilando odio.

—Porque no me gusta— digo rascando mi nuca en busca de algo de dolor físico para esconder el psicológico.

—Pero eso no significa que el resto no pueda tomar— se queja frustrado.

—No quiero que llevemos ron— le contesto ya enojandome. No quiero volver a sentirme indefensa nunca más, no quiero volver a ser cómo era antes. Si no quiero ron, no va a haber ron.

—¿Por qué no llevaríamos ron?— la mirada de los otros tres está puesta en nosotros y lo único que quiero hacer es huir, pero permanezco firme en mi posición.

—Porque dije que no— lo digo entre diente.

—¡¿Por qué no?!— Alex se aferra a la idea de llevar el maldito ron. Por ahí si digo la verdad se deja de molestar. Esa es una idea estúpida, pienso antes de darme cuenta que de mi boca ya empezaron a salir las palabras sin mi permiso.

—Porque a mi tío le gustaba tomar ron antes de golpear a su pequeña sobrina y hacer lo que se le antojara con ella como si no fuera el que tenía que cuidarla. Así que me gustaría que dejaras el maldito ron en el maldito estante y dejaras de insistir.

Ninguno dice absolutamente nada y Alex deja la botella en el estante con mirada arrepentida y claramente sorprendido. No puedo creer lo que acabo de decir y ellos parecen no creerlo tampoco porque no dicen absolutamente nada.

Para evitar decir cualquier otra estupidez por la falta de sueño y el mal humor acumulado, me doy la vuelta y voy a la salida del lugar a esperarlos sentada tranquilamente junto al auto.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora