Capítulo 7

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Todavía estoy encerrada en el baño, pero mi cabeza está lejos de este lugar. En alguna pradera de algún país lejano.

—Becca —la voz de Moni suena desde el otro lado de la puerta, sacándome de mi pequeño trance.

—¿Qué pasa, cariño? —le murmuro abriendo la puerta y agachándome a su altura.

—El hombre de ayer te está buscando —susurra bajito.

—¿Algo más que quieras decirme? —le pregunto dulcemente, tratando de que me cuente por qué se aferra con tanto ímpetu a su conejito.

—Él me preguntó a mí... y yo quise responderle, pero... las palabras no salieron —su voz temblorosa y triste me duele, no quiero que se sienta así. ¡Dios! Si pudiera sacarle todos esos miedos y ponerlos en mi piel, lo haría sin dudarlo —.¿Siempre... siempre va a ser? —pregunta con sus ojos llenos de lágrimas.

—No, pequeña. No tiene que ser así siempre. Tú vas a poder vencer a ese temor. Te juro que lo vas a hacer y yo estaré más orgullosa que un pájaro viendo volar a su bebé, pero no debes forzarte. Si no es el momento, esperaremos un rato más, no hay prisa —mientras intento tranquilizarla con mis palabras, apoyo mis manos sobre su dulce rostro y limpio sus lágrimas con mis pulgares—. Además los gemelos pueden ayudarte. Con ellos te llevas muy bien, ¿no?

—Pero ellos son diferentes —susurra con una pequeña sonrisa al pensar en esos dos idiotas.

—Eso no lo dudo. Ambos son los más tontos que conozco —una carcajada tierna se escapa de sus labios y me permito relajar un poco mi tenso cuerpo. Mi angelito ya está mejor.

—Son bastante tontos —comenta la niña y ahora me atrevo a sonreír un poco.

—Pero estoy segura que podrán cuidarte de cualquier miedo que tengas —un pequeño nudo trata de encerrar las palabras en mi pecho, pero no se lo permito—. Prométeme que cuando tengas una pesadilla vas a recurrir a ellos o a Sophie, ¿sí? —asiente un poco con la cabeza —. ¿No vas a darme un gran abrazo de despedida?

Sus brazos rodean mi cuello con fuerza y ambas caemos al suelo por culpa de mi poca estabilidad estando agachada. Ella se sienta sobre mi regazo y se aferra a mi cuerpo con la misma fuerza que yo me aferro al suyo. Apoya su cabeza sobre mi hombre y sé que está llorando. Se lo permito porque lo necesita, al igual que yo.

Una lágrima traicionera se resbala por mi mejilla, pero me detengo de derrumbarme justo aquí, en el piso de la puerta del baño, cuando un leve ruido me fuerza a levantar la mirada. Unos ojos verdes me observan desde arriba.

El chico moreno de ayer nos mira curioso, podría decirse que hasta triste. Sus ojos se ven igual a los de mi madre. Es imposible, pero no puedo evitar compararlos. Sin contar que comparten una nariz similar y debe de tener mi mismo color de piel oscura. Supongo que es cierto cuando dicen que compartimos muchos rasgos con otras personas. No creo que sea cierto al completo ya que él tiene algo que mi madre nunca tuvo, ni yo tengo; un brillo especial en sus ojos. Su mirada demuestra que tiene corazón, que siente.

Me aferro un poco más a Mónica, no quiero que me la quite. Su mirada vuelve a la realidad. Estoy segura de que escuchó por lo menos la mitad de la conversación, sino fue toda. Y eso me hace odiarlo más, él es el causante de esto, él me está alejando de mi ángel.

Sin decir nada, con la mirada le señalo que se retire y él cumple mi orden, evitando alertar a la niña en mis brazos de su presencia, haciendo el menor ruido posible se va por el pasillo.

El llanto de Moni va siendo menor mientras ella se relaja cada vez más. Me encantaría que se durmiera en mis brazos y se quedará por siempre conmigo, pero no puedo. He perdido a tantos, pero el universo no se cansa de alejarme de cada alma a la que me he permitido amar.

Cuando me siento segura de poder levantarme y mi ángel duerme con tranquilidad en mis brazos, la llevo cual princesa a mi cama. Puedo ser fuerte, pero subirla a la suya sería un calvario.

Guardo las últimas cosas y cierro todos los bolsillos que tienen cierres que aún no se han roto del bolso viejo, que me ha servido de armario desde hace tantos años. Todas mis pertenencias están en él.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora