Capítulo 2

1.9K 125 1
                                    

—Espero que con esto aprendan a no hacer estupideces en mi ausencia— les reprocho.

—Dile a un mono que no haga monadas... —comienza a decir Jack.

—Y se portara mejor que ustedes dos, tarados— termino la frase por él.

—Tampoco somos tan malos— susurra Jake.

—¿Tienes una idea del castigo que me voy a aguantar por esta bromita suya?— le pregunto irónica.

—Perdón— susurran ambos mirando al piso.

—Tampoco es para tanto— trato de sacarle peso al asunto porque no me gusta verlos tristes por esto, si me culpe fue para que ellos estuvieran bien—. Se le pasara la ira en un día o dos.

Con una gran sonrisa le paso una mano a cada uno por el cabello que logra dejarles los pelos de punta. Jacob me devuelve una sonrisa mientras Jackson me lanza una mirada amenazadora y se acomoda su cabellera marrón. Su hermano y yo nos reímos de él.

—¿Qué creéis que querrán esos hombres?— pregunta Mónica desde nuestra litera. Ella es una niña de lo más tierna y, con solo once años, la persona más dulce que conozco. Es un ángel que prevaleció en la tormenta. No sé cuál es exactamente su historia, pero sí sé que alguien cercano le causó mucho dolor en el pasado; cuando llegó hace dos años apenas hablaba con nadie y nunca sonreía. También tiene muchas pesadillas, a veces tiene terrores nocturnos. Ahora, cada vez que tiene miedo en la noche, baja a mi cama y se acurruca conmigo, o cuando hay algún hombre muy alto y amenazante se esconde atrás mío como si fuera un escudo. Me costó mucho lograr que se abriera un poco al resto, pero estoy completamente segura de que valió la pena. Aquella niña es un rayito de sol y sé que se merece lo mejor del mundo.

—No sé, Moni, pero el que estaba acá me cayó bien— le contesta tranquilo Jack.

—¿Querrán adoptar?—pregunta Jake y Mónica abre sus ojos con terror. Sé que aquel tipo no le gustó ni un poco y que menos le gustaría vivir con alguien como él. Nunca me lo dijo, pero siempre creí que el causante de su miedo a las personas era un hombre y cada vez tengo más razón para confiar en esa teoría. De solo imaginarme a un hijo de puta tocando a la preciosa Moni me hierve la sangre.

—No creo—respondo con el fin de tranquilizarla—. Era muy joven como para adoptar.

—Yo no quiero que me lleven— susurra Moni mirándome con pavor. Odio verla así de asustada.

—No van a llevarte a ningún lado, ¿sí?— le digo mientras subo para encontrarme con ella en su cama y atraerla hacia mi cuerpo—. No voy a permitir que nadie te haga daño, ¿de acuerdo?— se lo susurro junto al oído y ella se aferra a mí con sus bracitos y esconde su cabeza entre mi cuello y mi hombro.

Por alguna razón siempre sentí simpatía hacia la mayoría de los niños que terminan en este infierno y siempre soy la que termina cuidando de todos. Supongo que tendrá que ver con el hecho de que yo nunca tuve a alguien que me abrazara y me cuidara y no quiero que ellos pasen por lo mismo. No quiero que sientan la misma desolación que siento yo, ese peso muerto que llevas en el pecho y sabes que no puedes dejar salir, que debes ser fuerte. No quiero aquello para ellos, quiero que puedan ser débiles por un rato y saber que yo los cuidare, que no se preocupen por ello porque para eso estoy yo. Si nos vieran como a una familia, yo sería la hermana mayor protectora.

—Rebecca, ¿sabes dónde están las toallitas femeninas?— grita Sophie desde el fondo del cuarto. Esa chica tiene cero pudores y me encanta. Sophie es la más cercana a mi edad de todo el lugar con quince años.

Me separo lentamente de Moni, le doy un besito en la frente y ella me devuelve una pequeña sonrisa. Bajo de la litera superior y me acerco al gran bolso que, en su momento, fue negro, pero cada vez se acerca más al gris y termine utilizando como si fuera mi ropero ya que no teníamos uno así. Saco un paquete completo de toallitas femeninas y busco a Sophie con la mirada.

—Sophie— le grito porque no sé dónde quedó aquella traviesa.

—¡Aquí!— responde gritando y colgándose como vampiro de su litera superior. Suelto una gran carcajada y le tiro mi último paquete de toallitas. Ya me las arreglare cuando necesite.

—Ten cuidado de caerte— le digo sonriendo y ella me responde levantando el dedo medio.

—La edad no te cae bien, loca— me grita riendo.

—No te falta mucho a ti— le respondo haciéndome la ofendida.

—Dos años es mucho, dinosaurio— se burla Christoph que está jugando a las cartas con Sophie.

—Tú no hables. ¡Eres un niño!— le reprendo.

—Y, aun así, soy más inteligente que tú— me responde. Todavía no sé cómo hace para responder cosas así tan rápido con tan solo nueve años.

—Ya quisieras, zopenco.

Los gemelos, sin que me diera cuenta, se unieron al juego de cartas de Sophie y Christoph, y Mónica está acostada leyendo un libro que le conseguí en una biblioteca pública. Así que me acuesto tranquila en mi cama y me decido a volver a dormir por un rato. Después de mirar la pared dos minutos me doy cuenta que no voy a lograr nada, tengo sueño, pero sé que no me dormiré.

Todos están jugando a algo o durmiendo. Durante las vacaciones no salimos casi nunca. O por lo menos no lo tenemos permitido. La mayoría cumplen esa regla. Yo soy de los que no, de los que en cuanto todos se durmieron sale a merodear por la ciudad. Me aburro y no quiero molestar a nadie.

Así que agarro la ropa para cambiarme y sin que nadie me vea voy al baño. Cuando ya me saqué el pijama, que consiste en una remera vieja y un short que me queda grande, lo escondo arriba del armario que está al lado de la ducha, agarro mi patineta en su lugar y me visto con mis jeans, una remera gris vieja, unas zapatillas un poco rotas y mi única campera. Las visitas distraerán a Nora espero que por lo menos tres horas así que este es mi momento.

En una de las paredes del baño hay una ventana, que técnicamente está demasiado alta como para que cualquiera de nosotros la alcanzara y saltara. Pero si usas el inodoro como impulso y sabes rodar cuando caes al suelo después, está todo perfecto.

Primero lanzo la patineta, deseando que no siga rodando cuando toque el piso de la acera. Si va a la calle y un auto le pasa por encima, me quedo sin transporte. Luego me lanzo al exterior, a la libertad. Al caer, la agarro y empiezo a rodar sobre ella.

Casi me choco contra la puerta de un Jeep que un chico abre justo mientras yo paso por allí. Juro que se la cerraría para que se la dé contra ella, pero soy un poco civilizada y no lo haré. No puedo terminar otra vez en a la comisaría, mi historial no da para más.

—Mierda, cuidado— exclama cerrándola desde adentro y con la ventanilla baja.

—Cuídame esta, niño mimado— le suelto enojada. Se tendría que fijar él para no golpear a nadie.

—No te enojes, ricitos Fuiste tú la que se me atravesó— se queja, ¿después de casi golpearme se digna a quejarse? Increíble.

—No me llamo ricitos, estúpido. Y fuiste tú el que casi me golpea.

—Ya quisieras que te golpeara, extraña. ¿Y si quieres que te llame por tu nombre por qué no me lo dices?— pregunta con toda la coquetería del mundo— También podrías decirme tu número, preciosa.

—En tus sueñ...

—¡Rebecca!— el grito de Nora me sobresalta por completo, los invitados deberían mantenerla un rato más, siempre se pasa horas con la gente que viene—¡Rebecca, vuelve a la casa ahora mismo!

¡Genial! El castigo por lo del pelo va a sumarse a este. Pero, pensándolo bien, si ya estoy metida en problemas, uno más no sería un problema. Así que, de nuevo sobre mis cuatro ruedas, me largo de allí.

—¡Rebecca!— grita Nora nuevamente, pensando que con eso va a detenerme. Me cansé de sus estúpidos cuidados y de su estúpida cara. Además, viéndola a varios metros de distancia parece perder toda esa autoridad que provoca el miedo en cada uno de los que vivimos allí. Y, en medio de un ataque de valentía, le enseño mi dedo medio acompañada de una risa sarcástica.

Y con la adrenalina invadiendo mi sistema, voy calle abajo con el viento golpeando mi rostro y mi cabellera volando en él. Con la sensación de que así podré salir volando de lo que me empeño en llamar "vida" sabiendo que no es así. No obstante, sobre mi patineta a toda velocidad puedo sentirme libre como un águila volando entre las montañas. Viviendo entre sueños.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora