Capítulo 21

1.1K 88 0
                                    

—Becca, está todo bien— dice alguien conocido frente a mí. No sé quién sea pero realmente deseo que lo que dice sea cierto porque todavía siento sus manos sobre mi, su aliento en mi piel. 

Quiero poder borrar esos ocho años de mi vida en donde todo lo que pude sentir era temor, desolación y soledad. Sin embargo, me persiguen, aparecen justo cuando más creo haberlos superado. Había superado el toque ajeno, las voces graves, el olor a alcohol. Tantas cosas a las que les temí por tanto tiempo. Y ahora parecen regresar todos esos demonios tan rápidamente que es como si no pudiera respirar.

—Becca, abre los ojos. No pasa nada, ya estás a salvo. Estás a salvo.

"Estas a salvo". Una maldita frase, tres palabras, once letras. Y con solo eso vuelvo a estar en la realidad. Nunca me había dado cuenta cuánto necesitaba escuchar eso.

Jordan me mira preocupado desde su altura privilegiada y por un momento me dan ganas de reír por pensar en eso. Ni siquiera sé porqué pero lo hago. Me río como nunca en la vida. Me río porque puedo. Me río porque él ya no me tiene. Me río porque por fin puedo decir que estoy a salvo.

Me río hasta que me encuentro llorando. Llorando por todo lo que perdí por culpa de alguien a quien no decidí darle tanto poder en mi vida. Llorando por todo lo que he sentido en tan poco tiempo. Llorando por la pobre niña que tuvo que vivir más de lo que muchos adultos nunca imaginaron posible.

—Shh— Jordan me abraza y por primera vez en años puedo decir que el contacto de otra persona logra tranquilizarme y me trae calidez a mi corazón—. Está bien. Tienes permitido relajarte por un rato. Está bien dejarlo ir.

—Duele demasiado— le susurro entre los sollozos que suenan entre los muros de una habitación que ni siquiera conozco y que realmente no me importa saber de quién es porque por primera vez estoy dejándome sentir lo que he tenido que ocultar durante tantos años.

—Lo sé, pequeña, déjalo salir.

Las lágrimas siguieron saliendo como si nunca lo hubieran hecho y creo que en serio nunca lo hicieron realmente. Hasta el día de hoy nunca había dejado salir lo que en realidad estaba en mi interior.

—Dime qué es lo que piensas, pequeña— pide cariñosamente acariciando mi cabello y mi espalda.

—No sé si pueda dejar de llorar— le confieso demostrando que tan rota me siento por dentro—. No he llorado en tanto tiempo que puede que haya acumulado todas las lágrimas para ahora ya no parar nunca más.

—Así no funciona, pequeña— dice con una gran sonrisa en su voz sacándome una pequeña risa, una solitaria carcajada en medio de todo el dolor—. Llorar está bien.

—Es que si no lloro, me ahogo— los sollozos se hacen más fuertes al confesarlo. Me estoy ahogando en medio de tristeza, soledad y desolación.

—Y está bien, pequeña. Llorar es necesario para dejar el dolor atrás.

El llanto siguió y ninguno dijo nada más. Ambos nos sentamos sobre la cama aún abrazados, coordinando cada uno de nuestros movimientos sin siquiera hablarnos.

Lentamente, el peso que está sobre mi pecho se va haciendo menos pesado, se va haciendo más soportable. Y lentamente el llanto, las lágrimas y los sollozos menguan. Dejando paz. Después de tantos años, hay paz en mi vida.

—Cuéntame algo sobre ti— le pido estando aún entre sus brazos.

—¿Qué quieres que te cuente?— pregunta tranquilo.

—Dime algo sobre tu familia.

—Bueno, ¿por dónde empiezo?— se cuestiona a él mismo y lo dejo pensar hasta que encuentre las palabras para lo que quiere decir—. Mi madre es una mujer muy hermosa. Es la persona más inteligente que conozco. Siempre se rompió el culo para que mi hermana y yo tuviéramos todo lo que necesitábamos.

—¿Tienes una hermana?— pregunto interesada.

—Sí, es mayor que yo por dos años. Que quede entre nosotros lo que voy a decir, pero yo soy el maduro— lo dice como si fuera un secreto, como si fuera nuestro secreto—. Ella nunca lo va a admitir, pero todos lo sabemos.

—¿Y tu padre?— pregunto ya con los ojos cansados. Llorar me da sueño.

—Se fue cuando yo tenía tres años y mi hermana cinco. No sabemos realmente qué fue de él.

—Él se lo pierde— digo bostezando y aferrándome un poco más a su abrazo.

El silencio prevalece en la habitación con un deje de sonido en el fondo que proviene de la música de la fiesta que está en el piso de abajo.

—¿No te gustan las fiestas?— le pregunto porque quiero seguir escuchando su voz. Es como un somnífero.

—No veo el punto de estar rodeado de desconocidos con música que no me gusta de fondo fingiendo disfrutar del gusto del alcohol. Prefiero estar consolando a una dulce chica en mi cuarto que con todos ellos.

—Perdón por todo el llanto— me disculpo avergonzada. Él no se merece todo eso.

—No tienes que pedir perdón, siempre que necesites hablar con alguien o tan solo llorar, yo voy a estar ahí. Ahora eres parte de los Pantera.

Por alguna razón me decepciona saber que solo lo ahce porque pertenecemos a la misma fraternidad porque yo no elegí ser parte de esta y probablemente ellos tampoco eligieron tener que lidiar con el asco que soy yo.

—¿Vas a contarle al resto de esto?

—Puede ser nuestro secreto, pequeña— dice tranquilo y es lo último que escucho antes de dejarme ir por el sueño

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora