Capítulo 44

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Los chicos tuvieron que luchar contra mí para obligarme a asistir a clases hoy. Realmente no quiero asistir. No van a estar ellos ahí, no conozco a nadie y probablemente me encuentre con el imbécil de Manuel que ahora parece querer ocultar todos sus maltratos hacia mí con un estúpido enamoramiento. No quiero ir ahí. 

Sin embargo, estoy otra vez en las puertas de la universidad sin poder negarme a entrar porque sería inútil. Los chicos son capaces de llevarme cual bolsa de papá hasta el aula. 

El único que no ha dicho ni pío en toda la mañana es Kyle, su silencio dice más de mil palabras de todas formas. Es claro que no me quiere aquí y eso duele más de lo que estoy dispuesta a admitir. 

Entrar otra vez a matemáticas y dejar a los chicos en la puerta es más difícil de lo que suena. No quiero tener esta clase porque simplemente estaría detestando los números con toda mi alma. Encima tengo que cursar esta y todas las demás materias sola. Que patética. 

—Hola— una chica se para frente a mi y saluda. Me doy la vuelta en busca de la persona a la que le habla pero solo termino escuchando la risa de la chica—. Te hablo a ti. 

Me quedo confundida un segundo y no sé qué decir realmente. ¿Qué querrá? Es muy linda como para querer juntarse conmigo, pero tampoco parece ser una de las populares. Sus hermosos rulos colorados junto a sus pecas y sus hermosos ojos celeste escondidos tras sus anteojos, la hacen ver como si fuera de dulce. Hasta su voz y risa es tierna. 

—El otro día me di cuenta que te fue mal en el examen— ¿vino a hablarme para burlarse de mi?—, y no tienes muchos amigos en el curso— ¿algo más que le interese señalar?—, así que se me ocurrió que por ahí quisieras sentarte conmigo para ser mi compañera así yo te ayudo con la materia. 

—¿Qué ganas tú con esto?— pregunto dudosa. 

—Supongo que una amiga— responde escogiéndonos de hombros. Es realmente una ternura, esa nariz chiquita y respingona con eso pocos kilos de más que te hacen querer abrazarla. 

—Puedes tener muchas amigas— le indico con obviedad. 

—Pero quiero ser tu amiga— me dice tranquila. 

—¿Por qué?— estoy muy confundida. 

—Solo quiero.

El profesor entra al aula y nos saluda. 

—¿Aceptas o no?— me pregunta sentándose en un banco junto a otro vacío. 

No lo pienso demasiado y me siento junto a ella. De todas formas no tengo nada que perder. Y si todo sale bien, tendré a alguien que me explique matemáticas. 

La clase continua su rumbo normal y mientras más tiempo pasa, más segura me siento junto a Julia, la hermosa pelirroja que parece entender está materia muy bien. Todas las cosas que le pregunto me las responde paciente y, cuando el profesor no deja tiempo libre para hacer la tarea dentro del aula,  me ayuda a completarla y me explica todas las cosas y al mismo tiempo me cuenta cosas divertidas de su vida y chistes. Es muy tierna. 

Me contó que su hijo es una ternura. Tiene su color de pelo y sus ojos. Debe de ser la cosa más hermosa del mundo. Me dijo que le padre lastimosamente murió en un accidente de auto. Es muy confianzuda claramente. 

Creo que esto realmente podría terminar siendo una amistad. 

Cuando termina la clase nos damos cuenta que no solo compartimos el horario de esta materia, sino que también tenemos filosofía juntas. Una muy buena noticia. 

Vamos juntas a la clase, charlando de cosas y riendo. Es muy fácil sentirse feliz junto a ella. 

—Hola, Becca. ¿Podemos hablar?— todo parecía estar saliendo demasiado bien, era obvio que algo lo arruinaría. 

—No quiero ni verte, Manuel— le digo enojada. No voy a dejar que vuelva a pisotearme. 

—Perdón, Rebecca. No fue me intención, pero es que no pude resistirme— se queja, pero antes de poder seguir diciendo nada, Julia se pone frente a él y le da una cachetada. Eso sí que no me lo esperaba. 

—Te ha dicho que no quiere hablar contigo, así que mejor sigue caminando, amigo. Aquí no conseguirás nada— le indica con la mirada que se aleje y soprendentemente, Manuel le hace caso y se va. 

—¿Qué fue eso?— le pregunto alucinando. 

—Ese tío no tiene buena fama por aquí y si se le dice que no es no, no debería insistir— me explica tomando mi brazo como si fuera un padre llevando su hija al altar y me lleva de esa forma al aula—. Además de que nadie se mete con mis amigos. 

Me quedo anonadada, esto es más de lo que hubiera esperado nunca de la dulce y pequeña pelirroja. No pensé que tendría este carácter ni de lejos. Sin embargo, ella se ve muy segura de sus acciones y nos guía sin dudar a unos asientos en el medio del salón. 

—Gracias— le digo feliz y enternecida por tener una amiga que se preocupe por mí de esa forma.

—No es nada, preciosa. Por algo somos amigas. 

No quiero como va a ser cuando tengamos confianza de meses de amistad, recién nos conocimos hoy. 

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora