Capítulo 20

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Lo peor de la situación en la que me encuentro en este momento no es el hecho de que preferiría estar muerta que aquí, sino que por un momento realmente creí que lo peor del día ya había pasado. Al parecer estaba muy equivocada. Prefiero estar enojada con los malditos con los que me veo en la necesidad de convivir para poder tener un techo sobre mi cabeza, que estar rodeada de extraños que están tomando como si el mañana no existiera. Alguien debería decirles que sí hay mañana.

La peor parte de todo esto es que los tarados que dijeron iban a encargarse de cuidarme entre todos estos desconocidos, no solo son también desconocidos para mí sino que también se unieron a la masa de personas que están en esta maldita casa. Puedo sentir mi soledad estando dentro de la multitud. "Qué patética", pienso.

Debería salir de este lugar, pero está casi toda la universidad en la fiesta por lo que es como si no hubiera un lugar que se encontrará realmente sin nadie más. Los dormitorios están cerrados con llave gracias al consejo de mis compañeros de fraternidad. Según parece, los universitarios tienen la peculiaridad de poder tener relaciones en cualquier lugar libre que encuentren. De solo pensar que si alguien entrará en la habitación probablemente terminaría durmiendo de ahora en adelante en un colchón lleno de fluidos ajenos. De solo recordar las veces que tuve que hacerlo en los otros hogares en los que estuve me dan nauseas.

Si me las ingenio, puedo subir las escaleras hacía el piso de las habitaciones y me podría quedar toda la noche descansando en paz, lejos de todos los cuerpos llenos de hormonas que bailan al ritmo de la música. Solo necesito una distracción y nadie se daría cuenta de que he desaparecido.

Entonces, como si los dioses escucharan desde sus tronos mis plegarias, la música se detiene y Alex se sube a la mesa de la cocina que está casi llena de bebidas alcohólicas y vasos de plástico.

—¡Atención!— grita Alex sonriente y algo ebrio—. Queremos presentarles a la nueva integrante de los Pantera. ¡Rebecca Smith!

Todos los Pantera gritaron elevando sus brazos y la multitud los acompañó como si realmente me conocieran, como si realmente les importara. "Solo quiero desaparecer de una vez", es el único pensamiento que tengo antes de que Stephan me arrastre hacia la mesa en la que está Alex.

Internamente deseo que no me hagan subirme pero es obvio que ninguno de mis pedidos les llega a los dioses o que simplemente deciden hacer exactamente lo contrario a lo que deseo. Las manos de Kyle rodean mi cintura y me suben a la mesa, dejándome junto a Alex.

Todo el mundo grita más fuerte y la música vuelve a sonar con más potencia que antes. Solo quiero escapar de aquí. Alex canta casi a gritos la canción que sale de los parlantes e intenta hacerme bailar con él mas no lo logra.

—Tengo que ir al baño— le digo mientras me bajo de la mesa y las personas que están en mi camino se quejan y me miran ofendidos. Alex no presta mucha atención a lo que digo y sigue bailando cual adolescente que conoce por primera vez el alcohol.

No sé qué digo si realmente no sé lo que es ser un adolescente conociendo por primera vez el alcohol. No he bebido nunca en mi vida y tampoco he tenido amigos con los que salir a hacerlo. Aunque viéndolo en retrospectiva, únicamente tengo diecisiete años, no tengo ni la edad necesaria para tomar legalmente. Es doloroso darse cuenta que la edad que tengo no es la que siempre tengo que aparentar. Madurar demasiado joven apesta.

Caminar entre las personas se vuelve eterno aún sabiendo que no hay tantos metros desde el lugar en el que me encontraba y las escaleras. Está claro que los chicos y chicas de esta universidad no conocen lo que es el espacio personal.

Grave error el mío al intentar pasar junto a un gran chico que debe de tener más de veinte años de seguro y es obvio que va al gimnasio por lo menos siete veces por semana. Todo sería perfecto sino fuera porque el inútil está como una cuba. Su jodido vaso de plástico decide golpear conmigo, mojándonos a ambos con el alcohol.

Las nauseas llegaron rápidamente a mí. El líquido está esparcido por todo mi pecho y atraviesa mi camiseta. Es asqueroso.

El chico tampoco está muy alegre con la situación y sin que pueda evitarlo me acorrala contra la pared que está junto a las escaleras, dejándome tan cerca de mi posibilidad de escapar de todo esto y tan lejos al mismo tiempo. Que mierda de vida.

—¿Qué te pasa, perra? Vas a tener que recompensarme por tirar mi bebida— el olor que se escapa de su boca es completamente horripilante y despierta los instintos que desarrolle por años. Empujar y tratar de escapar.

Sin embargo, el chico no está tan borracho como mi tío solía estar y no es tan fácil alejarlo. El miedo es parte de mi en este momento y él solo se atreve a aumentarlo subiendo su mano por mi pierna hasta llegar a mi trasero. Miles de recuerdos llegan a mí y el miedo se convierte en desesperación.

Un grito se forma en mi garganta y mis ojos se cierran esperando lo peor. La música, el alcohol, manos sobre mí. Es todo demasiado igual.

Hasta que mágicamente el chico desaparece de encima mío y una mano toma mi cintura ayudándome a subir las escaleras de la casa a gran velocidad.

"Vas a tener lo que te mereces, perra", su voz no desaparece de mi mente...

Y no creo que nunca lo haga

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora