Capítulo 25

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Comenzar la universidad suena como algo normal en la vida de un adolescente corriente, pero no es normal en lo absoluto. Hace tres días que comenzaron las clases y ya me encuentro con tareas suficientes como para poder regalar a media población mundial. Siento que podría morir ahogada en una pila de libros y apuntes. 

Mi mayor enemigo, las matemáticas. Comúnmente las apruebo y listo, pero ahora la cosa está más difícil que en la secundaria porque acá todos esperan que ya sepas lo que deberías saber, nadie pregunta o explica, en ninguna materia. Lastimosamente, mi nivel en matemáticas no es el mejor y me está jugando una mala pasada. 

Lo peor es que es una de las materias con mayor carga horario, por lo que la tengo los lunes y los viernes. Y al profesor le pareció una gran idea aprovechar eso para explicar un tema del que nunca había escuchado el pasado lunes y decidir tomar un examen de eso el viernes, es decir, mañana. 

Además de eso tengo dos obras de teatro que debo leer para Literatura, debería estudiar la Segunda Guerra Mundial ha profundidad para la próxima clase de Historia, estudiar el código penal para Jurídica y muchas más cosas que ni siquiera recuerdo. 

Mis mejores amigos en este momento son el café y mi nuevo celular. Nunca supe lo que me estaba perdiendo al no tener uno. Ahora no tengo que estar en silencio nunca más, puedo escuchar la música que quiera en el momento que quiera. Agradezco a los padres millonarios de Alex por darle tanto dinero como para permitirse regalarme uno. 

Lo único malo es que me agregaron a un grupo de WhatsApp en el que no dejan de hablar. Así que tengo silenciados los mensajes. No se los he dicho porque seguro se ofenderían y se enojarían conmigo. También se quejándose porque no podrían comunicarse conmigo si algo pasará. 

En los últimos tres días estuvieron los seis atentos a que estuviera siempre segura. Pueden llegar a ser un poco abrumadores si así lo quieren. 

Como en este momento que estoy en mi habitación, sentada en la cama con varias hojas rodeándome como si fueran mis súbditos alabándome y tres chicos entrando a mi cuarto con caras preocupadas y la llave de repuesto del cuarto en la mano de Augustus.

—¿Qué pasa?— pregunto pacíficamente mirando a los tres culpables de hacerme perder la concentración. Ahora ya no voy a poder resolver el problema. 

—No contestabas los mensajes— dice Alex. 

—Tampoco contestabas a la puerta— comenta Kyle. 

—Y nos preocupamos— termina Augus. 

—¡Nos vimos hace dos horas!— les reclamo. 

—Pero podría haberte pasado algo— objeta Alex. 

—¿Algo como qué?— pregunto irónica. Estuve toda la tarde en la habitación desde que llegamos de la universidad. 

—¡No sé! ¡Algo!— expresa exasperado. 

—Eso es ilógico, Alex— creo que realmente intentar hacerlo entrar en razón es inútil. Solo los conozco desde hace ocho días y ya aprendí una cosa de ellos: son tercos cual mula.Si se les mete una idea en la cabeza es imposible que la dejen pasar. 

—Es completamente lógico— defiende. Su mirada se desvía al pasillo y ve pasar a Jordan por lo que lo llama y lo hace entrar a la habitación. Genial, ahora tengo a cuatro monos en mi cuarto—. ¿Puedes explicarle que es lógico que nos preocupemos por ella y queramos saber si está bien?

—¡Nos vimos hace dos horas!— exclamo ofendida. 

—Pero no contesta el teléfono, ni a la puerta y nos preocupamos— dice Augustus con un puchero de niño pequeño. Actúa como si fuera un angelito cuando en realidad es un demonio. 

—Podría haber estado bañándome— le doblo la apuesta. Ahora no tendrán nada que decir contra mí. 

—Pero ese no es el caso— menciona Kyle, realmente me cae mal ese chico—. El problema acá es que escuchas la música con el volumen tan alto que no escuchas nada de lo que pasa en la casa. 

—En eso tienen razón— dice Jordan.

—Traidor. 

—Solo se preocupan por ti— comenta. 

—¡Eso!—grita Alex sobresaltándome. 

—Ahora que ya están felices y saben que estoy bien, ¿pueden dejarme en paz? Mañana tengo examen. 

—Cualquier cosa nos avisas— dice Augustus antes de salir, seguido por Kyle. 

Jordan y Alex ven la pila de hojas que están alrededor mío y parecen compadecerse de mí.

—¿Necesitas ayuda para estudiar?— pregunta Alex. 

"Sí, la verdad que sí", pienso pero no quiero molestarlos. "Eres patética, no puedes ni estudiar sola". 

—No, puedo sola— le respondo fría. No necesito ayuda.

—Está bien, te dejamos— ambos salen de la habitación y me dejan con mis pensamientos en soledad. 

"Voy a reprobar", "no sirvo para nada". Mis pensamientos siguen rodando por una montaña llena de mierda. No puedo creer cuánto puede terminar afectándome una estúpida nota. Ahora me acuerdo por qué estaba tan preocupada para estudiar durante la secundaria.

En este momento espero que mañana suceda alguna cosa que evite que tengamos el examen porque no entiendo ni un número de las cuentas. 

Pedirle ayuda a alguno de los chicos pasa por mi cabeza pero la idea es estúpida. Se burlarían de mi por lo tonta que soy y se darían cuenta que en realidad no soy tan inteligente como todos dicen y van a decidir echarme de su casa, como hicieron los Thomson.

"Si supieran cómo eres en realidad, te dejarían"

Por alguna razón, esa idea me lleno de terror. 

¿Y si realmente no quiero irme de aquí?


Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora