Al final del día, ninguno de los Pantera quiso hacerme caso y todos nos fuimos nuevamente a la fraternidad, donde comimos helado, dormimos toda la tarde y terminamos viendo una serie hasta que el sol hizo presencia en el cielo. Como nos quedamos despiertos hasta ese horario, terminamos por decidir faltar a la universidad.
Con estos chicos no creo poder aprobar ninguna materia si faltamos cada vez que se nos antoja descansar. Van a hacer estragos mis calificaciones. Aunque no tengo ganas de quejarme por eso, lo más posible es que en una semana cumpla los dieciocho y me echen. Así que mejor aprovecho los beneficios ahora.
En este momento estamos todos al rededor de la mesa, teniendo una charla tranquila. El ambiente es muy relajado. Muchos cuentan anécdotas de su infancia o de cuando se conocieron y el tiempo que estuvieron en la universidad. Por alguna razón, aún si no aporto mucho en la conversación, me siento parte del grupo y se siente bien saber que me ven como una igual.
Nunca había tenido conversaciones reales sobre nuestras vidas con personas de mi edad o cercanas a esta. Siempre me concentre en alejar a todos como para preocuparme en conversaciones vagas.
—¡Becca!— Stephan mueve su mano frente a mí, llamando mi atención.
—¿Qué pasa?— exclamo asustada. No me había dado cuenta que llego un punto donde mi cerebro decidió desconectar.
—Cuéntanos algo— me dice Jordan.
—No tengo nada para contar— me excuso encogiéndome de hombros.
—Oh, vamos. Seguro que tienes algo divertido para contar— me dice Augustus.
—¿Por qué no hablamos sobre tu relación con Jordan?— le pregunto a la defensiva.
—Eso no tiene nada que ver, estamos hablando de ti— se defiende cruzándose de brazos—. ¿Deberíamos de hablar sobre la química entre Kyle y tu?
Todos se quedan en silencio y desvío la mirada hacia mi plato de comida. Eso es un golpe bajo.
—¿O qué tal si hablamos sobre otra cosa?— propone Adam. Él siempre es el pacífico del grupo de monos.
—Quiero hacer una propuesta— comenta Augus. Y por un momento me da miedo lo que pueda decir—. Hagamos un juego.
—¿Qué juego?— le pregunta Kyle. No se ve muy feliz con la situación. Todos sabemos que un Augustus resentido es muy peligroso. Debería haber cerrado mi boca.
—Cada uno tiene una pregunta que puede hacerle a cualquiera de la mesa, la otra persona tiene que responder sí o sí— indica. Eso no suena bien.
—De acuerdo. Yo empiezo— responde Stephan. ¡¿Por qué acepta jugar a esa mierda?! Ahora todos tendremos que hacerlo por obligación—. Alex— se queda en silencio un momento para crear suspenso—. ¿Cuál es tu mayor fantasía?
—¿Sexual?— cuestiona Alex y me da asco el hecho de que le preguntará ello, Stephan asiente—. Hacerlo en un lugar público.
—¡Qué asco!
—Oh, la princesa no quiere hablar del tema, pobrecita— se burla Augustus y lo miro enojada.
—Pasemos a la siguiente pregunta. Alex es tu turno— interviene Adam.
—Jordan, ¿peor pecado?
—Una vez tuve un trío con unas gemelas, fue genial— dice orgulloso. Son un asco—. Ahora me toca a mí— exclama alegre—. Augustus, ¿posición preferida?
—Lo pregunta para saber cómo imaginarlo cuando se masturba— interfier Stephan haciéndolos reír a todos.
—Me encanta estar arriba— contesta Augustus sin prestar atención al resto—. Ahora es mi turno, ¿no? Rebecca...
—Compórtate— le reprocha Alex. En los últimos días me di cuenta de cuán responsable es Alex por fuera de su comportamiento infantil. Es ese tipo de personas que suelen ser infantiles pero no tienen problemas con ser el que manda o el líder de un grupo. Me hubiera gustado tener a un hermano como él que me marcara mis errores y me ayudará. No pudo ser, en otra vida será.
—Está bien— dice enojado— Entonces...— se queda pensando un rato hasta que puedo notar un pequeño brillo en su mirada, demostrando que nada bueno está por pasar—. Rebecca, cariño, ¿eres virgen?
—No— digo enojada. No me gusta hablar de ello, ninguna de las veces que he estado con un hombre fue por elección propia y no pienso tenerlas. Son feas, violentas y dolorosas. No comprendo qué es lo que la gente disfruta de ellas, no entiendo cómo a alguien en su sano juicio puede gustarle eso.
—¿Cómo?— Alex está un poco sorprendido. Desde que llegué se ha comportado algo sobreprotector conmigo. Las pocas veces que salimos de la casa, ha "cuidado de mí". Se ha vuelto un exagerado en todos los sentidos. Me trata como a una niña a veces. No soy su hermana pequeña para que me trate así, pero no le digo nada.
—No te creo— dice Augustus—. No puedes aguantar cuando alguien habla o hace una referencia sobre el sexo y ¿viene a ser que llegaste al punto de tener relaciones sexuales con alguien? Lo siento, pero no lo creo.
—Pues no lo hagas— le digo enojada—. Ese es tu jodido problema.
—¿Con quién te acostaste?— Alex sigue sin comprender la situación aún. Están haciendo un alboroto.
—¿Tanto les sorprende?— cuestiono haciéndome la ofendida, si la conversación sigue por ese camino, no voy a poder evitar pensar en todas las veces que aquel hombre se le ocurrió que abusar de mí sería la forma de "enseñarme una lección", de "demostrar que él manda". Suficiente tengo con saber que estoy lo suficiente fallada como para que nadie quiera volver a tener relaciones conmigo y que la sola idea de hacerlo me paraliza. No quiero pasar por eso otra vez.
—¿No eres virgen?— Alex parece un retrasado para este momento. No hay otra forma de describirlo.
—Joder, no. No soy virgen y no me gusta hablar de ello, ¿de acuerdo? ¿Pueden dejarlo estar?— pregunto frustrada. Odio esto.
—¿Alguien abusó de ti?— Alex tiene los ojos muy abiertos y se le nota preocupado. Como si pudiera hacer algo para cambiar mi pasado, ni que fuera su culpa.
—¿Podemos pasar el tema y listo?— pregunto ya de mal humor. Ya superé esto, si no lo recuerdo no pasó, si evito los recuerdos significa que no están. Nunca se lo dije a nadie, nunca nadie pudo escucharme decirlo, así sigue sin ser real. Aquello fue hace mucho y si no lo pienso, puedo ignorarlo.
"Estas bien, eso no pasó" me digo mentalmente. Lo único que me falta es cundir en pánico justo ahora. No voy a regresar allí. No puede seguir atormentándome si no está.
El timbre de la entrada sorprende a todos y se vuelve en una maravillosa excusa para huir de la situación. No me importa si no es mi casa o si no conozco a la persona del otro lado, salir de esa habitación es mi principal objetivo.
Abro la puerta rápidamente y no puedo evitar asustarme al encontrarme a la persona menos predecible. No lo puedo creer.
—Carlos...
—¡Princesa!— exclama con una de sus hermosas sonrisa que tanto me recuerdan a casa. Sin pensarlo, me lanzo sobre él. En un abrazo del que no quiero salir.
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Soledad entre la multitud
Teen FictionEscapando de un pasado que insiste en regresar, Rebecca vive una vida en la que no se siente bienvenida. Las cosas no le han salido bien y su suerte no ha aumentado con el paso de los años. Desde la muerte de sus padres hasta un secreto desgarrador...